lunes, 15 de febrero de 2021

HONRADA Y VEJADA - VIÑETA 393

 Viñeta 393
 
Honrada y vejada
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali febrero 15 de 2021
Plaza de Santamaría (detalle vomitorio 1). Foto Camilo Díaz
La Santamaría de Bogotá, nacida entre las ilusiones de un rico aficionado y las pretensiones de una capital torera, entonces pobre y sin siquiera plaza firme, sigue de pie, nonagenaria, resistiendo a la muerte y a la infamia.
 
Muy joven y bella, por infortunios económicos de su progenitor, fue convertida en pública municipal, y lanzada a una suerte azarosa, en manos de los alcaldes que se han turnado desde entonces. Uno de los cuales, ya vieja, le extirpó el museo y le negoció la última cirugía plástica, con intenciones de alargar su explotación a todas las formas posibles. Menos aquella litúrgica para la cual nació; catedral del prehistórico culto taurino.
 
Así, de tumbo en tumbo, venerada, odiada, festejada, ignorada, vejada y maquillada ha llegado hasta hoy, con ese aplomo de anciana respetable que guarda su pasado de honor, dolor y picaresca tras un título: “Patrimonio cultural de la nación”.
 
Escenario de toros y hombres, muertes y vidas, fiestas y tragedias, valentías y miedos, hazañas y oprobios, toreo y destoreo, sacrificios y abusos, devociones y ofensas, acuerdos y desacuerdos, ilusiones y desilusiones, glorias y vergüenzas, apoteosis y asonadas, triquitraques y bombas, prédicas, misas, terrorismo y hasta una famosa masacre...
 
Paradigma de arquitectura neomudéjar en América. Bajo el perenne reloj que le cuenta los minutos, la evocadora estructura de ladrillo pelado, cemento, madera, columnas, arcos, gradas, puertas, vomitorios, tejados, palcos, arena, barandas, toriles, corrales, patios, oficinas, terrazas, placas, esculturas, portabanderas… yace contrastando con eso que se ha vuelto la ciudad en torno suyo. Acusándolo.
 
Ese posmodernista planetario acaracolado y cupular, donde los días de corrida se arremolinan a vociferar los que quisieran devastarla. Esas torres voyeristas de apartamentos con que un arquitecto francés la semi circundó. Ese cubo rojizo del Tequendama, albergue de toreros. Esa honda avenida que lleva al aeropuerto, y, del puente para allá, en la séptima, espiándola, el mediano “rascacielos” de Colpatria...
 
Solo le son mayores en edad por ahí, el Museo Nacional, antigua cárcel, y otros dos templos sacrificiales (católicos estos). El encumbrado Monserrate arriba del cerro y el colonial de San Diego abajo. Entre ellos, redonda, centra el paisaje. Solo también ellos han sido testigos presenciales, de toda su vida y sus secretos, diurnos y nocturnos. Y lo serán quizá también de su destrucción.
 
Que sería, sacrílega para sus fieles y de pronto alguno que otro humanista reticente, santa causa para sus enemigos, y asunto ajeno para ese gran resto, absorto en la sobrevivencia diaria, que ya no pertenece a los toros.
 
Esa mayoría de urna, en esta urbe de aluvión que otrora presumió de “Atenas suramericana”, y a la cual seguro lo mismo le daría hoy que convirtieran su histórica plaza en circo de variedades, supermercado, escombrera, o… cualquier otra cosa. Juegan con ello sus avisados políticos.

lunes, 8 de febrero de 2021

EL PRECIO DEL HÉROE - VIÑETA 392

 

Viñeta 392

 

El precio del héroe

Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali febrero 8 de 2021

Foto: Tribuna

En un hotel de Cali José Antonio Almanza le preguntó a José Miguel Arroyo “Joselito” quien por entonces emergía cómo cotizada figura del toreo --¿Maestro cómo es ese trabajo de ser héroe todos los días?
 
--Como cualquier trabajo contestó el matador escuetamente --le autografió el libro que le ofrecía y atendió a otros.
 
Era diciembre del 87 y al joven madrileño aún se le notaba fresca y rojiza en el cuello la cicatriz de la tremenda cornada que le había pegado “Limonero” de Peñajara (697 kg), siete meses antes en Madrid. Quizás fue una respuesta impensada, quizá no y asimilaba el suyo a la infinidad de los oficios cotidianos, riesgosos, que requieren pericia, pero que no reciben atención mediática, valoración heroica, ni pago siquiera modesto. Quizás apuntaba una cosa cierta, que hay héroes anónimos por doquier.
 
A ese recuerdo me remontó la columna: ¿Cuánto vale Messi? firmada en El País (España) el sábado por Jorge Valdano. Con ella mete baza el ex campeón mundial argentino, en el escándalo formado por el altísimo precio del contrato de su paisano con el Barcelona.
 
Todos han tenido que ver con ello. Un programa deportivo de televisión hasta colocó, para mayor provocación pública, un cronómetro mostrando con enormes caracteres amarillos, la progresión, del salario acumulado segundo a segundo, por el futbolista.
 
Explica Valdano que Messi vale, lo que vale mantener sintonizados los televisores en todo el mundo, para una industria del espectáculo en la que el fútbol tiene una importancia medular.
 
Ahí está el asunto. En últimas lo que se le paga es el impacto mediático no el heroísmo deportivo. Y eso no es un fenómeno circunscrito a él, al fútbol o a la industria del espectáculo, es general. Vivimos en la era de la virtualidad, habitamos en el ciberespacio y allí construimos o se nos construyen realidades, mitos, ídolos, idolatrías, comportamientos, consumos. Tanto sintonizas, tanto vales.
 
La cuestión es cómo en este nuevo universo pixelado las contundentes verdades del toreo y sus héroes de todos los días pueden ganar “importancia medular” y alto precio en vez de irse haciendo cada vez más tenues, y poco “like”.

Yo no tengo la fórmula, perdón. Lo que sí sé es que cualquiera que sea el camino este deberá pasar por la pantalla.

martes, 26 de enero de 2021

CURRO TIENE RAZÓN, PERO... - VIÑETA 390

 Viñeta 390
 
Curro tiene razón, pero…
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali enero 26 de 2021
 Estatua de Curro Romero en Sevilla. Foto: Anual. Wikipedia.
Dada la cancelación de la Feria de Cali 2020, a Diego Galvis director del grupo taurino “Maestros del ruedo” se le ocurrió montar, en los mismos días y horas tradicionales, una feria virtual del recuerdo que incluyera las faenas completas más relevantes de las últimas tres décadas en Cañaveralejo y me pidió una lista.
 
Abordé la tarea, guiado por mi memoria, el archivo de crónicas personales y el libro oficial de la plaza de toros. Me salieron 22. Muchas quizá para los rigurosos, pocas tal vez para los alegres. Pero había que responder a la solicitud y usar el espacio televisivo asignado.
 
No vi antes de la emisión los videos aportados por la colección de mi querido amigo Héctor Caldas. Pues buscando realismo, cada tarde los narramos y comentamos cual si fuese la primera vez que lo hicimos en directo. La cosa resultó agradecida por algunos aficionados que las revivieron y por muchos que no las conocían sino de oídas.
 
Sin embargo, con pena encontré incongruencias mías de valoración entre lo recordado y lo que me mostraba la pantalla. En todas. Tres, por ejemplo, ejecutadas en una misma importante corrida; la muy celebrada y premiada, última del siglo XX en el mundo (31 de diciembre de 1999). Toros españoles de Torrestrella, para los juveniles: Juli, Bautista y Perlaza.
 
Cuando aquí a las seis de la tarde se lidiaba el quinto, y aún estábamos en el segundo milenio de la era cristiana, Europa ya estaba en el tercero. Fue de apoteosis; la ocasión, la plaza repleta y delirante, mucho brindis arriba y abajo, pirotecnia, diez orejas, todos los arrastres aplaudidos, el sexto “Aguita” indultado, la terna y los empresarios a hombros por la Puerta Señor de los Cristales. Fue así, verdad, pero ahora frente a la pantalla. no era tanto así. ¿Qué pasó?
 
Recuerdo que un mes después, en la Santamaría de Bogotá, Antonio Caballero me comentó con su habitual sorna…
—Creo que se te fue la mano en esa crónica
—Pero si tu no estabas allá —me defendí automáticamente.
 
Pasados veinte años, con esa conversación presente y hablando al aire, pensé que ambos tuvimos razón aquella vez. Las imágenes no mentían, pero la intensidad emocional y el juicio de valor derivado no eran los mismos de entonces. Es que no podían serlo. Igual que no lo es cuando, digamos, guardadas proporciones, tratamos de juzgar a Joselito y Belmonte,  con las películas que les sobrevivieron. Es así. La corrida fuera de contexto; plaza, masa y circunstancia se desnaturaliza como hecho estético
 
Lo explicó hace tiempo en Sevilla el caviloso Curro Romero a don Antonio Burgos mientras escribían juntos la biografía, Curro la Esencia: “Cuando se ve un video de una faena o de una corrida por televisión, el alma de lo que se está haciendo ha muerto ahí… Porque el aroma del toreo no se puede televisar.”
 
Cómo desmentir al Faraón... El lenguaje estético del toreo es intraducible al del cine y la televisión. Quizá por eso mismo nunca se ha hecho y nunca se haga “la gran película de toros”.
 
Pero por otro desgraciado lado, ¿qué alternativa diferente a esa virtualidad nos deja hoy la pandemia?
 

martes, 19 de enero de 2021

EL TORO SOY YO - VIÑETA 389

Viñeta 390
 
El toro soy yo
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali enero 26 de 2021 
Fotograma de Picasso ante un cristal, youtube

A ver y a ser visto, a eso se va a los toros. Como al estadio, la misa, la ópera, el mitin La moda del “selfie" solo actualiza y amplía esa intención. “Yo estuve ahí”, escribió alguien, quizá el mismo Goya, hace doscientos años en el reverso de su grabado: “Muerte del alcalde de Torrejón en la plaza de Madrid”.
 
El público es parte integral de la corrida, colectiva e individualmente (perdón por la obviedad). No solo está, interactúa, la afecta y se afecta. “!Ya me la ha pegao! ¡Ya os habéis salío ustees con la suya!” dice Cossío que gritó Manuel Varé García “Varelito”, levantando hacia el tendido la mano ensangrentada cuando lo llevaban a la enfermería, tras la cornada mortal que le infirió “Bombito” (de Guadalest) el 21 de abril de 1922 en la plaza de Sevilla.  
 
Biológico. Vivir es incidir en el entorno y ser incidido por él. Todo ser. El humano por supuesto lo hace además de con el instinto con la razón, su carácter diferencial. Ideas, cultura, inclinaciones, respondiendo al impacto momentáneo de cada experiencia (otra vez, perdón). Y los de la corrida, muy vívidos y profundos, desafían consciente e inconsciente.
 
Nos alegramos, enojamos, asustamos, admiramos, condolemos, aburrimos, levantamos, jaleamos, protestamos, aplaudimos, comentamos, accionamos, reverenciamos o nos lo guardamos para luego (“mañana vendrá a verte tu madre…”). Pero todos implicados, aun de lejos, frente a la pantalla, como ahora en estas pandémicas corridas virtuales. Recibiendo y reaccionando, transando lo íntimo con lo público, asumiendo y proyectando subjetividades...
 
Para quien el toreo es arte, la estética. Para quien ética, la moral. Para quien culto, la devoción. Para quien rito, la liturgia. Para quien tragedia, la catarsis. Para quien tradición, la memoria. Para quien juego, la diversión. Para quien oficio, la técnica. Para quien frivolidad, lo superfluo. Para quien espectáculo, la escena. Para quien competencia, el triunfo. Para quien negocio, el lucro. Para quien acontecimiento, la noticia. Para quienes crueldad, la piedad. Para quien herejía, el odio. Para quien alegoría de la vida, pues todo eso y más… Picasso resumió, “el toro soy yo”.


lunes, 4 de enero de 2021

 
Viñeta 388
 
Hablando en serio
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali enero 4 de 2021
Foto: Camilo Díaz
El nuevo año ha despertado bajo un coro universal de felicidades y esperanzas. Bueno, es la costumbre. ¿Pero ha cambiado algo más que el almanaque para justificar tal euforia? ¿El avance de la pandemia se ha detenido? ¿Las vacunas lo harán? ¿La normalidad volverá? ¿La economía retoñará? ¿Cuándo?
 
El 2020 se cargó la temporada taurina en los dos continentes, y la del 2021, no da signos más alentadores. En Colombia, por ejemplo, el empresario español Alberto García quien a partir del primero de enero tomó la plaza de Cali por tres años, declaró —Soy entusiasta, trabajaremos, pero sin público no habrá toros—
 
Por su lado, el de Manizales, Juan Carlos Gómez, anuncia dos corridas virtuales (a plaza vacía) para los próximos 9 y 10 —Me lo han pedido, nos cuesta, pero es época de dar no de recoger— explicó. Nada más
 
Hace unos años, en los buenos tiempos decíamos que si algún día la fiesta era derrotada en Colombia, la última trinchera sería Manizales. Allí se resiste hoy. Los abonados que pagaron la feria frustrada, no se han rajado, Juan Carlos tampoco. Es médico, formado en la objetividad, no en subjetividades pesimistas u optimistas. Consciente y solidario se adapta a las exigencias preventivas, pero mantiene activa su plaza.
 
Son las opciones. Echar adelante con lo que hay o esperar (laissez passer). El New York Times de ayer informaba cosas como: Los casos diarios de coronavirus en muchos países son más altos que nunca... Más de 4,2 millones de personas en los EEUU han recibido la vacuna contra COVID 19 en medio de distribuciones caóticas. El País de Madrid: La sucesión de festivos oculta la tercera ola. Mientras en Argentina el ministerio de salud reportaba 317 reacciones adversas (fiebre, cefalea, mialgias) entre 32.013 vacunados con la “sputnik”. Y la cifra mundial de muertos se acerca rápidamente a los 2.000.000
 
La incertidumbre arrecia y estos primeros cuatro días, contra todo lo deseado, no prometen un feliz año. Hablando en serio, habrá que luchar más para seguir viviendo. Los toros también.

martes, 29 de diciembre de 2020

DERECHO A LA NOSTALGIA - VIÑETA 387

 

Viñeta 387

 
Derecho a la nostalgia
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali diciembre 29 de 2020 
Foto: Camilo Díaz
Los usos cambian el significado de las palabras. “Villano” era morador de una villa, hoy es un ruin. “Formidable” fue horroroso, ahora es magnífico. “Antro” que otrora era una gruta, hoy es lugar de mala fama...
 
Natural evolución del lenguaje, sí, pero a la vez retrato y síntoma de cada época que lo produce. En Colombia, por ejemplo; durante los últimos años, la palabra “Paz” se ha hecho peyorativa, obscena, incluso peligrosa.
 
Pero hablando de toros (nuestro tema); “Nostálgico”, antes respetado en estos tiempos posmodernos, se dice y oye como descalificación, desprecio, insulto... ¿Por qué?
 
Por qué, si la nostalgia es una emoción fundamental del rito taurino. Lo experimentado frente a un toro, una suerte, una faena, una plaza tiene mucho de memoria, evocación, tiempo ido y revivido. Es desde luego un sentimiento, y como tal un derecho. Que se pueda infamar, claro, pero no prohibir. Los sentimientos para exasperación de los brutos no se pueden prohibir, los íntimos, digo. Su expresión es otra cosa, esa sí puede hacerse ilegítima, punible, mortal incluso.
 
Lo sabemos. El gesto, la palabra, la poesía, el arte, la corrida y hasta lo tenuemente sospechoso de simpatía o antipatía se ha condenado, censurado, perseguido desde tiempos inmemoriales.
 
Sin embargo, recordar, extrañar, querer lo ido es parte de la valoración estética, de la “conciencia de pasado”, caracteres exclusivamente humanos. Los otros animales, que viven solo en presente (si es que el presente existe), o al menos en el pasado inmediato, no poseen historia, ni tal sensibilidad. Sí a cambio, reflejos condicionados (Pavlov).
 
Pero la vejación esnob (inhumana) de la nostalgia puede haberla avergonzado, mas no extinguido. Sigue vigente, y en estos días aciagos exacerbada. Basta leer la prensa taurina cotidiana, de sus encabezados sale a borbotones:
 
“Cali añora su feria prohibida reeditando en radio y televisión tardes memorables a las mismas horas de las corridas que no pudieron ser”. “No queremos una nueva tauromaquia, queremos que regrese la vieja”. "Las Raíces del Toreo”, llaman un certamen de promoción en Andalucía. “Un ramo de orquídeas para quienes partieron en un año muy doloroso”.  “El pasado no era mejor, éramos mejores nosotros” dice a El País, José Antonio Martínez Uranga… ¿Entonces?
 
El año viejo que se nos viene dentro de dos días no podrá ser de celebración, será de querer lo que perdimos, de llorar nuestros muertos. ¿O se negará también ese derecho?

martes, 22 de diciembre de 2020

DIARIO DE A BORDO - VIÑETA 386

 

Viñeta 386

 
Diario de a bordo
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali diciembre 22 de 2020
Portada libro “Cuaderno de Bitácora” (fragmento)
Como Harold Bloom por su Dublín, Don Quijote por su península, Odiseo por su mar, Barquerito navega por su mundo de toros, acá y allá de los Pirineos. A la deriva, importa el viaje no el motivo ni el destino, y va consignándolo todo con sitio, fecha y hora en su “Cuaderno de Bitácora”.
 
Pero no es lo que pasa y le pasa lo que hace literario y único ese diario de a bordo. Es cómo lo cuenta. No necesita para ello ser un Joyce, un Cervantes, un Homero, le bastan su mano, su aguda percepción y ese castellano afilados por años y años en el relato profesional de corridas... —!Ve a los toros!— le gritó Gertrude Stein al joven Hemingway cuando este no hallaba expresión a sus ansias de escritor. Fue y halló.
 
Hace ya dos meses, el 23 de octubre, supe por la columna de Vicente Zabala en El Mundo (Madrid), que se había impreso en España una parte del “Cuaderno”. Que la edición era “no venal” y su distribución personal privilegiada. ¿Estaría yo en la lista? Impaciente, aguardé acá en Cali, como quien compró lotería. Sí estaba. ¡Llegó el jueves pasado! La maldita pandemia lentifica los envíos, más los transatlánticos.
 
Lo desenvolví presuroso, lo miré, lo palpé, lo sopesé... Formato pequeño, más que de bolsillo, discreto, sólido…, en la portada roja una negra silueta (Ignacio seguro) avanza solitaria con manuscritos bajo el brazo (alegoría)... Solapas generosas, hojas gruesas de 140 gramos al menos. Eso sí, caracteres pequeños (¿no es libro para viejos? preguntaría Cormac McCarthy). Pero en conjunto bella cosa, una sobria joyita de bibliófilo… y además, tallada por un querido amigo.
 
Suspendí otras lecturas y lo leí de tirón. Mejor dicho, lo releí, pues descubrí que había ido recibiendo esas “bitácoras” al paso de su escritura e incluso, con autorización debida, reproducido muchas en mi blog. Como quien halla tréboles de cuatro hojas y lo pregona. Pero no importó conocerlas ya. No se regusta por novedad sino por lo contrario. Más placer.
 
124 páginas, incluyendo cinco del prólogo biográfico: “A paseo con Barquerito” por Miguel Ángel Aguilar. 36 crónicas repartidas en el sentido de las manecillas de la temporada, entre: Castellón, Valencia, Sevilla, Figueres, Nimes, Arles, Madrid, Alicante, Pamplona, Azpeitia, Vitoria, San Sebastián, Bilbao, Salamanca, Toro, Zaragoza, y otra vez Madrid con un capítulo final: “Escritos del confinamiento”.
 
No es un libro taurino, ni de viajes, ni de arte, ni de gastronomía, ni de ciencia, ni de filosofía, ni de historia, ni de poesía… pero contiene todo eso y más. En cada observación, vivencia, reflexión, evocación, parangón, descripción; en cada incidente, nombre, metáfora, recuerdo, cita…, están la cultura, la erudición y el humor de un autor sensible y exquisito descubriendo la pequeñez en la grandeza y la grandeza en la pequeñez de cada cosa. Calando en significados. Develando a su modo lo mucho que hay tras la fachada de lo cotidiano. Literatura.
 
Solo la política parece asépticamente ausente. Es un libro honesto, sí, pero tan o más divertido que muchos deshonestos. Contrario a lo que se esperaría de un cronista taurino, los toros no son tema frecuentemente aludido. Pero están ahí, tácitos, en todos los espacios pues el narrador está donde está por ellos. Divagando entre corrida y corrida. No tiene que decirlo, aunque a veces lo dice...
 
En Valencia (Fallas), vuelve a la redacción (sala de máquinas) de “Aplausos”. Muy torera… una biblioteca surtida… Mira los tomos de “El Ruedo” —colección completa— Calendarios especiales, toros… un jabonero fuenteymbro, un cuadri de cuajo insuperable… Los miuras para hoy son de trapío incalculable declarará un veterinario en Pamplona más adelante, desbordando el adjetivo…En la pared, “una foto cenital”; un juanpedro “embistiendo a borbotón”, una verónica... —Es Morante, pero parece Paula— le dice Agustín Arjona.
 
“Morante es el torero que mejor ha estudiado los clásicos, no para imitarlos sino para interpretarlos”, agrega él y deja el resto a la imaginación de quien pueda interesarse. Por ejemplo; Barýshnikov interpretando a Chaikovski… Pavarotti a Verdi, Olivier a Shakespeare..., también únicos.
 
De párrafo a párrafo incitaciones como esta. Hay que leerlo para creerlo. Quién sabe si habrá edición de venta al público. Debería haberla. Es justo y democrático. Un escritor así es derecho de todos.