Viñeta 377
Vamos para noviembre, la peste arrecia, la mortandad aumenta, el miedo reina, la economía tiembla. El mundo sin más remedio para. Todo se viene a menos, excepto el desconcierto, y esto resulta peor que la enfermedad.
Otros muchos padecimientos quizá más graves; infecciosos, renales, tumorales, cardiovasculares…, quedan de lado en los hospitales. Hasta los templos cierran. Los machos alfa de los rebaños humanos, políticos de profesión, más que sumarse a los esfuerzos preventivos y asistenciales, parecen atareados en convertir la calamidad en oportunidad propia, y rentabilizarla electoralmente.
¿Y el toreo? Qué podremos decir del toreo, considerado incluso por muchos taurinos como “recreación” y por lo tanto prescindible. “Un año sin toros tampoco es el fin del mundo” dijo uno, y no uno cualquiera. Bueno, tiene razón, no sería el fin del mundo, pero sí podría serlo del “mundo taurino”.
Ahí están las plazas, (la mayoría) clausuradas, con sus temporadas abortadas. Ahí van Las estadísticas en barrena, con las lógicas consecuencias de sufrimiento humano, la gente del toro vive de su oficio. Ahí van las ganaderías desapareciendo...
Por fortuna no todos se rinden. Habrá que recordar después, aquellos que sacaron el tesón de seguir adelante en estas tan adversas circunstancias. Habrá que aplaudir su aguante. Habrá que reconocer su coraje, virtud torera por excelencia. Y habrá, es de justicia, que tener presente a quienes mantuvieron el toreo vivo, triunfadores y no, por igual: empresarios, ganaderos, vaqueros, transportadores, toreros, novilleros, aficionados, periodistas... No hay espacio para citar nombres, pero todos saben quiénes son, quienes lo están haciendo.
Actitud torera ejemplar, coincidente además con la opinión de los epidemiólogos que invitan a domar el virus, atreverse a convivir con él, porque ni siquiera una posible vacuna garantizará su pronta extinción. No hay otra salida.
Paralizarse y vegetar es tan trágico y tonto como ignorar el contagio lanzarse. Tendremos que defendernos activamente. Nos lo están diciendo. Hacer de tripas corazón, de la higiene capote y al toro. El toreo enseña siempre.
Toreros en la pandemia
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali octubre 20 de 2020
Jaén. Foto: Valdivieso – Sentimiento, www.burladero.tv
Vamos para noviembre, la peste arrecia, la mortandad aumenta, el miedo reina, la economía tiembla. El mundo sin más remedio para. Todo se viene a menos, excepto el desconcierto, y esto resulta peor que la enfermedad.
Otros muchos padecimientos quizá más graves; infecciosos, renales, tumorales, cardiovasculares…, quedan de lado en los hospitales. Hasta los templos cierran. Los machos alfa de los rebaños humanos, políticos de profesión, más que sumarse a los esfuerzos preventivos y asistenciales, parecen atareados en convertir la calamidad en oportunidad propia, y rentabilizarla electoralmente.
¿Y el toreo? Qué podremos decir del toreo, considerado incluso por muchos taurinos como “recreación” y por lo tanto prescindible. “Un año sin toros tampoco es el fin del mundo” dijo uno, y no uno cualquiera. Bueno, tiene razón, no sería el fin del mundo, pero sí podría serlo del “mundo taurino”.
Ahí están las plazas, (la mayoría) clausuradas, con sus temporadas abortadas. Ahí van Las estadísticas en barrena, con las lógicas consecuencias de sufrimiento humano, la gente del toro vive de su oficio. Ahí van las ganaderías desapareciendo...
Por fortuna no todos se rinden. Habrá que recordar después, aquellos que sacaron el tesón de seguir adelante en estas tan adversas circunstancias. Habrá que aplaudir su aguante. Habrá que reconocer su coraje, virtud torera por excelencia. Y habrá, es de justicia, que tener presente a quienes mantuvieron el toreo vivo, triunfadores y no, por igual: empresarios, ganaderos, vaqueros, transportadores, toreros, novilleros, aficionados, periodistas... No hay espacio para citar nombres, pero todos saben quiénes son, quienes lo están haciendo.
Actitud torera ejemplar, coincidente además con la opinión de los epidemiólogos que invitan a domar el virus, atreverse a convivir con él, porque ni siquiera una posible vacuna garantizará su pronta extinción. No hay otra salida.
Paralizarse y vegetar es tan trágico y tonto como ignorar el contagio lanzarse. Tendremos que defendernos activamente. Nos lo están diciendo. Hacer de tripas corazón, de la higiene capote y al toro. El toreo enseña siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario