lunes, 5 de mayo de 2025

ESTÉTICA ESENCIAL - VIÑETA 567

 
VIÑETA 567
 
Estética esencial
Jorge Arturo Díaz Reyes 5 V 2025 
Estocada de Morante a “Bodeguero”. Foto: Arjona, Pagés
 
Hoy va la temporada sevillana 2025 por su décimo festejo. La he seguido día tras día en las diversas crónicas, y he visto por la televisión dos corridas; la sexta y la octava, ambas a plaza llena. Y creo que los dos momentos de mayor conmoción han ocurrido en estas, que por coincidencia transmitió Canal Sur.
 
Uno, con la faena de Morante al cuatreño “Bodeguero”, cuarto de Domingo Hernández en la sexta, y el otro, con la de Manuel Escribano a “Mosquetón” el cinqueño quinto de Victorino Martín en la octava. Cómo pusieron ambos la plaza. Las cosas del público son del público. No vamos a juzgar aquí su acierto, su justicia, su gusto, que ya incluso han sido descalificados por algunas críticas preciosistas. Podemos mejor suponer el porqué de tan similar explosión colectiva.
 
Para empezar, eran dos toros de talante antagónico. El domingohernández, un soso remolón. El victorinomartín, un fiero indómito. Si algo tenían en común era el alto grado de dificultad para conseguir con ellos ese clímax, ese delirio a que llevaron la plaza. Siendo además que ninguna de las dos lidias (auténticas) fue un dechado de pinturería ni estilismo. No podían serlo. De ahí se agarraron los censores para dar por hecho que “no merecían las dos orejas”.
 
Dos maestros muy veteranos. Morante, a sus cuarenta y seis años, veintiocho de alternativa, y víctima de una depresión incapacitante que lo apartó del ruedo por meses, volvía cargado de responsabilidad, tras una intrascendente reaparición en Resurrección, a una plaza que lo venera como artista, para enfrentar los toros y su propia circunstancia. Escribano, por otro lado, cinco años menor, torero de corridas duras en la plenitud física y mental de su carrera (21 años), exigido siempre a refrendar el alto cartel ganado con proezas anteriores en ese mismo ruedo.
 
Dos gestas. Dos tauromaquias contrarias, dos bregas poderosas, que superaron a muerte toros tan distintos, los amoldaron, y los pusieron a su merced. Pero, sobre todo, dos dramas reales, en los que más allá de la destreza, la inteligencia y el sentimiento se jugaron el honor y la vida.
 
Porque si a “Mosquetón” se le dio la vuelta al ruedo, fue por la fiereza que mantuvo a Manuel en el filo de la navaja, no por su docilidad. Y a “Bodeguero” no se la dieron por su falta de emoción y fijeza, no de peligro, que obligaron a Morante a entregarse por encima de sí mismo, hasta esa estocada encunada entre los pitones, de la que como dijo al final, “Maté con ortodoxia, como he querido poder hacerlo tantas veces...”
 
Qué está máxima respuesta emocional y premiación del público sevillano fuese motivada por la estética trágica, esencia original del toreo (la épica), no por su remedo coreográfico, y que haya sido en la Maestranza, “crisol de arte” (cliché), meridiano de la historia (Filiberto Mira), muestra su vigencia en la afición de nuestros días.
 
Estética esencial, aún resistente al espíritu de la época, que la empuja cada vez más con la virtualidad, los abalorios y la vacía espectacularidad del “show business”.