Viñeta 369
Querido Antonio…
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali agosto 25 de 2020
Ayer, al despertar, la primera noticia fue la de tu muerte. Qué dolor. Desde muy lejos te lloro y pienso en tu familia. Todo tan inesperado, tan irrevocable, tan triste...
Ir
dejando los amigos por el camino es una de las peores pesadumbres que trae la
vejez. El mundo de uno se va desmoronando y los personajes que lo poblaron se lo
van llevando a pedazos. Tú, la pérdida más reciente.
Compañero
de corridas, de conversaciones, aficionado integral, amigo afectuoso, crítico serio.
Tantas tardes en Las Ventas, hombro con hombro, mirándonos sin hablar en los
momentos cruciales. A veces con sorpresa, otras con alegría o con enojo, y algunas,
las menos, desbordados por el sentimiento.
Como
aquella 24 de San Isidro. Hace ya siete años, cuando al terminar los dos primeros
espléndidos tercios a “Pilarico” el 5º de Cuadri, negro, cuatreño de
cinco hierbas, con 620 kilos, manso por cierto, el picador Tito Sandoval y los
banderilleros: David Adalid, Fernando Sánchez y Marco Galán arrancaron la
vuelta al ruedo, sin su matador Javier Castaño, quien aun no había iniciado
faena, bajo una ovación de órdago que les brindaba la pletórica plaza en pie.
Al
pasar abajo de nosotros, la estructura temblaba. Con un nudo en la garganta, te
miré de reojo, queriendo espiar tu reacción y estabas con la vista en el ruedo,
estático, silencioso, absorto, sin aplaudir, pero con las lágrimas rodando por
tus mejillas. No te dije nada. En ese instante me abrumó la certeza de lo
trascendental, del significado, de la hondura, de la devoción.
Esa
imagen, antes de otras, ilustra la portada del archivo que guarda mi memoria de
ti. Archivo en cuyas entrañables páginas también figuran como notas de
aprendizaje las tertulias previas de corrida en “Onda Cero” a las que dada la
importancia de los invitados no me sentía merecedor de asistir, pero a las
cuales concurría obligado por ser tu quien me invitaba. Cómo decirte no. Cómo
decir más cosas ahora.
Para
los que tuvimos el privilegio de tu amistad franca y generosa, dejas en la grada
y el corazón un vacío irreparable. Ya nada será lo mismo. Partes en tiempos
aciagos. Gracias por tanto querido Antonio Carrasco, devuelve tus átomos
al universo y descansa en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario