El ojo de dios
Como
tanta gente, por estos días he estado leyendo a Youval Harari. El joven
historiador judío quien con autoridad teologal escribe sobre lo divino y lo
humano. Y aunque no lo hace directamente sobre muchos temas particulares, resulta
imposible abstraerle ninguno, porque su asunto y título, “Sapiens” engloba todo
cuanto nos atañe.
“Uno
puede no estar de acuerdo, pero tampoco puede parar de leerlo”. Confesó
Barak Obama coincidiendo con muchos otros lectores anónimos, yo entre ellos. Pues,
aunque cuenta una vez más el viejo cuento del hombre, sin descubrir nada nuevo,
su interpretación crítica sí es original, seductora y total.
Por
supuesto la tauromaquia tampoco está tratada directamente. Pero a quien la
tiene dentro de sus preocupaciones la encontrará entre líneas, casi que página
tras página. El toro ha sido asunto del “sapiens” desde que tiene consciencia,
imaginación y mito. Junto a la mujer fueron las primeras deidades. Lo
recuerda con el antropólogo Mika Gimbutas, una de sus múltiples referencias bibliográficas.
Vida,
muerte, instinto, potencia, fertilidad, sobrevivencia, necesidad de significado
impulsando ese animalismo que ha marcado la historia. Quién más animalista que
los taurinos. Cuál rito moderno le supera
en edad. Qué cultura ha tenido mayor vigencia. Hay que ver nada más en directo por la televisión satelital, ubicua, en HD, la
muchedumbre cosmopolita, multiétnica, multicultural, multicredo… correteando fervorosa
los encierros por las calles de Pamplona.
Una
forma mucho menos enajenada, menos ahistórica y perversa de relacionarnos
con las otras especies (incluidas las vegetales) que la de pretender humanizarlas
y atribuirles “derechos”, inventos nuestros que no han pedido ni caben a su naturaleza.
Y a
propósito de transmisiones panópticas en directo, ejemplificadas en el fútbol y
el esnobista “Var”, Harari señala que hoy los telespectadores tienen una visión
primera y más completa del espectáculo que los jugadores, el público presencial
y el mismísimo árbitro.
Está
pasando en los toros, también. Los viejos aficionados lo comprobamos. El Viti,
lo dijo en Madrid hace poco. Vemos mejor las corridas desde la casa que
asistiendo. Así nos privemos de la emoción colectiva irreemplazable del participar en la ceremonia. La televisión en los toros y en todo se nos ha convertido en el
ojo de dios.
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