sábado, 24 de octubre de 2015

CRUZANDO EL MAR - VIÑETA 124

Viñeta 124
Cruzando el mar
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 20 de octubre del 2015

Tras los últimos arrastres en Zaragoza y Jaén, se fue la temporada europea 2015. Ya vendrán estadísticas, balances, análisis, conclusiones. Mientras tanto, la fiesta cruza el mar, hacia puertos aun francos en México, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela.

Viaje, que no por repetido deja de ser a otro mundo. Cambia todo, porque cambia lo esencial; el toro. Menos trapío, fiereza, edad, integridad, y lo que de allí deriva; los valores.

Ni el medio milenio de hispanidad transatlántica, ni la inmediatez y ubicuidad de la comunicación, ni las bien intencionadas legislaciones han logrado generalizar un sistema taurino de pesos y medidas. Ni siquiera de lenguaje. “Toro” no significa lo mismo acá que allá. Tampoco, faena, premio, triunfo…

Solo la liturgia es igual. ¡Ah! Y los honorarios de las figuras que no merman, incluso aumentan en algunos casos. De resto la corrida es otra. Para qué nos vamos a mentir invocando matices culturales e identidades. Una cosa son las idiosincrasias y otra la realidad objetiva.

En el arte caben variaciones, gustos, folclor, pero en la justicia no caben las imposturas. Un metro, es un metro, un kilo es un kilo y un engaño es un engaño, aquí, en Madrid y en Cafarnaúm.

Por este lado del charco nos hemos acostumbrado al sucedáneo. Hemos olvidado (si alguna vez lo supimos) lo fundamental. Que en el toreo (arte-rito) lo estético y lo ético son unidad. Omitimos qué en él, si la belleza no está soportada por la verdad no vale. Que lo bonito falso resulta más que vano, abyecto. Este olvido nos hace vulnerables.

Además, la crisis, los costos, el enemigo, el cerco invitan, más que a la solidaridad a la complicidad. A facilitar, “americanizar”, igualar todo por bajo. Ya está sucediendo. Se alcahuetea parejo en ambos mundos. Renta. La publicidad hace de celestina. Pero eso, más que un pecado, es un error. El negocio vive de la autenticidad del culto, falsificarlo, a la larga matará los dos... y con oprobio.        

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