domingo, 13 de mayo de 2018

EL HÁLITO RADIAL - VIÑETA 249

Viñeta 249

El hálito radial
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 10 de abril 2018

El muerto no estaba muerto. Estaba vivo. Pero no estaba vivo— Con ese retruécano comienza Charles Cumming su novela “El sexto hombre”. Cómo no seguir leyendo.

En esas estaba cuando me llamó Diego —El domingo 15 reanudaremos el programa (El Ruedo)— dijo. Tres meses antes, a poco de terminar la feria de Cali, él mismo, como director, había puesto fin a 37 años de continuidad. Lo había disuelto sin más explicaciones. La evidencia las hacía innecesarias. Me alegré por él y respondí que siguiera contando conmigo. Pero no me sentí muy optimista.

Veo la radio taurina como Cumming a su muerto, viva, pero no viva. Al menos ni sombra de lo vigorosa y feliz que fue hasta terminar el siglo. Para no compararla con otras muy pujantes actuales como la futbolera, por ejemplo.

El asunto ha sido la pérdida de audiencia. Su sangre, su presión arterial, su aliento; tras ella se han ido, la importancia, los patrocinadores, la financiación. Grave, pero solo es el síntoma, no la enfermedad. Esta va más honda. En su razón de ser, la fiesta. Su pulso es común. La salud de una refleja la otra.

Cómo no evocar aquellos años sesenta cuando acá todas las emisoras competían con espacios taurino permanentes, todo el año, y en las ferias no cabían los micrófonos. En las oficinas de la plaza, el patio de corrales, el callejón, los hoteles de la torería, desde el umbral a las habitaciones. De la mañana a la noche. Minuto a minuto. Hasta se colaban en los carros de cuadrillas. Nada escapaba. El interés era máximo. El rating altísimo y los anunciadores hacían su agosto de enero a diciembre. ¡Qué tiempos! ¡Qué pasión! Ya nadie.

Pero qué le vamos a hacer. El domingo a las ocho estaremos de nuevo por “Súper”, con los toros, con los fieles. Manteniendo el hálito radial del acosado culto, pues mientras estemos vivos, no estamos muertos.

DEL TORO Y SUS OREJAS - VIÑETA 248

Viñeta 248

Del toro y sus orejas
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 3 de abril 2018

Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
Imposible soslayar en este comienzo de temporada, el disgusto de un importante sector del sistema taurino, el profesional. Con otro importante sector del mismo, la autoridad. El primero se duele y el segundo aguanta. Mientras el tercero, que sostiene todo, el público, paga y mira expectante.

Es un conflicto de poderes, o mejor dicho por los poderes. ¿Pretexto? el toro y sus orejas. --Que los veterinarios descompletando encierros (poco trapío) y los presidentes no sacando suficientes pañuelos (orejas) nos tienen hasta las trancas-- Claman en los medios empresas, ganaderos y apoderados, directamente o a través de sus portavoces. Los aludidos, callan y actúan a discreción.

¿Quién tiene razón? En las discrepancias puntuales, que siempre las hubo, priman la norma y el criterio del dignatario (presidente), y sus técnicos (veterinarios). Para eso existe la ley. Por encima de ella no está nadie. Y aunque hay distintos reglamentos, todos coinciden sobre principios de honestidad y derecho.

Ya que andamos por abril, citemos el de Andalucía: “La Presidencia de los espectáculos taurinos corresponderá en las plazas de toros de primera y segunda categoría a las personas nombradas para cada temporada por la Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía en la provincia correspondiente, entre la afición a la fiesta taurina sin ningún interés económico, profesional o de parentesco con los miembros de la empresa organizadora, profesionales actuantes o representantes de las ganaderías que intervengan en el espectáculo, valorándose a dichos efectos el conocimiento, profesionalidad, imparcialidad y experiencia en la materia.”

Más claro no canta un gallo. La autoridad es delegada por el estado (gobierno) a nombre del pueblo en la afición (presidente y veterinarios), independientemente de los intereses particulares (profesionales).

Desde la taurocatapsia en Creta (estado-religión) 5.000 años atrás, para no retroceder tanto, si hay un rito cuya verdad, pureza, respeto merecieran legislación, vigilancia y garantía fue la corrida de toros. ¿También “modernizar” eso? ¿Ir por libre?

VIENE ABRIL... - VIÑETA 247

Viñeta 247

Viene abril...
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 27 de marzo 2018

Foto: www.abc.es
Y cabe parafrasear a Filiberto Mira —El meridiano del arte cruza por el ruedo de la Maestranza— Él se refirió a la historia del toreo, que no es lo mismo, pero vale. Se podrá estar en uno u otra más allá o más acá, pero siempre con respecto. Regionalismos aparte. Mira era de Olivenza.   

Y ¿Qué es arte? Habría que contestar como San Agustín refiriéndose al tiempo. Sé qué es, pero si me lo preguntan no lo sé. Indefinición. Uno sabe lo suyo, pero no lo que sabe otro. Al final, el consenso hace costumbre y la costumbre ley. En ello actúan con fuerza proporcional las relaciones de poder. El que más puede más influye. Esto sí, esto no. Empeño de críticos, publicistas y marchantes.

Pesan muchas cosas. Con fuerza mayor, la circunstancia histórica, la sensibilidad colectiva, el estado de la cultura. Cuando la sintonía y el efecto directo de la obra sobre ellas imponen, todos terminan obedeciendo. Es contagioso. Los impresionistas en París, por ejemplo. Claro, no todo “arte” de temporada trasciende. Algo logra vigencia generacional y muy, muy poco se hace intemporal, referencial, clásico.

“Manolete fue el torero del fascismo” dijo con descaro Luis Miguel, coetáneo suyo. Igual podría decirse que “El Indio Ceballos” lo fue de la colonia, “El Cordobés” del destape y quizás haya uno por ahí que será el de como quiera que rotule la posteridad nuestro tiempo. Ya mucho fan proclama su ídolo.

El asunto es que ahora, época del arte desechable, hasta en el toreo donde el artista es la obra, se intenta más reemplazar la falta de creatividad, expresión auténtica y originalidad, con espectacularidad, manierismos y extravagancias.

Robar atención, escandalizar, sorprender ya que no conmover. Eso renta por temporadas, pero no dura. No se puede descrestar a todos todo el tiempo. Abril traerá otra vez a Sevilla, novelería, verdad, esnobismo, autenticidad, oropel, esencia. Tendrá que diferenciarlos. Para seguir siendo meridiano, digo.

martes, 20 de marzo de 2018

OYENDO A SIMÓN - VIÑETA 246

Viñeta 246

Oyendo a Simón
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 20 de marzo 2018

Simón Casas, entrevistado el viernes en el callejón de Valencia reiteró su credo taurino: “Esto es del público, aquí el que manda es el público, solo el público”. Lo hizo con tal convicción que recordó el “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” de Lincoln. Populismo puro.

La cosa es que los políticos han desacreditado esa palabra, identificándola con demagogia. De virtud pasó a pecado, de dignidad a infamia, de halago a insulto con el que hoy se apostrofan a lado y lado sin distingo… ¡Populista tú! ¡Más tú! Fácil, porque pueblo también es concepto impreciso y equívoco. ¿Qué, quiénes, cuantos lo conforman? ¿Acaso las mayorías ocasionales, el público? Mayorías que no siempre actúan con cordura. Sobran ejemplos. Para contenerlas se hizo la ley.

En los toros, qué no son políticos así algunos oportunistas lo pretendan, es igual. No pasó un día y el grueso de la parroquia y sus desorientadores inconformes por la negación de premio a una estocada desprendida, precedida de pinchazo, la cogieron con el presidente que defendía el reglamento. Hasta le coreaban ¡Burro!

Es entendible que la preocupación de un productor, como se define Simón, sea complacer esa clientela. Pero no hasta supeditar a sus veleidades y escaso conocimiento los factores esenciales; toro, torero, toreo, afición, reglamento, autoridad, valores.

Había que oír los lamentos desde la calle Xátiva, por el cotidiano baile de corrales al son del contrapunto entre veterinarios (los malos) y ganaderos y apoderados. Que no puede ser. Que el trapío es subjetivo. Que los que saben son los veedores de las figuras. Qué necesitamos el toro-espectáculo, a tenor con cada plaza. Que…

Oyendo todo eso se pregunta uno si la tauromaquia le debe su milenaria longevidad a la demagogia del mercadeo o a sus verdades. Sin estas podría prosperar el negocio, vendiendo un espectáculo distinto, pero el viejo rito morirá sin remedio. Esto debería saberlo el pueblo antes que nadie.

jueves, 15 de marzo de 2018

NUEVO CONGRESO ¿Y...? - VIÑETA 245

Viñeta 245

Nuevo congreso ¿Y…?
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 13 de marzo 2018
  
Bogotá 18 de febrero 2018. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
El destino del toreo en Colombia, pende del nuevo Congreso de la República. Este, que se acaba de elegir hace 36 horas ha heredado el injusto dilema de aniquilar o no la libertad del culto más antiguo del mundo.

Una tradición de 500 años por acá, prehistórica por allá. Más vieja que el idioma y la rueda. Una “expresión artística del ser humano,” según la ley vigente, 916 de 2004, en su artículo primero.

Ya evacuados en el parlamento anterior los dos primeros debates del proyecto “Por el cual se prohíbe la tauromaquia en todo el territorio nacional”, los político electos o reelectos deben decidir finalmente, asumiendo las implicaciones sociales, culturales, jurídicas, económicas, ecológicas…

Grave responsabilidad, ya que todos los nacionales estamos representados por ellos con iguales derechos; taurinos, antitaurinos y los demás que son los más. El pingüe salario básico que les pagamos ($ 31.332.000, 9.000 euros mes a cada uno, fuera de briscas) les obliga con nosotros, los humanos, digo, no con los animales, pese a que haya quien se sienta lo contrario. ¿Qué harán estas 268 conciencias elegidas?

Seguro, hagan lo que hagan no lo harán a conciencia. Según uso parlamentario, votarán por bancadas. Y el ágora está repleta de ellas: banderas, logos, partidos, circunscripciones, asociaciones, regionalismos, colores, excombatientes, etnias, sectas… La mayoría, con líderes antitaurinos conversos y discursos de ocasión. Ninguna de aficionados.

Aunque algunas, tradicionalistas, gordas por cierto al menos han mostrado tolerancia y sus cabezas asoman a veces por las plazas. Son pocas, pero ganaron. Hacen mayoría. El país más conservador de Latinoamérica las ha refrendado.

Eso podría generar ilusiones de indulto a corto plazo. De parar al menos por ahora, en esta legislatura de cuatro años, la prohibición. Quizás. Pero mientras, crecen otras amenazas internas, letales, como la desnaturalización y el encarecimiento del espectáculo, cada vez más show vip y menos rito, cada vez más élite y menos pueblo, cada vez a precios más inalcanzables. ¿Y…?

sábado, 10 de marzo de 2018

¿NO MÁS INMOVILISMO? - VIÑETA 245

Viñeta 244

¿No más inmovilismo?
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 6 de marzo 2018

Bogotá, enero 27 2018. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
Declina la temporada por América y despunta por Europa. En los dominios del toro no se oculta el sol, podríamos aun parafrasear a D. Carlos I. Pero quizá debamos decir, con menos prosopopeya y más realismo que si por acá llueve por allá no escampa.

El aguacero de orejas, digo. A lado y lado del mar los presidentes de corridas amenazan caerse de sus palcos flameando pañuelos regalones. A veces, primero que todos. ¿Qué les pasa? ¿Moda, política, pandemia?

¿Acaso una ola global de incultura taurina? No puede ser, ahí están los reglamentos que les exigen valorar siempre la faena completa, sus tres tercios y en especial la suerte suprema antes que sumarse gregariamente a los momentáneos caprichos de los públicos. O peor, madrugarles, confundiéndolos e incitándolos a error con premiaciones inconsistentes, para consumo publicitario.

Que toro minusválido, que brega caótica, que fuera de cacho, que trapo enganchado, que desarme, que pinchazo, que acero descolocado, que gazpacho... Nada importa. Lo que importa son las orejas en el titular, entre más mejor.

Sin embargo, aunque sus señorías actúen con buenas intenciones; amor al espectáculo y deseo de “salvarlo”, me parece que van por mal camino. Sí, porque al someter el rito al negocio, se obligan más a vender que a juzgar. A obedecer la norma mercantil; “el cliente siempre tiene la razón”. A no contrariarlo, a servirle lo que pida; orejas, rabos y hasta los principios para que sienta que valió pagar y vuelva.

Adular al consumidor. Si no quiere la fiesta como es ofrecerle otra. Estar abiertos a transformarla según el mercado (tiempos que corren), toro, liturgia, puyas, banderillas, espada, premios.... ¡Recordemos el peto! ¡Hay que modernizar! ¡No más inmovilismo!

Y pensar que la verdad ha sostenido por siglos, que Joselito “El Gallo” vino a cortar su primera oreja en La Maestranza solo al cuarto año de alternativa (1915). ¡Bah nostalgias! Todo es toro. Tira el pañuelo Pepe, no seas protagónico. ¡Vengan más orejas!

martes, 27 de febrero de 2018

SOL Y SOMBRA - VIÑETA 243


Viñeta 243

Sol y sombra
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 27 de febrero 2018

Foto: Camilo Díaz
“Sin el sol el mejor torero es como un hombre que hubiera perdido su sombra…” escribió Hemingway en su largo ensayo Muerte en la tarde. El prosista yanki que también era poeta y dígase lo que se haya dicho, aficionado profundo, tiró esa frase, no como un lance lírico sino como un teorema.

Y lo desarrolló rápido en el mismo párrafo. “La teoría, la práctica y el acoplamiento de la corrida se han montado suponiendo que el sol va a estar presente, y cuando no brilla, falta una porción importante.”

Pragmático, parco directo. Caracteres nacionales que recogió en su estilo, ahora globalizado, y que hicieron de él quizá el más norteamericano de los escritores. Mi estilo, ironizaba, es la suma de mis defectos. Los cuáles por supuesto no le permitían circunloquios ni puntada sin dedal.

“Todo lo que puedo desear (para la corrida) es que sea una tarde calurosa y soleada” confesaba, pero no se atribuía originalidad en la observación. La presentaba como lo que era, como un viejo adagio. “El español dice: El sol es el mejor torero”.

Los adagios, expresan la sabiduría popular, verdades empíricas probadas por generaciones y generaciones. Ahora, las neurociencias vienen y descubren el agua tibia. Que sí que son ciertas. Que tienen razón.  Que toro, torero y público, como todo ser viviente, como todo el sistema solar le deben todo al sol y funcionan a su tenor. Que la noche y el día, que el reloj intracelular, que el ritmo circadiano, que el hipotálamo, que el núcleo supraquiasmático, que la melatonina, que las hormonas hacen a los protagonistas de la corrida mejor dispuestos para ella cuando brilla el astro rey.

Bueno, por mi lado, cientifismos y lugares comunes aparte, coincido con Hemingway, jamás he preferido las tardes encapotadas, las corridas nocturnas ni las plazas techadas. Estas en particular, a despecho de sus conveniencias mercantiles, me parecen contra natura, chocantemente posmodernas, esnob y aburridoras.