Traba y Botero en Nueva York
Por Jorge Arturo Diaz Reyes 19 de octubre del 2014
Amaba yo a Marta Traba, su bocota, su capul
azabache, su pequeña estatura, su talle, sus pantorrillas robustas, su vocecita
de niña, su cantarín acento argentino, su torrencial retórica, su recia
feminidad, su pasión por el arte y las causas perdidas.
La amaba sin hablarle, no creo que supiera
nunca de mi existencia. Pero no perdía en las noches su programa de televisión a
blanco y negro, y fui asiduo del Museo de Arte Moderno de la Universidad
Nacional, que ella fundó, solo por mirarla y oírla. Leía sus escritos por suyos
más que por otra cosa. Era casi un quinceañero. Fue hace más de medio siglo.
Veinte años después Marta, hija de gallegos, cayó
del cielo sobre Madrid, en un avión que despegó hacia Bogotá y jamás llegó. No
he conocido una mujer que se le parezca. Me sigue doliendo su muerte, como el
primer día. La perdimos todos. Cuantas cosas dejó sin hacer su inteligencia
interrumpida.
Acabo de leer que Fernando Botero, el pintor,
lanza otro libro en Nueva York, capital del éxito. Una tauromaquia con ciento
setenta y cinco obras. Marta no era de
toros, pero la noticia me la trae de nuevo, vívida, pues entre la muchas cosas
que le regaló a Colombia fue habernos mostrado una generación de jóvenes pintores,
que a lo mejor sin ella nunca hubiésemos visto ni valorado: Alejandro Obregón, Enrique
Grau, Edgard Negret y por supuesto, Fernando Botero entre otros.
Botero venderá mucho y bien su libro, como
vende todo lo que firma. Qué lejos está el hambre de artista pobre allí mismo. Su
pintura plana, desproporcionada, costumbrista, de dibujo infantil, primitivista, caricaturesco,
sin perspectiva, tan consumida y alabada, tan populachera, no me conmueve, y la
taurina menos. Siempre, he intuido, por allá en el fondo, que como el mismo declara,
la frecuenta porque “Los toros hacen la vida fácil al pintor” y porque “me
faltó coraje para ser torero”.
Pero juro que si Marta, su hada madrina, se dignara
resucitar y hablarme, y me preguntara si me gusta la pintura de su exitoso
ahijado, y a mí me saliera voz para contestarle, le diría de inmediato que sí, que
toda, solo por no contrariarla.
Estudiábamos en Alcalá de Henares y justo ese día a la madrugada, regresábamos Efrén y yo de Madrid a Alcalá de Henares, de repente se detuvo el autobús , había mucha gente en la vía a la altura de Mejorada del Campo había caído un Jumbo 747 de Avianca. Luego en casa, escuchamos en las noticias una lista interminable de pasajeros que venían pero el único nombre que nos impactó tristemente fue : Marta Traba .
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