VIÑETA
429
Con la pantalla hemos topado
Jorge Arturo Díaz Reyes, X 25
2021
Si
hay actividad humana que haya tenido reatos para dejar entrar en ella la
televisión es el toreo. Aun cuando las noticias, el arte, la ciencia, la
cotidianidad íntima (reality), el sexo (véase la bimillonaria
pornografía), cuando todo, todo sucedía en vivo y en directo ante las cámaras,
y se podían ver como estando ahí, guerras, cataclismos, crímenes, masacres, conciertos,
exposiciones, cirugías, ritos, secretos vergonzosos…
Cuando
casi salpicaba la sangre a los televidentes, cuando los terremotos estremecían
sus poltronas, cuando los niños morían de hambre frente a todos, cuando las
lágrimas ajenas mojaban las mejillas propias, cuando los locos tiroteaban supermercados,
escuelas, restaurantes.... Los hipócritas mediáticos vetaban la transmisión de
corridas por “crudas y crueles”, y empresarios, ganaderos y toreros les hacían
el juego negándose con virginal pudor a dejarse televisar.
Y
era que no lo necesitaban. Las taquillas asediadas por multitudes para las
cuales no alcanzaba el papel, hacían que esa plata sobrara. El negocio era tan
próspero, quizá excesivo; se vendían todos los toros, todas las entradas, todos
los carteles y acá y allá la clientela se abonaba de por vida. Todos ganaban. Sí
señor. Es que no hace mucho, apenas en el 2008, último año en que un solo matador
(El Fandi) subió a las 126 corridas toreadas. Luego vinieron en fila crisis,
declive, pandemia y, claro, la necesidad...
Entonces,
casi en artículo mortis, una empresa (Movistar) logra entrar cual rescatista para
sacar la corrida del atolladero a ser mirada en escala global con todo detalle.
Más íntima y ubicuamente que en la plaza. Y el tendido se amplió, virtualmente
al infinito. También pagando por supuesto, lo cual puede multiplicar los
ingresos en la misma proporción.
Sin
embargo, no ha pasado sin dudas, reticencias ni críticas. No hay que
desesperar, es natural, es bueno, estimula. No hay nada perfecto, y, además,
como decía Voltaire: lo perfecto es enemigo de lo bueno. Y al parecer la buena televisión
llegó al ruedo para quedarse. Con ella hemos topado. Quizá sea el camino de salvación.
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