El ruedo ibérico
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 8 de marzo 2016
Desde aquí, como desde una barrera, seguí la semana pasada los debates de investidura en el congreso. Un muestrario de la sociedad, la política, los afanes, las pugnacidades pero también del talante y el ingenio en la España de hoy.
No sé hasta donde la condición de observador extranjero, distante, me permita imparcialidad. La total es imposible, y en este caso inclinan, el afecto por el país, el interés por su futuro y un vínculo particular; los toros, cuya suerte también estaba en juego. No los mencionaron, pese a que algunos trataron de saltar a la torera, pero ahí estaban, tácitamente para mí
En el ruedo parlamentario la retórica es el arte. Palabras, gestos, atuendos buscando cautivar más que convencer. Teatro de lo adusto y lo cómico. De lo último sí que hubo. Humor picaresco, rasgo nacional que aun en las confrontaciones más hondas burla fronteras e identifica lo español.
Por el salón vagó siempre aquel espíritu que Cervantes, Alemán, Rojas, Quevedo y otros menos agudos identificaron en sus gentes y capturaron en sus papeles. No diré quién se me pareció más a cuál de sus famosos personajes. No es relevante. Pero sucedió, haciendo pensar otra vez que sí los españoles han sobrevivido juntos tanto tiempo será porque son capaces de reír y hacer reír así.
Quizá por eso, ahora que intento reconstruir esas “históricas” faenas para unos, feria de vanidades para otros, encuentro solo suertes aisladas, y más de corte bufo que serio...
El beso labial en los medios, con postrer caricia glútea, del macho alfa podemista y el secesionista Domenech.
La pataleta del portavoz de Ciudadanos, indignado por no ser llamado antifranquista.La contrapataleta de Rufián, el acusador esquerrista que insistía.
La desmayada larga de Patxi López (taurino) a la bravura del senador PP que clamaba tergiversación contra su par del PSOE.
La cara de Stan Laurel que puso Íñigo Errejón cuando lo de la “cal viva”.
El gracioso alimón electoral de la izquierda y la derecha.
La cita de Campoamor: “En este mundo traidor nada es verdad ni es mentira…”, lanzada como desplante y con sonrisa socarrona por el presidente Rajoy. La cual bien podría ser epitafio de un gobierno que malgastó el mayoritario respaldo popular del único partido que ha defendido la fiesta como patrimonio cultural de la nación y de la humanidad, dejándola inerme ante sus enemigos.
Quizá sea un relato pobre y frívolo. Me disculpo. Pero como dijo Corrochano, “Lo que no deja recuerdos no merece contarse”.
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