HOMO HABILIS - VIÑETA 550
VIÑETA 550
Homo habilis
Jorge Arturo Díaz
Reyes 9 XII 2024 Cubo de Rubik
Aprobada la prohibición por
el Congreso colombiano, y sancionada por el presidente de la república, la
legalidad de la tauromaquia, no digo su existencia (donde todo lo prohibido abunda
y prospera), pende solo de un hilo, la sentencia de la Corte Constitucional.
No se si el alto tribunal
retractará sus múltiples anteriores aprobaciones a la Ley taurina nacional (916
de 2004), a su definición de la tauromaquia como libre expresión artística del ser
humano, a la liturgia de la corrida (reglamento), al fin propio de las plazas
de toros, a la incompetencia de las autoridades regionales (asambleas,
gobernaciones, concejos, alcaldías…) para deslegitimar localmente lo que la ley
legitima nacionalmente.
No se si se desdiga sobre
lo que pesa la supresión a plumazo de una tradición y un culto, mucho más viejos
que el mismo estado. Sobre la libertad de sus creyentes. Sobre la honestidad de
sus oficiantes. Sobre el modus vivendi de muchos ciudadanos. Sobre la economía de
las poblaciones que la cultivan. Sobre la extinción en el territorio de toda
una raza (¿genocidio animal?). Dando así la razón al “animalismo” que la quiere
sacar del campo y del ruedo ceremonial para exterminarla masiva, ventajosa y
ocultamente en los mataderos. Y sobre tal concepto del honor y la dignidad.
No se si ahora la Corte
criminalice lo que siempre juzgó probo, haga malo lo bueno, justo lo injusto,
bárbaro lo culto. No se. Lo que si se, porque lo ha dicho ella misma, es qué si
lo hace lo hará solo por la técnica de la constitucionalidad, y en aras del
“progreso”, la “evolución” y la “civilización”.
¿Cuál progreso, cuál, evolución,
cuál civilización? ¿Esas que el filósofo e historiador Yuval Harari, en su
libro, best seller de este año (Nexus), denuncia como pretextos históricos para
el abuso, la destrucción y la conversión del planeta en invivible poniendo
todas las especies al filo de la desaparición? Incluida la nuestra, la humana,
cuyo familiar más antiguo (unos dos millones de años), el primer hombre-hombre,
ha sido denominado por los antropólogos “Homo
habilis”. Porque fue el primer técnico, el primero que inventó herramientas,
usó el fuego y desató así todo esto del “progreso”.
Luego vendríamos el Erectus, el Antecessor, el Sapiens, y al fin, cómo para remachar nuestra
vanidad de reyes adueñados de la tierra y sus alrededores, el Sapiens-Sapiens, el sabio-sabio,
nosotros mismos, nada menos. Que como dice el pensador judío no hemos estado a
la altura nunca de tal título. Pues hay que ver lo que hemos hecho del mundo.
Con un solo ojo basta.
Cuánta brutalidad, cuánta
inhumanidad, cuánta inmundicia… clamando que el dominio técnico per se no significa sabiduría. Es
imposible no concluir que solo hemos merecido nuestro primer apellido (Hábilis),
pues pese a nuestras adaptaciones anatómicas, psicológicas e instrumentales de
ahí no hemos pasado. Cada vez más armados, más ávidos, más peligrosos. No más sabios,
más justos, ni más buenos. Miren y verán.
Por contra, es el rito de
la tauromaquia, el último biológico, real, ecológico, el que nos pone piel a
piel con la naturaleza, y entre los cuernos purga ese nuestro pecado capital. Por
eso, el Homo habilis de hoy no lo tolera, lo infama y echa mano de su técnica (política
y jurídica), como antes del hacha de piedra, para matarlo y seguir progresando hacia
la autodestrucción. Muy orondo, sin cargos de conciencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario