Viñeta 222
Homenaje a Cataluña
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 10 de octubre 2017
Estela originaria de la ciudad de Barcelona 230 D.C. Foto de: https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10409958 |
Primero el idioma, luego los toros, ahora las personas y mañana todo. Excluir, excluir, excluir es la consigna de algunos políticos catalanes en modo poder. Ávidos de un estado solo para sí, a su amaño, a su albedrío.
Desmembrar a España, contra el querer de muchos, quizá la mayoría de sus paisanos, atropellando la constitución y sin consultar el derecho ni la opinión de los demás españoles.
Cómo ignorar la enorme manifestación unitaria que los rechazó el domingo en Barcelona. Cómo aceptar el arrogante desprecio. Cómo no reír ante su torpe macartización de que estaba “liderada por la extrema derecha”.
El británico George Orwell, izquierdista, crítico de palabra y hecho a todo totalitarismo, militó hace ochenta años voluntario en la guerra civil por esas tierras, y sangró sobre ellas. En su duro testimonio autobiográfico, “Homenaje a Cataluña” cuenta cómo fue combatido más ferozmente por los totalitarios de su propio bando que por los del contrario.
Los de aquel tiempo, también justificaban sus fratricidas persecuciones acusándose mutuamente de obedecer a la otra extrema. Entonces, igual podrían contestar hoy los manifestantes dominicales descalificados; que la vanidad, la rotulación y la imposición del voluntarismo sobre la razón, hacen ver las maneras del nacionalismo catalán como una concurrencia de la vieja intolerancia que rodeó el drama de Orwell.
Nazismo, estalinismo, narcisismos opuestos. Nombres idolatrados antes y execrados después, pero que siguen sirviendo a los herederos de una y otra estirpe como armas arrojadizas, como infamias que marcan y justifican cualquier agresión contra quien las recibe.
No soy español y contemplo la situación a distancia, desde el otro lado del mar. Mi opinión por tanto carece de relevancia. Pero por una cosa sí podría valer. En Colombia sabemos mucho de segregación maniquea, de invención de fronteras, pues hemos pagado el aprendizaje con lágrimas y sangre de generaciones. Acá empezamos así, aislándonos, extrañándonos y señalándonos como mejores y peores, dignos e indignos, buenos y malos... No hemos terminado.
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