Viñeta 206
Dos meses cruciales
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 27 de junio 2017
Plaza de Las Ventas. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes |
Y al cierre, lo que fué, fué. Ninguno quedó valiendo más ni menos de lo que mostró. Ya no caben disculpas. Ni qué viento, ni qué loma en los medios, ni qué niño muerto. Igual a todos los años, lo qué pasó, pasó y cada uno en su propia realidad.
Cotizaciones muy altas alcanzaron, los santacoloma de Rehuelga imperdonablemente descompletados por los veterinarios, y frente a toros diversos, las tauromaquias de los veteranos Ferrera y Ponce. Aquella clásica y esta modernista, las dos bien aclamadas, así, el errático palco hubiese caído en privilegiar la segunda con una Puerta Grande tras muertes descalificantes.
Beneficiarios más hubo. Sin echar campanas al vuelo, el joven torero Ginés Marín, el novillero Colombo y el rejoneador Galán, por ejemplo. No pocos incrementaron o sostuvieron su vitola, gracias también a la disparada liberalidad en el reparto de orejas.
Damnificados, los más, aunque algunos, con cartel a prueba de vendavales tendrán corta convalecencia; Miura, Morante (perdón por mencionarlos juntos), Hermoso... Quizás el más inesperado, por su optimismo ruidoso, la empresa, que pese a las grandes concurrencias acusa pérdidas o de pronto ganancias mínimas. Su crédito en el capítulo toro cayó al principio, pero luego recompuso con edad y trapío.
El tan respetado respetable de Las Ventas, aguantó su lealtad a la taquilla, más no tanto a los cánones. La exigencia y acierto siguieron esa tendencia decreciente de los últimos años. Es que la cultura taurina requiere más de lo que se aspira promover con las exposiciones, una corrida de clavel, figuras y toros escogidos, o matizando el callejón con invitados de la farándula mediática.
Sin embargo, los hechos, tantos festejos consecutivos y tan asistidos (de rey para abajo), gritan en el balance general que, pese a todo, la fiesta vive y Madrid sigue siendo su capital mundial.
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