martes, 28 de marzo de 2017

¿PANDE EL CÚNICO? - VIÑETA 191

Viñeta 191
¿Pande el cúnico?
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 21 de marzo 2017

El Ché Guevara, buen narrador, contó en sus Memorias el primer combate tras desembarcar del Granma. Los guerrilleros fueron emboscados por el ejército batistiano dentro de un cañaveral. De los 80 solo sobrevivieron 12 huyendo cada cual por su lado.

Una de las cosas que más impactó al hasta ese momento médico de la expedición, fueron las actitudes absurdas de algunos compañeros, en medio de la balacera descomunal y estruendosa. Dice, uno muy gordo soltó el fusil e intentó escudarse tras una delgada caña pidiendo silencio con un dedo sobre los labios. Claro, esa pantomima desquiciada no lo salvó.

El miedo incontrolado, mueve a comportamientos paradójicos individuales y a enloquecimientos masivos. Ejemplo, las hecatómbicas estampidas humanas, desatadas por una leve alarma.

El miedo es humano sí, pero dejarse dominar por él es animal. Se igualan uno y otro cuando el instinto desborda la razón. Quizá ese igualamiento sea el nirvana de los animalistas, pero no el de los humanistas, para quienes lo racional en circunstancias apremiantes ha sido aguantar, templar y gobernarse, como enseña el toreo. Que tampoco está exento.

Lo grita la espantada de algunos taurinos por el fundamentalismo anti, que podría generalizarse a carrera mortal hacia el abismo. Observando inventos, no dejo de recordar el relato del Ché. Ceder. Transformar la corrida en show holliwoodense. Teatralizar, frivolizar. Bailar al son que toquen. Echar los toros del ruedo al matadero y vengan lucecitas, cartón y salsa de tomate...

Patético. Descomponerse así sería morir, dejar de ser. La trascendencia milenaria del culto taurino se debe a su autenticidad, a su dura verdad como expresión ritual-estética de fatalidades biológicas y paradojas existenciales. Tirar la espada y ocultarse tras una caña de utilería es un tragicómico final. El peor.

Años ha, el actor mexicano Gómez Bolaños hacía que su antihéroe “Chapulín”, acobardado en situaciones peligrosas confundiera los significados: “Que no panda el cúnico”, pedía y todos reíamos. Ahora, dan ganas de llorar.

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