martes, 7 de abril de 2020

MIGUELETE Y MORENITO - VIÑETA 349

Viñeta 349

Miguelete y Morenito
Jorge Arturo Díaz Reyes, abril 7 de 2020

Miguelete ovacionado en Palmira, Morenito doctorado en Valencia
Tarde, tórrida y encapotada. Corrida de la Hispanidad, 11 de octubre de 1953. Guayaquil Ecuador. Toros mediacasta de Lorenzo Tous. Aurelio Puchol “Morenito de Valencia” le acababa de ceder el primero y los trastos a Salomón Vargas “Gitanillo de Camas”.

Ese torero intrascendente que fue trascendental en la formación de Curro Romero: “A mí Salomón me enseñó a torear con el capote. Yo me fijé cómo lo cogía, como con dos deditos”. Una de las muchas agradecidas menciones que le dedica “El Faraón” en su biografía, “La esencia”.

No pasaba gran cosa, y salta el segundo, “Cique”, morucho, berrendo, bien comido y avisado. La brega se hace peligrosa e ingrata. El banderillero Miguel Escobar “Miguelete” resulta cogido y llevado a la enfermería. Toro sublevado, público de uñas. “Morenito”, ante la imposibilidad de gustar, opta por asustar. Se tira en un pase de rodillas. La cornada cala el bajo vientre y vacía el paquete intestinal. Corren con el destripado y bajan al herido Miguel de la única mesa quirúrgica para socorrer a su agonizante maestro, que poco después muere sin salir del shock.

La tragedia solo mereció un modesto párrafo a mitad de columna, bajo el subtítulo “Otras noticias”, en página interior del ABC de Madrid. Plaza que nunca le atendió la súplica de confirmar su alternativa. “Jamás torerarás aquí” le había sentenciado la empresa, según Curro Meloja.

Aurelio tenía treinta y nueve años. Había tomado alternativa doce atrás en la empobrecida y rencorosa España de la posguerra. Se la otorgaron Juanito Belmonte y Manolo Martín-Vazquez en Valencia, durante las fiestas de San Jaime. Pese a triunfos laboriosos en Barcelona, Levante y el norte, la falta de oportunidades terminó por expatriarlo a Suramérica, donde rodando, rodando ancló en Palmira (Colombia). Entoncés próspera, llamada capital agricola del país. Foco de afición,  dueña de una flamante plaza nueva y de la única facultad de agronomía. En la cual por cierto en aquel tiempo estudiaba mi padre.

Bien acogido, vivió allí su lustro final. Creando escuela y estimulando una generación de novilleros, toreros y subalternos: Nito Ortega, Pepe Noreña, Hernán Mena, Fabio Lenis, Memo Valencia, Miguel Escobar… que a su vez proyectarían la siguiente con: Enrique Trujillo, Álvaro Medina, Rafael Gómez “El Pollo”, Luis Balanta y muchos más.

Hoy ya nadie llama capital a Palmira, la plaza “Barona Pinillos” está en ruinoso abandono, la memoria de Morenito se borra, la afición languidece y para completar, “Miguelete”, murió hace cuatro días. Allí mismo, donde había nacido y se había hecho torero.  

Sobrevivió sesenta y siete a la cornada de Guayaquil que dejó débil su pierna derecha, pero no lo retiró. Tozudo, bueno en lo suyo, toreó tres décadas más, lidiando por acá con las históricas figuras de aquella era dorada. Sin olvidar nunca esa tarde fatal. Me la relató conmovido una vez en el tendido palmirano hace ya mucho.

Era jovial Miguel, decidido, de gran afición, preciso en los quites, visajoso con los palos y relajado y modoso en los preámbulos de corrida. Tanto, que se quedaba dormido.

--Llegaba sobre la hora de salir para la plaza y nos hacía esperar siempre –recuerdan riéndo tristones sus compañeros; Mena, “El Pollo” y Balanta.

--Una vez, por desquitarnos, le adelantamos el reloj dos horas en el hotel. Despertó sobresaltado, se vistió a la carrera, se precipitó a la recepción y al no encontrar a nadie, creyó con angustia que se había ido la cuadrilla, que no alcanzaría el paseíllo. Luego cuando llegó asusatado al patio lo recibimos a carcajadas.

No cambió. También hizo esperar a la muerte, muchas veces. Hasta que tras largo declinar lo alcanzó a los 91 años.

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