VIÑETA 472
Mirando a Francia
Jorge Arturo Díaz Reyes, IX 11 2022
Mientras en América la
impostura transideológica criminaliza la tauromaquia, y en España la barbarie
ilustrada pugna por amputarla de la cultura y la vida, mirar, aunque solo sea por
televisión, hacia la Francia libre reconforta.
Por ejemplo, ayer en Dax, al cierre de su feria “Toros y salsa” (nombre
frívolo, pero con mucho devoto público), los toros de Fraile, moderados de volumen
y armas, cuatro con el hierro del Puerto de San Lorenzo, y primero y sexto con
el de Ventana del Puerto, abrieron un menú de diversas opciones lidiadoras a
una terna sevillana que ofició con sus distintas personalidades en una corrida
de contenido.
Un Luque cuasi perfecto, un Morante más allá del arte y un Juan Ortega de
inefable exquisitez, interpretaron cada cual a su manera los respectivos lotes.
Llevando la tarde de la sima a la cima y de nuevo a la sima. Primero el manso
al que José Antonio no le dedicó el menor esfuerzo y le malmató, entrando seis
veces a paso de banderillas, las cinco primeras contra hueso y la última
estocada corta de tardo efecto. Su grey se dividió.
Pero con el cuarto, enrazado y exigente, que se le coló al primer viaje,
mostró que su atuendo reminiscente del toreo romántico no solo es para el
consumo de noveleros, que también trae dentro un lidiador acorde al ornato.
Peleón, se trenzó de tu a tu con el sedicioso en nueve lances y medio, más una
larga de la cual salió desarmado y perseguido, pero no desairado. Pues el acoso puso de presente lo seria que
iba la cosa. No fue una faena limpia, no fue una faena de languidez ni
floritura, fue una reyerta fiera, que la banda y la grada sintieron hondo desde
la primera tanda, de seis ayudados altos y bajos, natural, molinete, ayudado,
natural y pecho. Algunos de moderna postura y compostura, y otros a la antigua.
Y así toda la brega, larga e intensa de lado y lado. Una estocada total arriba con
poca muerte, que atrajo un aviso tardío y una espera impertérrita del maestro,
lejos, acodado en tablas. Rodó al fin “Langosto” y la petición de oreja
no fue toda la que mereció la muy significativa faena.
El tercero, alegre y noble, pero a menos. Juan
Ortega brindó con él las cosas más bellas de la tarde. Entre verónicas de
saludo y delantales de quite, su inicio genuflexo con la muleta, los
adicionales de remate, los seis naturales redondos, lentísimos, templadísimos y
ligadísimos echaron las campanas al vuelo. La obra sostuvo la tesitura sublime
hasta que “Buscarillo” perdió celo, la porfía sobró, y la media espada
en sitio, aviso y descabello dieron un cierre innjusto.
El Algabeño había saludado, tras su segundo
expuesto par del cual salió perseguido y por poco cazado en tablas. Con el
sexto, mansurrón, el trianero atercó lo imposible llevando al aburrimiento: Seis
pinchazos, un aviso y un descabello. Le faltó medida a Juan en ambos turnos.
Luque, sin mácula con un noblote soso y también
con el bravo de la tarde. Si con el uno la falta de transmisión nubló la
exactitud del toreo, con el otro alcanzó la cima como decía. “Malvarrosa”,
cornivuelto, negro, número 134, de 538 kilos, atacó pronto y de largo desde que
salió hasta que murió. Tomó a galope desde los medios las dos varas de Juan de
Dios. Con igual brío las tres chicuelinas y la revolera del quite de Ortega,
las cuatro cordobinas, media y larga del de Luque y se les fue encima a los
banderilleros. Se dolió, quizá la única peca.
Luego, siguió la muleta, fijo, codicioso y
repetido, circundando al torero que no e concedía un milímetro de terreno. “Zocato”
diría en le callejón: “a Luque hay que contarle no los pasos que da sino los
que no da”. Quietud, economía, precisión, estética y emoción. La plaza
rugía ¡Luque, Luque! y para terminar en los medios, tres naturales en círculo,
cuatro luquesinas a toro uncido y un estocadón hasta la bola que hizo incuestionables
las dos orejas y la puerta grande.
Viendo la desaprensión
del público, recordé que en los Campos Eliseos de Paris, bajo una estatua del
general De Gaulle, hay una frase suya. “La historia de Francia es la de un
compromiso eterno con la libertad”. Que incluye la tauromaquia, por
supuesto.
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