POLÍTICA ANIMAL - VIÑETA 547
VIÑETA 547
Política animal
Jorge Arturo Díaz
Reyes 18 XI 2024 Prohibir sin prohibir. “Sí
se tiene que bajar la sangre, hay que bajar la sangre, esto se tiene que modernizar”,
dice ahora “Don Bull”, Pedro Haces Barba, senador mexicano por el partido de gobierno
“Morena”, cuya cabeza y recién elegida presidenta de la república doña Claudia
Sheinbaum declaró también de entrada que como protectora de los animales “revisaría
las corridas de toros”. Es esto, supongo.
El polifacético, elocuente
y carismático político, un auténtico todoterreno; líder sindical, secretario
general de la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México
(CATEM). Abogado, empresario de espectáculos diversos, incluidas corridas de
toros en el sur de EUA y en su país, asociado de Simón Casas “productor” en la
primera plaza del mundo, Las Ventas de Madrid, y proclamado defensor de la fiesta,
hizo tal declaración de principios la semana pasada, en una entrevista con la
proteccionista publicación “Animal político”.
Investido de toda su autoridad,
habló a propósito de la aprobación por La Cámara de Diputados de una reforma
constitucional de protección animal, que él apoyó y que propone convertir las
corridas en “espectáculos sin sangre”. “Lo que voy a defender en todo
momento es que no haya una prohibición”, agregó. ¿Verdad?
Por mi parte, como simple
y viejo feligrés, no mexicano, difiero respetuosamente de don Pedro y sus
copartidarios, en que “Bajar la sangre” sea modernizar, y menos el único
camino de salvación. Y lo digo primero, porque si aún queda un rito moderno en
el mundo, es la corrida de toros actual, estructurada por los Romero,
Costillares, Pepehíllo… a fines del siglo XVIII, simultáneamente y como parte
de la naciente era moderna; junto con la Ilustración, la revolución industrial
y la democracia liberal, que la definen. Tal vez quiso decir el senador, “posmodernizar”.
Poner en modo posterior a la modernidad. Sintonizar con el período global actual
y sus estupefacientes usos así rotulados (posmodernidad)… Virtualizar,
impostar, borrar con un click la dura realidad...
En segundo lugar, imponer
la faena sin sangre, o sea sin los tres tercios que integran su liturgia: varas,
banderillas y muerte, no creo que sea salvarla. Es, por el contrario, quitarle
su original carácter dionisíaco sacrificial, su honda verdad de comunión y conciliación
con la naturaleza real, biológica, fuente de vida y muerte. Vaciarla cambiándola
por una pantomima cruel. Que el toro no muera ritualmente, batiéndose por su
vida (esencia del culto), en ceremonia de honor, sino asesinado indefenso y con
ocultamiento en los corrales, como en los mataderos, tras ser burlado en público.
Esto no es una salvación, es una prohibición Una sustitución del rito y su
significado por todo lo contrario, y el principio de su fin como espectáculo-negocio.
Bueno, quizás haya profesionales
“aficionados”, y comentaristas aplaudiendo la conversión de Don Bull. No se. Antitaurinos,
no lo dudo. Es la manera política de prohibir sin prohibir.
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