Viñeta 200
Madrid quita
Por
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 16 de mayo 2017
A ocho mil trescientos kilómetros de Las Ventas miro la
transmisión de la corrida patronal por internet. Lujosa, en el mejor estilo de
las del ciclismo, el fútbol o la Fórmula 1. El conjunto y el detalle, los planos, los
encuadres, las repeticiones, las cámaras lentas. Apenas hace falta estar de
cuerpo presente viviendo el estado emocional en la plaza. Quizá desventaja,
quizá ventaja para la valoración. Pero de todas maneras, otro punto de vista.
Curro Díaz entró a volapié, dejó la estocada mientras el pitón
derecho perforaba su taleguilla bajo la cintura y le recorría la piel del pecho
buscando el corazón o el cuello. No los halló por milagro. Minutos antes él mismo
a mano limpia le había hecho un quite in
extremis a Muñoz Lebrija su banderillero herido, cuando el montalvo
se aprestaba a rematarlo bajo el estribo.
Pero además había
toreado bellamente con capa y muleta en una faena por las dos manos, medial,
prístina y de medida exacta. Unos le zahirieron, otros lo ignoraron.
Luego, con Escandaloso, cinqueño de casi 600 kilos,
peleador en los primeros tercios pero que derrotaba por el derecho y salía
carialto Curro se arrancó por naturales
desde las tablas para citar de largo, repetidamente en las afueras, viendo
llegar al toro, aguantando los viajes y ligando las tandas en la suerte reina
con variado formato; perfil, medio pecho, frente, compás abierto, a pie junto.
Rematadas con sus personales ayudados, bajos, obligados, firmas y trincheras. Toreo
aclamado, de gran contenido estético que solo disgustó a los pocos altos altisonantes.
En fin, bien o mal ellos están en su derecho. Pagan y juzgan. Harto de su respetabilidad
les debe la plaza.
La estocada, sin hurtar
el bulto, cayó delantera y baja, es verdad. Ahí fue Troya, el disgusto cundió,
los pitos minoritarios ganaron coro, escalaron a bronca y todo, todo lo demás,
todos los méritos desaparecieron. Cierto, la suerte suprema los es, pero su
sitio no es lo único.
Pasaron dos lidas más,
la de Ureña lesionado por el quinto
y dignísimo, y la de López Simón
desacoplado con el sexto. Pero el rencor no cedió, esperaron a que Curro “torero
de Madrid” cruzara el ruedo de salida como para decirle que ya no lo era, como para terminar de quitarle lo que otras
tardes le habían dado felices.
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