martes, 8 de octubre de 2019

QUE NO ME LO CUENTEN - VIÑETA 324


Viñeta 324

Ferrera sale de Las Ventas. Foto: www.las-ventas.com
Que no me cuenten
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 8 de 2019

Lo que hizo Ferrera en Madrid el sábado, que yo lo vi. Lo repito. Fue como un viaje a la historia del toreo. Eso fue. Profundo, perforando esa capa superflua que ahora cubre todo, esa polución de amaneramientos que llaman “modernísimo evolucionado a tono con los tiempos que corren”. Que la verdad, ecológicamente hablando, apenas es una costra reciente flotando sobre la milenaria y honda relación del toro y el hombre. Esa nata cursi fue la que atravesó como una nave fantástica la plaza, disparada por un torero alucinado y su cuadrilla.

Los asistentes de todas las edades y grados de afición recibieron más en esas dos horas y media de lo que quizá hubiesen recibido durante años de mirar corridas. Lo digo yo que soy tan viejo en esto y que conmovido lo contemplé a distancia. No solo me refiero al extenso catálogo de suertes y épocas revividas. Desde las fundacionales del toreo a cuerpo limpio, hasta los afiligranados quites sigloveinte, y el riesgo, y el poder ambidiestro, y las improvisaciones resolutivas, y los repentismos indispensables y las diferentes formas de oficiar que ha tenido la conjunción suprema. No. Más allá, de todo eso, de por sí valioso y exótico, estuvo la justicia lidiadora, su autenticidad, pertinencia, significado, ritualidad y fervor.

Pero Claro, no estaba en el ruedo más comprometedor del mundo, solo frente a seis toros, un efebo atrevido ni una imagen carismática de manufactura publicitaria. Estaba un torero maduro, curtido en una tenaz carrera de veintidós años trasegados por todos los ruedos de la tierra frente a los hierros más temidos. No con menos pertrecho hubiese podido un hombre solo asaltar así Las Ventas y ponerla en el estado en que la puso. Ni salir de allí como salió, en loor de multitud.

¿Qué no fue un producto de simetría, redondez, perfección y diseño industrial? Cierto. Fue un telúrico reencuentro del hombre, seis toros y un público abducido, con los primigenios contenidos del toreo, que como la vida es imperfecto, biológico, real, imprevisible, único, mortal... Qué falta que hacía y como lo vivieron, sobre todo los jóvenes… Y en Madrid.


martes, 1 de octubre de 2019

FLASHBACK - VIÑETA 323

Viñeta 323

Flashback
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 1 de 2019

Paquirri a los 20 años con el trofeo de Cali
Estaba en el hotel Hilton de Cartagena por el congreso colombiano de cirujanos plásticos y mi padre, que no lo era, pero amigo de mis amigos, gustaba de acompañarme, vino presuroso a mi habitación terminando el receso del almuerzo con la noticia —¡Un toro acaba de matar a Paquirri en España!

Primero, la sorpresa. Era el último torero activo de quien la habría esperado entonces. Por su solvencia técnica, dominio y facultades físicas. Después, los recuerdos... Aquel 27 de diciembre de 1967 cuando debutó en Cali con diecinueve años de edad y uno de alternativa, caminando sin montera, flanqueado por El Viti y Vásquez II, para torear santacolomas bogotanos de Vistahermosa.

Se repartieron de a oreja y en principio no me dijo mucho. Era difícil, él y yo éramos muy jóvenes y mediaba una década deslumbrada por Ordóñez, Ostos, Camino, El Viti, Puerta, El Cordobés, Palomo, Antoñete, los Girón, Curro, Manolo Martínez, Cáceres… Luego, volvió y volvió. Nueve temporadas, veinte corridas, 19 orejas y dos trofeos “Señor de los Cristales” como triunfador de la feria.

Uno, de la siguiente, con cinco orejas a toros nacionales de Ambaló y Felix Rodríguez. El otro, en la de 1979-80 con cuatro a toros mejicanos de El Rocío y Mimiahuapan. Lidiador como cuentan de los del siglo antepasado. Sin languideces, largo, poderoso en los tres tercios y eficaz estoqueador. Aunque su poderío abrumaba los toros y atenuaban el miedo, su arrojo y vitalidad emocionaban.

Fue, según Enrique Guarner, uno de los cinco mejores banderilleros del siglo XX, junto a Fuentes, Gaona, "Joselito", y Arruza. Quizás. A uno de poder a poder, el día que la plaza cumplía veintiún años, al primero de Santacilia (mexicano), se le llamó hiperbólicamente por acá "El par de Cali". Sentó al toro. Con la muleta mandaba y doblegaba, enfatizando con desplantes tremendistas. Mataba como los valientes, porque lo demostró, hasta en sus últimas palabras: "la corná es gorda… corte usté lo que tenga que cortá… tranquilo doctor"

Avispao” probó que todo lo suyo era cierto. Con su larga cambiada de rodillas le hicieron una estatua en la plaza del Puerto y con su natural al aire, otra en el cementerio de San Fernando de Sevilla. 

Se despidió aquí el 2 de enero de 1983 con toros españoles de “El Viti” y Garzón, alternando con Pepe Ruiz y El Soro, recibiendo una oreja. No regresó nunca, pero 35 años después de su muerte en Pozoblanco, Cañaveralejo no le olvida. Sintonizó con este público. Su apostura llevaba tantas admiradoras a la plaza como aficionados y aficionadas llevaba su tauromaquia.

Sus dos pequeños hijos Francisco y Cayetano sentados en la barrera con pantalón corto y las piernas colgando, sostenidos por la madre, Carmiña Ordóñez, recibieron sus brindis de faenas. Las cuales no por ser oficiadas para ellos dejaban de tener la verdad que le puso en la élite de su época. Francisco Rivera Pérez murió en su ley. Mi padre que lo admiró, también, al año siguiente.

jueves, 26 de septiembre de 2019

HONDURAS VIÑETA 322

Viñeta 322

Honduras
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, septiembre 24 de 2019

Rafaelillo cogido por el miura "Berrugo". www.las-ventas.com
Mañana podría desaparecer el planeta entero, con toda la humanidad a bordo y el universo infinito seguiría como si nada. Es duro reconocerlo, pero es así. ¿Quién nos extrañaría? ¿Quién echaría de menos nuestro paso fugaz por este minúsculo terrón del cual llegamos a creernos amos eternos?

Seguro el miedo a la fatal intrascendencia fue una de las cosas que condujo a dios, a los dioses, al toro uno de los primeros en el ámbito euroasiático según los arqueólogos.  Quizá su imponencia, poder, feracidad y proximidad inspiraron esa divinización que de culto en culto y de cultura en cultura llegó hasta hoy.

Alegoría de la naturaleza, de su fuerza y fiereza incontrolables. Rendirle admiración, tributo, vidas jóvenes, propiciatorias, aplacarlo. La tauromaquia en sus diversas formas ha sido eso. Un rito de consuelo ante lo inconsolable.

Pero su liturgia ha creado una estética. La tragedia griega nació con él. No es solo adorar, ofrendar, y sacrificar al dios terrible, es hacerlo con belleza y justicia mitos griegos. No es la técnica, la ciencia, la artesanía con que se oficia el toreo lo que más infunde fervor, es el arte que se construye pese o gracias a todo eso.

En alguna parte leí que Rafael de Paula, cuando le preguntaron por su técnica, contestó ¿qué es eso? Bueno, si no lo dijo tal vez era el más indicado para decirlo. Pero hay algo en la lidia más hondo que la estética, y es la ética. La dignidad humana, su sentido del bien y el mal. En cada suerte y hasta la muerte, es quizá lo que más conmueve y mueve de toda esta compleja y cruenta ceremonia, que contiene a la vez tantos significados conscientes y toca tantas pulsiones inconscientes; rito, arte, catarsis.

Verlo simplemente como un espectáculo, un negocio, un tipismo cultural, o en el caso de los antitaurinos, como un vestigio de barbarie es frívolo y estúpido. Los intelectuales y artistas que con la lógica y la intuición como herramientas respectivas han intentado bucear en sus misterios lo han corroborado.

EURITMIA - VIÑETA 321

Viñeta 321

Euritmia
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, septiembre 17 de 2019

Belmonte a los 34. Foto: https://commons.wikimedia.org
Un año antes que Juan Belmonte García tomara su infame, pero histórica alternativa en Madrid, la euritmia, viejo concepto greco-latino resurgió en Alemania.

Parecerá traído de los cabellos asociar los dos fenómenos. ¿Qué podrían tener en común El Pasmo de Triana y el prolijo filósofo austríaco Rudolf Steiner, autor del replanteamiento?  La época, el espíritu de la época, y eso ya es mucho decir. La tauromaquia y la filosofía, cada una por su lado, han sido siempre muy sensibles al pulso de los tiempos.

Algo terrible bullía entonces bajo la corteza. Europa caminaba por el filo del abismo en el que terminó precipitándose, “La gran guerra”. Y en esa calma chicha que precede a las tormentas, Steiner lee a Vitruvio, el arquitecto de Julio César: “Euritmia es el bello y grato aspecto que resulta de la disposición de todas las partes de la obra”, y concluye que la cosa, más que eso, es arte aparte. El de convertir el movimiento y la pausa corporal en la expresión auténtica del sentimiento íntimo.

Mientras tanto Belmonte, al margen de todo eso, se busca a sí mismo, tratando de torear como siente, como es, como fue hasta su suicido impertérrito. Eurítmico sin saberlo, aguantador, artista, eficaz ante lo inexorable.

Su versión resultó ser la interpretación torera más profunda de aquellos tiempos de tragedia inminente. Por eso, entre otras cosas, debió conmover tanto. Había que ser así, como él. Era lo que los tiempos pedían. El horror se venía encima y no había dónde ir, había que dar cara.
Pasó lo qué pasó. Terminó aquella hecatombe mundial y al tiempo murieron, Joselito, el digno contrapunto del belmontismo, y la “Edad de oro” que había forjado el contraste de las dos eras en colisión. El mundo y el toreo fueron otros de allí en adelante.

No se conocieron y no tengo referencia de que el espada sevillano hubiese leído al pensador de Donji Krajlevec, ni de que este le hubiese visto torear. Seguro vivieron y murieron, ignorándose, pero a la distancia no es tan difícil hallarles coincidencias.

martes, 10 de septiembre de 2019

ARITMÉTICA - VIÑETA 320


Viñeta 320

Aritmética
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, septiembre 10 de 2019

Ureña cogido en Las Ventas el15 de junio. Foto: www.las-ventas.com
A un mes de cerrar la temporada europea 2019, leo que El Juli, encabeza las estadísticas con 35 corridas. Cien menos de las 135 que despachó allá en su primer año completo de alternativa, 1999.

Le siguen a dos Manzanares y Perera, de ahí para bajo los demás. Con el tiempo que resta y al ritmo de la temporada, el matador que al final lidere el “escalafón”, seguramente no superará el medio centenar de contratos. Muy pocos, comparados con los 109 de Juan Belmonte hace un siglo exacto (1919), cuando no se había consolidado el transporte aéreo, los trenes eran muy lentos, las carreteras intransitables y España tenía bastante menos de la mitad de la población que tiene hoy.

Bueno y qué decir comparativamente con las 121 corridas de El Cordobés en 1970, las 161 de Jesulín en 1995 y aun las más próximas 111 de El Fandi en el 2008.  Pero volviendo a El Juli, cien corridas menos al año que las toreadas por él mismo hace veinte, son mucho lucro cesante. Y también mucho menos espectadores en plaza, muchos menos toros en el ruedo, y mucho menos dinero en las ganaderías y taquillas.

Los números no mienten. Ojalá mintieran. El proceso de contracción de la fiesta es raudo, grave, inocultable. La pregunta del millón es si será reversible. Yo no sé. Ideas he oído muchas, resultados pocos. La inasistencia en Bilbao asusta, y cuando algunas pocas plazas menores dan signos de recuperación, sorprenden tanto que se les llama “milagro”. Por contra, ferias como San Isidro en Madrid y San Fermín en Pamplona resisten amuralladas en su prestigio y su toro.

Paradójicamente, fuera crece un escapismo festivalero. Cómo si a punta de amaneramientos, esnobismos, coreografías, negaciones, orejas y sobrevaloración se pudiese conjurar la adversidad.

Los toreros continúan arriesgando. Basta ver la lista de bajas causadas por el toro que los ganaderos les echan. Ahí está la reserva de credibilidad, la verdad a reivindicar. Frivolizarla no es la solución, es el problema.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

EL QUID - VIÑETA 319

Viñeta 319

El quid
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, septiembre 3 de 2019

Manolete. Calle Alcalá, Madrid. Foto: Jorge Arturo Díaz
La semana pasada, con un día de intervalo, dos efemérides trágicas, Manolete y El Yiyo. Dos toreros, dos épocas, dos historias. El uno con treinta años en la cumbre de su gloria y el otro con veintiuno disparado hacia ella.

Ambos matando los toros que los mataron. En fiestas de ciudades menores, Linares y Colmenar, 1947 y 1984. ¿Por qué murieron? No pregunto las razones médicas aún sin precisar en el uno, largamente desangrado por una cornada en la ingle y muy claras en el otro con el corazón atravesado. Tampoco las razones técnicas en la ejecución de la suerte suprema, que les fue la última. Ni las contractuales que les comprometían. O las zoológicas por las cuales, “Islero” el quinto miura y “Burlero” el sexto núñez, ya matados los cazaron.

Me refiero a los móviles íntimos que los llevaron a ese trance fatal,. ¿Cuáles fueron?  ¿Qué buscaban? Dicen que Manuel prácticamente nada. Ya lo había ganado todo, y hastiado ansiaba retirarse, pese a que tenía contratos firmados en América, entre otras plazas, con la Santamaria de Bogotá. Qué José no pensó ir a esa fatal feria de los Remedios, sino a última hora, cuando le llamaron para sustituir a Curro Romero en una corrida que ni ponía ni quitaba para su incontenible carrera.  

Fueron por plata, dirán los más cínicos. Bueno, los toreros cobran, sí, pero aquellos honorarios puntuales tampoco les eran determinantes. Los dos pudieron muy bien haberse negado y no hubiese pasado nada. ¿Entonces?

En el toreo se vive y se muere por el prestigio, la buena reputación, el honor. De allí depende todo, dinero incluido. Es el quid, el mismo que lanza Quijotes contra molinos de viento.

Hegel escribió por ahí, quizás con sarcasmo: “España es la patria del honor”. De ser así, el toreo sería su arte más auténtico y estos dos toreros muertos oficiándolo hace ya tiempo, explicablemente unos de sus héroes más honrados.

PETRO Y LOS OTROS - VIÑETA 318

Viñeta 318

Petro y los otros…
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, agosto 27 de 2019

Caricatura de "Matador", www.eltiempo.com
Con una terquedad de cruzado, el hoy senador Gustavo Petro a la cabeza de sus prosélitos arremete sin cesar contra las corridas de toros en Colombia. Con todas las formas de lucha como demostró su alentadora presencia previa, en los desgraciados acontecimientos de febrero del 2017 alrededor de la plaza de toros de Santamaría.

Ahora pugna por llevar a la plenaria del congreso una nueva iniciativa de prohibición la cual ya cursó exitosamente tres debates en la comisión primera de la Cámara de representantes. Felipe Negret, notable abogado y el más connotado defensor de la fiesta en el país, ha hecho en entrevista reciente para la revista Semana, una actualización de la situación jurídica y legislativa del asunto.

Las corridas son una tradición cultural y artística del pueblo colombiano, legítima y legal, protegida por la constitución y una ley propia (la 916 de 2004). Legitimidad vigente, reconocida por la Corte constitucional en repetidas sentencias. Nada que agregar a sus precisiones.

Pero añade Negret una conclusión que también tendría que ser de reflexión para los congresistas que representan a todo el pueblo, y que han sido elegidos por él, no por los animales. “El ataque a las corridas, ese sí es un acto de barbarie”. Como lo son la destrucción de museos, el fundamentalismo y el terrorismo.

¿Podemos olvidar acaso la del Museo Taurino de Bogotá durante su alcaldía, la saña de las asonadas antitaurinas o la bomba en las inmediaciones del coso que dejó treinta heridos y un muerto, ya durante la alcaldía de su actual sucesor Enrique Peñaloza? ¿Podemos? ¿Pecamos al pensar que esta última intentona parlamentaria es apenas la versión legislativa de la misma odiosa persecución?

Pero hay que ser honestos. En esto el petrismo ha sido voz cantante, sí, pero no la única, con mucho. Señalarlo exclusivamente y tapar, llevados por el sectarismo la participación no menos activa de políticos y seguidores de otras banderías, es politizar oportunistamente una discusión que trasciende la codicia electorera y los odios ideológicos pues toca dos bienes carísimos a toda sociedad; su cultura y su libertad.