VIÑETA 563
Arte y parte
El arte es parte de la vida, pero no es toda la vida, como es parte de
la “Fiesta”, pero no es toda la “Fiesta”.
Desde antes de la historia en las protorreligiones cavernarias, el toro
fue deidad, culto, mito, rito (Mircea Eliade y muchos otros). Luego, cultura
tras cultura, imperio tras imperio: Babilonia, Egipto, India, Creta, Grecia,
Roma, Europa mediterránea toda, y el llamado mundo hispánico (cuatro
continentes) agregaron sus versiones.
Hoy la corrida moderna, su ceremonia culmen, perseguida
ideológicamente, sobrevive acorralada en nueve países. De norte a sur: Estados
Unidos (huellas), Francia, España, Portugal, México, Colombia, Venezuela,
Ecuador y Perú. Aunque fieles y peregrinos hay en casi todos los otros, si no
en todos.
En este tiempo de máxima globalización, intolerancia cultural, barbarie
tecnológica y política, cuando la ancestral tauromaquia pretende ser borrada de
la historia humana, y su animal sagrado extinguido de la faz de la tierra (en
aras del “animalismo”). Muchos de sus cruzados no encuentran más recurso que levantar
el arte como escudo.
No se nos puede aniquilar, alegan, porque “somos arte”, y agregan los
más exclusivistas… “arte español”. Sí, lo somos, arte, y universal además. Arte
de torear, como tituló Pepe-Illo su histórico manual técnico (1796).
Pero la tauromaquia es más. Culto primero, luego cultura y todo lo que allí
acumula; sentido de la vida, ética, moral, valores, tradición, identidad, ecología,
trabajo, dignidad, libertad y derecho (humano, hay que aclarar ahora).
Esa concepción monocular esteticista del toreo como arte, solo arte, da
pie por un lado a tergiversar el significado del arte mismo, y por otro el de
torear. Único en su esencia ética.
Reduciendo ambos al estilismo, lo bonito, el primor, el manierismo, el preciosismo,
la retórica, la artificialidad, la impostura, el histrionismo, la pose, el
performance. Más que ser torero parecerlo, rezan. Y hasta los disfrazan. Sí, bueno,
parecerlo, pero primero serlo de verdad, igual que aficionado, crítico, persona,
humano.
Pues por esa inclinación al “qué belleza, solo verle hacer el
paseíllo paga”, se puede bajar a la postración, al no toro, la frivolidad, la “morigeración”,
el transformismo, la liquidación, el escape del ruedo a la pasarela, y el aplaudir
todo eso en pie con la yema de los dedos.
O a ir de la Tauromaquia a la Batracomiomaquia, batalla de los ratones
y las ranas, sátira que compusiera Homero, Pigres, algún poeta alejandrino, no
se sabe quién, parodiando la epopeya de la Ilíada.