lunes, 30 de noviembre de 2015

DARÍO - VIÑETA 129

Viñeta 129

Darío
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 24 de noviembre del 2015
 
Darío en "El cinco". Foto: J.A. díaz
Paisa, desparpajado, bigotudo, grandote, de vozarrón acallador, “Zuzurro” es hombre de campo, zootecnista, conocedor del toro y su crianza, pero sobre todo aficionado, duro y militante que ha convertido las inmediaciones de su barrera del “cinco” en el sector más bravo de La Macarena.

Por contra, su casa es un remanso de hospitalidad y afecto. La imponencia taurina vale cuando conlleva nobleza. Buen esposo, padre, amigo, anfitrión; bebedor alegre, cocinero exquisito, contertulio dicharachero y muy divertido, comanda una tropa de fieles contribuyentes a la taquilla, que desde hace años tallan como piedra en el zapato profesional de la fiesta medellinense. Pagan y exigen.
 
“Sin toro no hay nada”, gritan y flamean a veces en una pancarta
--!Cómo joden! --refunfuñan los contrarios, que también pagan. Cada uno con su tema y su derecho. Sin embargo, aquellos consideran que no hay derecho a defender “lo falso”, aplaudir “lo criticable”, premiar “lo punible”, y ahí viene Troya.
 
El viernes, cuando Cronicatoro.com publicó los carteles de la próxima feria de Manizales, Darío escribió, bajo la noticia, el comentario: “Las mejores ganaderías con los carteles más flojos y el último apología al pico, al destoreo y la indultitis”.
 
Se refería desde luego a los hierros de Mondoñedo, Santa Bárbara y Achury Viejo, que dan a la feria su contenido más torista, y por supuesto no están anunciados con las máximas figuras, y además a su poca fe en las tauromaquias de Ponce y El Juli quienes mano a mano cerrarán las fiestas con el escogido encierro de Miguel Gutiérrez, campeón de indultos en Colombia.

Bueno, esto no es nuevo, más bien es tradición, tanto que se ha hecho adagio; a torero modesto, toro grande y billete chico. Pasa desde que la corrida existe, y seguirá pasando, pues ella no solo representa la confrontación entre el toro y el hombre, la naturaleza y la inteligencia, la brutalidad y la gracia, la vida y la muerte, la fiesta y la tragedia, sino también, y de manera esencial, entre la mentira y la verdad. Los aficionados como Darío no lo dejan olvidar.

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