Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali diciembre 15 de 2020
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Medellín Colombia 2016. Foto: Jorge Arturo Díaz R. |
Colombia, segunda nación del mundo en
desigualdad social (Banco Mundial). Martirizada por una guerra sucia de 72
años. Desbordada por niveles delincuenciales orgiásticos. Parasitada por una
corrupción insaciable. Endeudada sin freno. Cercenada, deforestada, envenenada
(con herbicidas, cianuro minero, etc.) y administrada históricamente como
indica todo lo anterior, es también hoy uno de los once países más golpeados
por la pandemia.
Sin embargo, para muchos de sus políticos (no
todos), el problema prioritario son las corridas. Criminalizarlas, prohibirlas,
erradicar del territorio nacional el toro bravo y su culto. Eso, ha recabado y
votado una mayoría variopinta de representantes en la comisión primera de la
Cámara, exigiendo de nuevo enfrascar el parlamento pleno en tan urgente asunto.
Como si no tuviese más que atender. Así gastan el tiempo que cobran a precio de
oro estos notables.
—Nosotros no somos responsables de la situación
—parecen decir —El mal es la tauromaquia, el pecado es el toreo, el engendro es
el toro. Ese es el enemigo, el principal obstáculo al paraíso que vendemos en
todas las elecciones.
Viejo pero eficaz recurso. Lanzar un señuelo y
azuzar la jauría... El que sea, el otro, el bárbaro, el distinto, el hereje, el
taurino… ¡A la hoguera que alumbra la cultura verdadera, la patria purificada,
la vida sin fin...! ¡A ellos que la causa justifica todo; el odio, el abuso, la
canallada...! ¡Vamos, qué hay licencia para matar libertad, convivencia,
derecho…! ¡Aprovechen, que vale segregación, desprecio, calumnia, insulto,
puñetazo, asonada, bomba (en la plaza de toros), montonera legislativa...!
¡Ánimo, es por la civilización, la moral, el progreso…!
En ese caldo de impostura se debaten animalistas
(exterminadores), pacifistas (belicosos), demócratas (autoritarios),
ambientalistas (contaminadores)... En fin, para qué redundar. Quizá la prisa
que les empuja brote de su mala conciencia. El miedo a que se les anticipe la
otra peste, acaben matando un muerto y no puedan reclamar el triunfo.
Qué no teman, venimos desde el fondo de los
tiempos, aguantaremos. Además, de no ser así, tampoco perderían. Siempre
hallarán una presa para sus traíllas que les permita seguir en las mismas. Ojo,
los que se crean a salvo.
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