Medellín cuenta atrás
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 2 de febrero 2016Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes |
La Macarena agota los días para el despegue de su temporada 2016. La XXV nueva era. Temporada crucial, a más de la efeméride, por que se juega su vida y la de toda la fiesta brava en la capital paisa. Ciudad taurina desde la misma fundación.
La obtusa oposición de políticos transhumantes, la ferocidad de las mesnadas antitaurinas, la no siempre afortunada dirección empresaria, la heterodoxia en el rito, la transexualización de la querida vieja plaza (la de Manolete), el costo de las entradas, la oposición suicida de los puristas, el fatalismo contagiado a la clientela y los cambios culturales en la nueva generación se han coaligado contra ella. La fiesta vive en la cabeza y en el corazón de los aficionados, pero más en sus bolsillos. La fiesta es la taquilla.
La empresa Cormacarena, dirigida por Santiago Tobón Echeverri, quien como general retirado (el año pasado) ha sido sacado de la reserva y puesto de nuevo en el frente, logró montar un formato que le permite aparcar las pérdidas acumuladas, lanzar cinco carteles de conmemoración y buscar con ellos una luz al futuro.
Esto, en medio de la incertidumbre con que terminó la temporada anterior, ha sido posible por el apoyo del Hospital San Vicente de Paúl, propietario de la plaza, ganaderos y toreros. La pregunta que deberá contestar la afición es si prestará también el suyo tomando los tendidos. La sobrevivencia de la fiesta en la segunda ciudad de Colombia (en la primera, yace ya en estado vegetativo), será decidida por quienes dicen amarla votando en las taquillas.
El viernes a las 7:30 de la noche comenzará el escrutinio. Ante toros de Rincon Santo, Santa Bárabara, Achury Viejo, Ernesto Gutiérrez, Vistahermosa y El Paraíso; El Cid (único doblete), Escribano, Luque, Fandiño, Roca Rey, Maravillas, el jinete Ventura, los nacionales “Guerrita”, Libardo, Ritter, Castrillón, junto a la esperanza de la tierra Juan de Castilla quien rematará con encerrona, hacen un fuerte llamado a gradas.
Pero la verdad es que los creyentes no van a misa por el cura que la oficia sino por la misa en sí. Los aficionados de verdad también, sobre todo cuando en ello va la existencia de su credo.
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