miércoles, 8 de enero de 2014

MAÑANA SAN ISIDRO - VIÑETA 1

Mañana San Isidro
(Comienza la feria de las ferias 31 carteles aquí)
Jorge Arturo Díaz Reyes
Madrid,  mayo 8 de 2014

Comienza la feria que fundara Don Livinio contra el escepticismo, en 1947. Solo cinco corridas a las que no fueron las figuras. Domingo Ortega, Manolete, Gitanillo, Pepe Luís, Luis Miguel... no creyeron.

Ahora, con treintaiuna consecutivas, mucho papel vendido y sin deserciones, el tiempo sigue dando la razón al improvisado empresario. Madrid no solo era de feria sino que su feria era la feria de las ferias. Crisis o no.
Porque todo cuanto en ella pasa es importante. Lo bueno y lo malo. No hay prestigio ni desprestigio verdadero sin su sanción. Encumbra y hunde, redime y condena. Su veredicto es tremendo. Tribunal supremo, aunque no infalible, ni siempre justo u objetivo.

Como todo público, el "Isidro" es vulnerable (menos) a la subjetividad, la manipulación, el engaño. Tampoco es homogéneo. Sus antagónicas facciones chocan, entre sí, con el toro, con el torero, con el palco. Por su verdad, por su vanidad, por el control.

¡Ponte! ¡Crúzate! ¡Manda! ¡Fuera! Todo el poder para sí. El toro primero… ¡Cojo! ¡Miau! Pañuelos verdes. Este no, este tampoco. Que sí, que no. A coro, una, dos… cuatro banderillas recogidas.
Con el índice inquisidor, uno, dos, tres… veinte… ingenuos que aplauden el par a toro pasado. Saluda, no saludes. Pita, no pites. Camina, no camines. Los de las pipas, los del Whisky, los de sol, los de sombra. Todos pagan el derecho propio, no el ajeno. Todos saben (más).

Siempre a las seis, explanada llena. La taquilla, la reventa, los viejos sentados en el pedestal del Yiyo miran. Encuentros, risas. Puertas abiertas, prisa, bullicio. Atasco en los pasillos, los bares, las gradas. Gente de todas partes ¡Ahí va Moncholi! Colas en los ascensores. El programa de mano. El puesto. A las siete clarines y timbales.

Un cordobés mayor me dijo frente al Bienvenida de bronce, yo era  joven, iba a toros por Andalucía y creía que era aficionado, pero cuando llegué a esta plaza (la señaló por encima del hombro con el pulgar) tuve que replantearme desde cero.
El paseíllo, expectación, recomienza el proceso, después de las nueve habrá sentencia, seguramente condena, casi siempre. Perseguir el éxtasis de lo que no existe, la perfección, es estupefaciente. Madrid engancha, es adicción máxima y una vez en ella no escapas. Ninguna otra colma.

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