lunes, 25 de septiembre de 2017

SU SANTIDAD, NI MANOLETE - VIÑETA 218

Viñeta 218

Su Santidad, ni Manolete
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 12 de septiembre 2017

Misa papal en la Plaza de toros de Medellín. Foto: http://caracol.com.co "Cortesia de Arquidiósesis de Medellín"
Si la reciente visita del Papa Francisco a Colombia se tuviera que resumir en una palabra esta tendría que ser “Paz”. Con todas sus implicaciones. Lo dijo de muchas maneras.

No voy a posar ahora de hermenéutico, ni menos a favor de mis preferencias personales. Por un lado, no soy quién y por otro me falta desvergüenza. Encima, él habló muy claro. Sobran interpretadores.

Por supuesto, las enormes y fervientes masas que congregó, el arrobo de atención y medios, el altísimo rating alcanzado (que hasta silenció el huracán Irma), fueron tentaciones irresistibles para uno que otro listo.

Repito, no pretendo serlo también. Pero no puedo soslayar, aquí entre aficionados, uno de los actos que protagonizó el carismático Pontífice a su paso por Medellín. El histórico llenazo en la remodelada Plaza de Toros de la (Virgen) Macarena. Sin antecedentes. Ningún torero, ni Manolete, puso nunca ese coso tan pletórico.

Devoción, afecto, alegría en la ceremonia oficiada desde el ruedo y televisada magníficamente como toda la gira por la cadena Caracol. Pero chocaba en ella, mucho, la insistencia terca de uno de los presentadores profesionales, tras cada palabra litúrgica, en aclarar que el recinto, no era una plaza de toros.

Cierto, los recientes administradores de la edificación gustan de llamarla “Centro de espectáculos” (más rentable). Pero toda la gente la conoce como “plaza de toros”. Porque lo es, porque fue construida como tal, con todas las instalaciones, porque durante 71 años ha dado corridas y porque ya prepara su próxima temporada.

Los televidentes veíamos la homilía sobre la arena que tantos recuerdos toreros guarda, rodeada de burladeros, barrera, puerta de toriles, puerta de arrastre, puerta de cuadrillas, puerta grande, callejón y tendidos.

Pero el antitaurino informador seguía y seguía, obstinado en convencernos de que no estábamos viendo una plaza de toros. Menos mal que no le dio por que la palabra paz, tampoco quería decir paz.

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