Coronavirus
La humanidad acorralada por un microorganismo, ínfimo, invisible, pero tan prolífico que ya dentro de la célula se convierte en una verdadera fábrica. Hasta 150.000 hijos por minuto, dicen.
Periodistas, médicos, funcionarios, gobiernos,
políticos…, todos opinando, aconsejando y haciendo a su antojo. Aislamientos
individuales y masivos, parálisis, la economía mundial tambaleando, gente con
mascarilla evitándose o saludándose a patadas y codazos. El cuarto jinete del
apocalipsis; la peste, cabalga de nuevo sembrando el pánico, que borra la
frontera del absurdo, impulsa comportamientos animales y agrava la situación.
Se desaconsejan actos nimios como dar la mano y
se cancelan eventos millonarios de los
cuales parecería no podríamos prescindir sin dejar de ser lo tan humanos que presumimos
en este siglo XXI. No se si a futuro inmediato suspendan algunas de las
importantes ferias taurinas europeas. O si decidan las figuras torear a puerta
cerrada, como ya lo hacen las del fútbol en algunos paises.
Observaciones profesionales, documentadas de
que la mortalidad por Covid 19 (así llaman el bicho), al rededor del 3% de los
infectados y casi exclusiva en personas muy vulnerables y debilitadas; ancianos
con enfermedades sobregregadas, no han logrado serenar a los responsables del
orden y el caos nacional e internacional.
Mientras tanto, los otros tres jinetes de San
Juan; el hambre, la guerra y la muerte, que nunca paran y acaban con muchos,
muchos más, continúan como siempre orondos haciendo de las suyas. Con la
complacencia de unos, la complicidad de otros y la tolerancia de todos. Incluso
podría decirse que a sus beneficiarios, que los hay, tal protagonismo de la
pandemia les tapa tropelías y viene al pelo.
Por tro lado, decíamos, ante inminente amenaza
de la vida, real o ficticia, el instinto prima sobre la voluntad, la razón y los
condicionamientos culturales. Las poses y los melindres caen. Tal vez por eso los
animalistas tampoco han salido a culpar las corridas, a protestar la crueldad
de la medicina que pretende matar tan pequeño ser y a rechazar el empleo de
otros más grandes en la busqueda de posibles tratamientos y vacunas. Es que la
cosa no está para imposturas.
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