Viñeta
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El gran Gatsby
Nuestra vieja
fiesta ya estaba enferma desde antes que el coronavirus hiciera presa en ella.
Mal pronóstico. Al contrario de Herodes “El Grande”, que mataba niños sanos, el
pequeño Covid-19 prefiere ancianos con males preexistentes.
Sin embargo,
mientras al idumeo la magnificencia de su reinado le maquilla los crímenes, al
chinito se le niega cualquier atenuante. Le acusan de toda desgracia, pasada,
presente, futura, y se le usa como pretexto para cualquier cosa.
Desinformación, charlatanería,
catastrofismo, pantalleo, discriminación, chamboneo, gamberrismo político, justificación
de abusos, omisión de culpas, postergación de obligaciones, disfraz de
autoritarismos, anuncios de recesión, amenazas de guerra... Y para que todos espantados,
pasivos y confinados nos aplaudiéramos durante meses de balcón a balcón, sin haber
siquiera intentado lo que realmente ameritaba el ataque global. Que la
humanidad por primera vez se uniera en una causa común.
Si mañana por
milagro desapareciera la pandemia, sanaran los pacientes y nos quitáramos la mascarilla,
seguiríamos tan o más pugnaces que antes, muriendo por las otras causas, y los problemas
que nos aquejaban en febrero, aun estarían allí. Como el dinosaurio de Monterroso.
Mirémonos, no busquemos virus expiatorios.
Hablando solo de
toros, la temporada previa, terminó sin peste, pero con cifras de quiebra. La
cabeza del escalafón, “El Juli”, lidió únicamente 35
corridas. Cien menos de las 135 que despachó en su primer año completo de
alternativa (1999). Exiguas, comparadas con los 109 de Juan Belmonte un siglo exacto
atrás. En Colombia, desde donde escribo, toda la temporada nacional se redujo a
14 corridas de toros.
La mayoría de los
matadores no toreó más de una o dos. Empequeñecían y desaparecían ganaderías de
solera. Se extinguían las novilladas. Las ferias iban a menos. Las cuadrillas al
desempleo y el subempleo. Los empresarios al desespero... Veníamos así, en caída
libre desde 2012. Apenas ganaban en la fiesta unos pocos, muy, muy pocos.
Y en esas
condiciones descargamos la suerte, cedimos el terreno, negándonos a defenderlo
con la parte de trabajo, inteligencia y riesgo que nos tocaba. ¿Entonces?
Volvamos a 1918,
cuando pese a la “Gran guerra” y la pavorosa “Gripa española” nadie paró, la
temporada se completó, y luego, en vez de la hambruna que nos prometen hoy, se
abrieron la opulenta década del “Gran Gatsby” y aquella espléndida del toreo, con
el surgimiento de: Chicuelo, Granero, Lalanda, Márquez, Villalta, Gitanillo, Cagancho,
Cayetano, Armillita… “Edad de plata”.
Bonanzas que duraron
hasta cuando el desenfreno financiero a la una y, más tarde, la guerra civil a
la otra les puso fin. Como ahora, el hombre mismo, ningún virus.
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