UNA MIRADA INOCENTE - VIÑETA 549
VIÑETA 549
Una mirada
inocente
Jorge Arturo Díaz
Reyes 2 XII 2024 Lejos de clisés, debates,
moralismos, Albert Serra y su equipo han lanzado una visión íntima de la
corrida. Provistos de última tecnología (sin lo cual hubiese sido imposible tanto,
dicen). Durante cinco años, uno y medio de rodaje, han construido ese retrato con
el que vuelven a poner de presente la fascinación que el más viejo de los cultos
continúa ejerciendo sobre la humanidad.
La película, “Tardes de
soledad”, premiada en el Festival de San Sebastián, se ha paseado solicitada
por los más prestigiosos del mundo. La mayoría en países no taurinos: Canadá, Estados
Unidos, Alemania, Austria, Japón, Francia…, e incluso se le ha considerado
posible candidata para un Oscar. Y pese a que el gobierno español ha querido desterrar
la tauromaquia de los premios anuales a las bellas artes, no pudo evitar que su
director se les llevara una de las medallas de oro 2024.
Sin aún haber sido entregada
al consumo público, los mass media se han ido tras ella prolijamente. Todos
hablan, todos opinan, todos toman partido. Es el tema, seguro, ese misterio
quizá tampoco develado esta vez, dice el celebrado cineasta catalán, la vida y
la muerte, sin apriorismos ni concesiones.
Es una obra de arte, reconocen
hasta los antitaurinos más feroces. Que sin haber ido nunca a una corrida,
aclaran, la vieron en festival y juran no volver a verla, exigiendo su prohibición
por “romantizar” la barbarie, y además proponen el enjuiciamiento de los
toreros, a quienes tachan de “psicópatas” por las cosas “salvajes e inhumanas” que
hacen.
“Pero qué dices, si
son más humanos que tú”, contesta Serra a uno. Es cine, es arte, es símbolo,
cómo se hace sobre la guerra…, los museos están llenos de imágenes de gente
mala, que todos saben que fueron malos ¿por qué no los quitan? No soy muy
inteligente, si lo fuese hubiese escrito un libro, ironiza.
Otro, pregunta, ¿por qué
un protagonista peruano y no un torero español? Por sus características y las
exigencias propias de la filmación; el dramatismo, el compromiso, el magnetismo
personal, su soledad, la fotogenia…, no por otra cosa. Trabajamos también con Paco
Aguado, pero seleccionamos a Roca Rey, contestan en conjunto los creadores.
—Tuvimos suerte además
con la cuadrilla, la de él. Sus diálogos, su espontánea poesía, esa estética
popular que son. Eso de, “la vida no vale nada”, “es el precio”, porque hay
algo más grande que ella y la trasciende. Encarar cada día el miedo, ese que
vive con todos nosotros y a veces nos impide actos necesarios o menos graves
que no acometerlos. “En la filmación de las corridas yo era el más miedoso, hasta
me tapaba la cara”, confiesa Albert, pese a que de niño lo llevaba su padre a
la plaza.
Un titular de El País de
Madrid: “La expansión internacional de Albert Serra y Roca Rey: éxito de
'Tardes de soledad' en Nueva York y Montreal y una opción de Oscar”, extracta
el impacto en la cultura que esta nueva “mirada inocente” al toreo reedita.
Ahora, cuando el
taurinismo y sus publicistas se devanan los sesos en hallar un camino a la
vigencia, o al menos cualquier vía, la que sea, para salvar el negocio, la
resonancia global causada por la versión de Serra, ofrece sin proponérselo, una
pista. Mostrarse tal como se es. La autenticidad se defiende sola. Así es como desde
el fondo de los tiempos han llegado hasta hoy los toros y así es como han de
seguir. O no seguir.
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