Ayer,
en la última de San Isidro, Juan Del Álamo dio una vuelta al ruedo, Román saludó
dos veces y Garrido quedó silenciado. Mientras el encierro se fue la mitad
ovacionado de salida y la otra de arrastre.
Se
arriesgó mucho, se ligó nada y se mató mal. Eso signó la corrida. Pese a ser
muertos, mal muertos, triunfaron los toros. Bueno, la importancia del toro fue
la tónica general de toda esta feria sui generis, qué cerraba y quedará marcada
a hierros en el recuerdo. El toro adulto, cinqueño más del 95%, le dio gran significado
a cuanto hicieron los toreros. Que fue mucho, y reflejó con sangre, sudor y arte
lo que viene pasando en el mundo. Hubo heridos graves. No muertos, gracias a
los médicos. Es como si el año y medio de tribulaciones, que ha forzado también
un año y medio más de crianza, hubiese templado a fuego todos los elementos de la
fiesta. Cada
época tiene su toreo y este tan serio San Isidro 2021, celebrado en Palacio multiuso,
con público más virtual que presencial, por diferente empresa, pero en la misma
ciudad capital, ha sido de nuevo, con todo y sus limitaciones, la primera feria
del mundo. La que refleja la historia y fija los valores. La que otra vez ha
declarado que el toreo no se rinde. Ayer,
la casta y poder de los albaserradas se impuso y como dijo al final el ganadero
Adolfo Martín, sus toros “defendieron el pabellón”. Y digo
yo, probaron una vez más que el toro no tiene por qué ayudar a que lo burlen y
lo maten. Que esa falacia posmodernista está bien para los mataderos. Pero, aun
así, con todo y que “no ayudaron”, de haberles acertado con los aceros,
hubiesen dejado al menos dos orejas en manos de los esforzados que los
enfrentaron. Ellos por su parte cumplieron, atacaron los caballos y empujaron
con celo, y sin pausa las capas, banderillas y muletas. Salieron
a probar que como decía Belmonte, “cuando el torero manda, todos los
terrenos son del torero y cuando el toro manda, todos los terrenos son del toro”.
Esa eterna cuestión se volvió a debatir a profundidad cada una de las once
tardes oficiadas sobre la arena de Vistalegre. Ante el mundo, gracias a la formidable
transmisión televisiva. ¡Chapó! Y hasta pronto San Isidro, qué si no puede ser
en Las Ventas, pues ya sabemos dónde y con quién.
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