martes, 19 de abril de 2016

ELOGIO DEL ANTITORO - VIÑETA 150

Viñeta 150
Elogio del antitoro
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 19 de abril 2016


A todos los enemigo de la fiesta se les rotula como antitaurinos (contrarios a los taurinos). Es una generalización, fácil, inexacta e injusta como todas. No hay derecho a ignorar otro amplio sector que con iguales o mayores méritos pide título propio; los antitoro (contrarios al toro).

Porque sí atacar a los taurinos, agredirlos, insultarlos, calumniarlos da rango, no hay duda que hacerlo con el toro, que dicen es el rey, el eje y la base del toreo, debería darlo más alto.

Tendría que ser así, pues hacen más por la causa. Tiran al corazón. Sin el toro el toreo es imposible. Si el toro es toro, el toreo es toreo. Si el toro es medio toro el toreo es medio toreo. Si el toro no es toro el toreo no es toreo. Así de sencillo.

No voy a especular sobre las razones genéticas, culturales, económicas, que mutan una persona normal en antitaurina o en antitoro. Simplemente han tomado partido y ya está. Cada cual tiene derecho a sus fobias, filias e intereses. Me remito a la obligación moral de reconocer a cada uno su importancia.

Y el fervor, claro. Hay que oírlos, verlos y leerlos (a los antitoro, digo). Cómo se afanan estos olvidados en minimizar al animal sagrado, cómo reniegan de sus hechuras, de su majestad e imponencia. No se ahorran agravio: grandulón, zambombo, mostrenco, destartalado, zancudo, feo, dinosaurio, mastodonte, fueradetipo...

Y no hablemos de cómo se duelen del poder, soberbia e instinto de lucha por la vida que le han sacralizado: alimaña, peligroso, bruto, violento, resabiado, bestia, marrajo, asesino, malaleche, pregonao...

Y cómo resienten que no se deje, no se humille, no colabore, no ayude… que no se no se entregue como juguete y cómplice tonto de su propia burla y muerte.

Indudablemente, mucho más que los antitaurinos, los antitoro sirven a la solución final, su extinción, por el camino de “moderarlo”, disminuirlo, empequeñecerlo, hacerlo enano, inmaduro, pocacosa; y además inerme, dócil, amaestrado. Despojarlo de todo lo que le ha ganado grandeza, reverencia, simbolismo, significación histórica, y en consecuencia convertir su culto, la lidia, en una parodia indefensible y terminal.

No tiene perdón desconocer a estos apóstoles así vistan el hábito de los taurinos.

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