miércoles, 9 de diciembre de 2015

LEY ANIMAL - VIÑETA 130

Viñeta 130

Ley animal
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 1º de diciembre del 2015

En el Congreso colombiano ha tenido tránsito espasmódico un proyecto de ley que supone conceder “derechos” a los animales (porque son “sintientes”) y aplicar a los humanos condenas de hasta 3 años de cárcel y multas por 50 salarios mínimos (33 millones de pesos, unos 10.000 euros) en caso de “maltrato” (defina maltrato).

La inclusión inicial de las corridas de toros en el mamotreto forzó a discusiones y amputaciones por parte de la comisión primera de la Cámara de representantes.

Ahora, ya en punto de ser aprobado por la sesión plenaria, le surgieron más reparos. El partido político del expresidente Álvaro Uribe, muy aficionado a los caballos de paso y reconocido chalán, impidió su votación aduciendo que la (en ocasiones indispensable), castración de garañones colocaría en condición delincuencial a ganaderos, veterinarios, palafreneros, etc.

Me parece una objeción válida entre muchas de forma y fondo que podrían oponerse a la bestial propuesta. Y no pensemos en gustos o excepciones distinguidas, ni en la industria y el comercio pecuarios, ni en el sector alimenticio, ni en la macroeconomía, ni en la cultura, ni en la biología siquiera.

Pensemos en lo contradictorio que resulta pretender dar derechos, y a la vez, unilateralmente, imponer legislación a seres que ni lo han pedido ni han otorgado tal poder.

¿En ese orden de ideas, qué privilegio invocan los animalistas, para de motu propio, hablar, decidir y actuar a nombre de individuos o grupos naturalmente ajenos? ¿No será eso en sí mismo una violación?

¿Esta ley, como toda ley que se respete, implicaría universalidad e igualdad? ¿Se asignarían en consecuencia, deberes junto con los derechos a los semovientes legislados? ¿Cuánto de cárcel y/o de multa proponen si un perro muerde a un hombre, un gato caza un ratón, un sapo devora un alevín?

¿Tendrían los nuevos derechohabientes, libertad para optar, expresarse y proceder? ¿Se les respetaría la más elemental en toda sociedad equitativa: elegir y ser elegidos?

Entonces, entrados ya en animalidad democrática ¿Por qué no pedir también que borregos, vacas, burros y demás “sintientes” elijan parlamentarios de sus propias especies? Quizás no acepten, pero sería lo más justo.

Es inexplicable que los ponentes no hayan dicho ni mu al respecto. ¿Temerán por sus curules? Razones tienen.

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