Razones democráticas
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 10 de julio 2018
No es fortuito. La semana pasada, en un lapso de 48 horas, tres parlamentos europeos; el de Portugal y los autonómicos de Madrid y Andalucía en España, rechazaron propuestas prohibicionistas antitaurinas.
El simultáneo ataque legislativo, que parecía una operación concertada, fue derrotado aplastantemente por los diversos partidos políticos democráticos, unidos en esto, a despecho de sus otras divergencias.
Los distintos proyectos de ley presentados por los animalistas iban, desde la prohibición total a los menores de 18 años y la penalización de la información taurina en medios públicos, hasta la abolición completa de la fiesta.
¿Argumentos? Los de siempre; tortura, barbarie, inmoralidad…, y perjuicio para los jóvenes, a decir de un invocado comité de la ONU. Teoría, esta última, peregrina, sin respaldo científico, lanzada por funcionarios internacionales de países ajenos a la cultura taurina como son los de Togo, Zambia, Egipto, Samoa, Japón, Sudáfrica, Bulgaria, Noruega o Estonia, señaló un diputado en Madrid.
Pero el debate central en todos lados fue por la libertad y la identidad. Al respecto la parlamentaria del Partido comunista portugués PCP, Angela Moreira (enfermera) dijo: "El PAN (animalista) no admite que haya otras culturas, solo admite sus patrones culturales. El camino es el respeto por la identidad cultural". Contradiciendo de paso, una vez más, aquella falacia de que ser de izquierda implica ser antitaurino.
Ocurrido todo esto ad portas del San Fermín 2018 en Pamplona, la fiesta torera más biológica, cosmopolita y multicultural del mundo. Parece una alegoría. Pero aquí no terminará el asunto. Esto no ha sido un punto final. Existencia, libertad y pan hay que ganarlos cada día.
En Colombia, por ejemplo, el nuevo congreso y el nuevo gobierno reciben de los anteriores un proyecto de ley en curso “Por el cual se prohíbe la tauromaquia en todo el territorio nacional”. Herencia de un fugaz político provinciano, pulverizado electoralmente después, por cierto.
¿Las razones democráticas que allá valieron pronto, no valdrán también acá tras tantos meses?
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