Por qué Madrid
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 4 de junio 2015
Viajo. Cuando puedo escoger destino descarto países
que practican la barbarie de prohibir las corridas de toros, para solo asesinarlos en
infames mataderos.
En Europa no paso de España y el sur de
Francia. Portugal no. Es peor que en cualquier parte. Burlan al toro, se lucen
con él y luego, le saca del ruedo, lo llevan a un lugar oculto e indefenso y a
escondidas le liquidan.
Prefiero las ferias. Por la concentración de
festejos, y desde hace muchos años, la de San Isidro en Madrid. Justifica la
romería, el esfuerzo del viaje, su costo e implicaciones. La prefiero por todo,
su toro, su público, su rigor, su trascendencia, su cultura taurina, y claro
por su número de corridas. Treinta y una. ¿Donde más?
Venir de América donde debemos consolarnos
con un sucedáneo de la fiesta, un remedo, no pocas veces una
caricatura, es una fuga en busca de la verdad, los orígenes, lo sacro, las razones del credo.
Por eso, entre todos los riegos asumidos, el
mayor, el más peligroso, el más temido es el de la frustración. Desde luego no
la frivolidad aquella de que las corridas no salgan “buenas”, no. Algo más hondo,
que ofende la devoción y demerita todo.
Llegar y encontrar el templo asediado por el
fariseísmo, los principios en juego y el rito desvirtuado. Esta vez he vuelto a
sentir algo así, con enojo e indignación, y hasta he gritado ¡No, no y no! Por
fortuna en la última semana me ha resarcido la presencia de algunos toros. Madrid
siempre.
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