VIÑETA 531
De los Boomer a
los Alfa
Manuel Benítez
Pérez “El Cordobés 1965. Foto: (Cordon Press), El Confidencial
Ahora, viendo televisión vuelvo a los sesenta que
viví con la fogosidad de la temprana juventud. Cambiar el mundo, era la consigna
mesiánica de mi hoy vetusta generación. La “Boomer” como la llaman los demógrafos.
Contracultura, rebeldía, independencia, liberalidad, viaje a la luna, arte pop,
otra estética… Si los Beattles la marcaron en la música, Muhammad Alí en
el deporte, Warhol en la pintura y Neil Armstrong en la luna; Manuel Benítez
Pérez “El Cordobés” lo hizo en el toreo.
Lo
internacionalizó con su leyenda, asaltando los cánones, apasionando, reventando
taquillas, cargando con la excomunión de la cátedra purista, y la impostada, y llevándose
la época tras de sí, como flautista de Hamelin. Cuánto mandó entonces, proyectando
la fiesta a estratos de popularidad, globalidad y prosperidad jamás alcanzados.
Quien mejor lo definió fue Gerardo Diego:
“El
Cordobés”
es el toreo
al revés
y es el
mechón de través…
“El
Cordobés”
es el toreo
en inglés,
en danés
y en
pequinés
y en
volapuk y sin mover los pies.
Desde una España que tras larga y enquistada
posguerra se reabría y era redescubierta por el mundo con enamoramiento. A él
se debe con mucho la opulencia que la tauromaquia vivió durante medio siglo,
hasta el 2014, cuando volvieron las vacas flacas, las plazas solas, los campos exiguos
y la impopularidad, que debilita y atrae las fieras como la sangre.
Las plumas pontificias que lo zaherían entonces, (y
todavía), tildándolo de hereje tremendista que no oficiaba con la devoción de
Ordóñez, El Viti, o Camino…, ignoraban el desfile de empresarios que con los
maletines llenos peregrinaban a "Villalobillos" para implorarle que
no se retirara.
Bueno, ahora, promediando los veinte del nuevo
siglo, cuando la generación “Alfa”, la del Ipad, la inteligencia
artificial, la virtualidad, la diversidad, la ecología, el futuro, sale del Covid
buscando portaestandartes. Ahora que en los toros llevamos diez años terribles,
coronados de espinas por una pandemia. Ahora que al fin surgen signos de
convalecencia; vuelven los cinqueños, el fervor y los “No hay billetes”. ¿Cuál es
el ícono?
Sorpresa. El máximo reclamo resulta ser un joven suramericano.
Quien, (lo digo yo que los he visto a los dos), no se podría comparar con aquel
contestatario fenómeno sesentero. Pero qué sí ha vuelto a llenar plazas y traer
la nueva generación con él, como a un renacimiento. Como a un amanecer del no
más anoche que ganaderías enteras iban a los mataderos, cancelaban ferias y la
fiesta fenecía.
Pero igual que antaño, algunos altavoces comienzan
a cobrarle al advenido (lo que a otros no). “Porque hay que exigirle”. Ladinamente
claro. Cuando triunfa y produce mítines…, “es por suerte en los sorteos”, “porque
el toro facilita”, “por ignorancia de los públicos”, “porque está evolucionando
para parecerse a sus mimados”, “porque no torea con sutano y con mengano”.
Domingo Delgado de la Cámara diagnosticó la cosa por
OneToro, viéndolo torear a “Leguleyo” en una plaza enloquecida. “Se ha
puesto de moda entre quienes posan de buenos aficionados ser anti-Roca Rey”.
Sin embargo, él, callado. Igual que desde niño, (torero
de nación), va con su verdad, sin disfraces ni posturas, arrimándose y echando
pa´lante. Con el bueno y con el malo, de largo y en corto, de rodillas y de pie,
al derecho y al revés. Abriendo puertas grandes por doquier. Cautivando afición
imberbe (ídolo de mi nieto y de otros nietos) “Los Alfa”, como les
dicen, y vendiendo a montones entradas y suscripciones de TV. Recapitalizando el negocio.
Está
bien. Como ayer, todo no es eso, pero eso podría ser todo en las condiciones
actuales. ¿Además, no era lo que imploraban?