ESPEJO ROTO - VIÑETA 561
VIÑETA 561
Espejo roto
Jorge Arturo
Díaz Reyes 24 III 2025 Cabeza de Toro de
Aluminio, Arte en 3D Vintage. Foto: Temu.com El único animal en toda la naturaleza que el hombre mata con honor es
el toro de lidia. Desde siempre, a los otros, día tras día, por cientos de
miles, millones, miríadas de todas las especies, los asesina, con ventaja,
ocultamiento, alevosía. Muchos de ellos, los llamados domésticos, sin siquiera llegar
a la adultez, previa vida en esclavitud de crueldad extrema. Horror justificado
por la supremacía humana. Incluídas las mascotas, objeto de pasiones dominantes
nunca bien escudriñadas.
La tauromaquia, es un culto de purgación al original pecado de lesa
biología. Que no es sino una parte de los cometidos por el homo sapiens desde
su evolución a ser el depredador más feroz, hipócrita y despiadado del universo.
Basta ver lo que ha hecho al planeta, y si se quiere mirar más lejos, está el espacio
extraterrestre, que ya también está llenando de porquería. Lo que no destruye
lo ensucia.
Por milenios el mono desnudó como nos clasificó el zoólogo inglés
Desmond Morris, ha construido así su cultura y civilización. Que no son otra
cosa que tiranía sobre todas las formas de vida, vegetal y animal, y una permanente
agresión al hábitat común. El suelo, el subsuelo, el aire, los ríos, los lagos,
los mares, los polos, el clima…
Y ahora, una minoría de homos clama indignada contra la tauromaquia, el
más antiguo culto de contrición biológica. El más sincero además que ha podido
crear la humanidad. Para reconocer y redimir, aunque solo sea alegóricamente su
culpa prehistórica. Rito cuyo pasado, liturgia y significado desconocen en
absoluto los “antis”, que claman su aniquilación, con el argumento supremacista
de: ”No es mi cultura”.
Crueldad y barbarie, son los cargos por enfrentar a un toro en plenitud,
nacido y criado con mejores condiciones, respeto, y cuidados, no solo de todos
los demás del mundo, sino también de millones y millones de niños, crías
humanas, desamparadas y violentadas, respecto a las cuales los piadosos aniquiladores
de culturas y especies que no son suyas, tampoco muestran ningún interés.
La recreación ceremonial del duelo primigenio, a muerte por vida.
Fatalidad biológica, matar para vivir. Como fue al principio, uno contra otro, el
hombre desarmado, honrando las oportunidades del toro, su fiereza natural que
representa el poder del universo, hasta el final supremo, cuando solo ahí, en
ese instante, de frente, cruza su espada con las astas, exponiéndose a su mayor
poder.
Ningún otro animal es muerto así, con tanta reverencia y riesgo. A ningún
otro se le brinda la oportunidad de luchar de igual a igual por su vida, que
fue para lo que la evolución le formó y dotó. Ninguno tiene un final de tal
solemnidad.
La estratagema política, de lidiarlo sin muerte, para luego, fuera del
ruedo, a escondidas, matarlo a mansalva, como a todos los demás, es solo un
subterfugio, un eufemismo antesala de la prohibición definitiva y la extinción
de la raza.
Lograda la sustitución total de los valores ėticos que consagra la
corrida por los antagónicos que consagra el matadero, ya vigentes en casi todo
lo demás. El “progreso” podrá continuar sin vergüenza su arrollador paso hacia
un futuro de inteligencia artificial, sin espejos ni contrastes que afeen su
moralismo inmoral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario