martes, 25 de agosto de 2020

QUERIDO ANTONIO... VIÑETA 369


Viñeta 369

Querido Antonio…
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali agosto 25 de 2020
Madrid, la cuadrilla de Javier Castaño, Junio 1º de 2013. Foto: https://www.las-ventas.com

Ayer, al despertar, la primera noticia fue la de tu muerte. Qué dolor. Desde muy lejos te lloro y pienso en tu familia. Todo tan inesperado, tan irrevocable, tan triste...

Ir dejando los amigos por el camino es una de las peores pesadumbres que trae la vejez. El mundo de uno se va desmoronando y los personajes que lo poblaron se lo van llevando a pedazos. Tú, la pérdida más reciente.

Compañero de corridas, de conversaciones, aficionado integral, amigo afectuoso, crítico serio. Tantas tardes en Las Ventas, hombro con hombro, mirándonos sin hablar en los momentos cruciales. A veces con sorpresa, otras con alegría o con enojo, y algunas, las menos, desbordados por el sentimiento.

Como aquella 24 de San Isidro. Hace ya siete años, cuando al terminar los dos primeros espléndidos tercios a “Pilarico” el 5º de Cuadri, negro, cuatreño de cinco hierbas, con 620 kilos, manso por cierto, el picador Tito Sandoval y los banderilleros: David Adalid, Fernando Sánchez y Marco Galán arrancaron la vuelta al ruedo, sin su matador Javier Castaño, quien aun no había iniciado faena, bajo una ovación de órdago que les brindaba la pletórica plaza en pie.

Al pasar abajo de nosotros, la estructura temblaba. Con un nudo en la garganta, te miré de reojo, queriendo espiar tu reacción y estabas con la vista en el ruedo, estático, silencioso, absorto, sin aplaudir, pero con las lágrimas rodando por tus mejillas. No te dije nada. En ese instante me abrumó la certeza de lo trascendental, del significado, de la hondura, de la devoción.

Madrid 2014. Tertulia Onda Cero. Antonio Carrasco a la izquierda de Paco de 
León (centro). Acompañan: La Marquesa de Vega de Anzo, Manuel Muño
Infante expresidente de Las Ventas, matador Javier Vasquez, ganadero José 
Escolar, Pepe Mata de Toros en el Mundo y Jorge A. Díaz de Cronicatoro. 
Esa imagen, antes de otras, ilustra la portada del archivo que guarda mi memoria de ti. Archivo en cuyas entrañables páginas también figuran como notas de aprendizaje las tertulias previas de corrida en “Onda Cero” a las que dada la importancia de los invitados no me sentía merecedor de asistir, pero a las cuales concurría obligado por ser tu quien me invitaba. Cómo decirte no. Cómo decir más cosas ahora.

Para los que tuvimos el privilegio de tu amistad franca y generosa, dejas en la grada y el corazón un vacío irreparable. Ya nada será lo mismo. Partes en tiempos aciagos. Gracias por tanto querido Antonio Carrasco, devuelve tus átomos al universo y descansa en paz.


martes, 18 de agosto de 2020

ABUSO DE LA ESTADÍSTICA - VIÑETA 368


Viñeta 368

Abuso de la estadística
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali agosto 18 de 2020
Pamplona fin de corrida
El argumento más contundente contra las corridas de toros es que no gustan a la mayoría. Golpea como quizás el garrotazo de un cavernario.

Admitámoslo, cuarenta mil años después el mazo del cavernario ha sido reemplazado por la tecla “like” (me gusta), y su número aplasta.

Es la era digital. El poder en la punta del dedo. De todos y de cada uno. ¡Clic y ya! ¿Democracia extrema? ¿La que no pudieron sospechar los griegos, los revolucionarios dieciochescos franceses y norteamericanos, ni nadie hasta Bill Gates? Lo sería, creo, si el albedrío de los digitadores fuese inteligente y libre.

¿Lo es? ¿O ese fatal golpecito de tecla obedece condicionamientos culturales, prejuicios, instrumentaciones subliminales, pulsiones manipuladas? ¿Actúa siempre con sensatez la gente? ¿Elige siempre bien?

¿A sus políticos por ejemplo? ¿A Hitler en 1936 con el 99% de los votos y nueve años después Alemania en cenizas, cargando una culpa histórica y la mitad de su población muerta?

¿Lo hicieron cuándo crucificaron a Cristo por voto popular? ¿O antes, cuándo (según Nietzche), Zaratustra bajó de la montaña dispuesto a regalar la verdad a los hombres, la predicó en el primer pueblo que topó y fue rechazado y ridiculizado?

Márchate Zaratustra… Hay acá muchos que te odian… suerte tuviste de que te tomaran a risa y en verdad has hablado como un bufón…” le amonestó el payaso de la torre.

No me entienden. No soy la voz para estos oídos” --Dijo el santo a su corazón entristecido... y desengañado.

La verdad, la justicia y la virtud no son decisiones electorales. No pueden serlo. ¿Por qué sí, la legitimidad moral de la tauromaquia, rito ancestral, profundo, complejo, cuyas alegorías, liturgia, ética y estética, no están al alcance de todos? ¿Por qué debe quedar a su merced?

Así fuese que, igual a tantas otras cosas vigentes, no guste a la mayoría, y hasta que dicha mayoría (no solo unos cuantos intolerantes), quiera prohibirla. ¿Pero, la cantidad es el derecho?

Los países donde ofician corridas (y las execran), se dicen democráticos, pregonan libertad de culto, respeto a la diferencia y a la existencia de minorías, étnicas, ideológicas, etarias, de género, culturales, artísticas..., aún las incomprendidas.

Eso, que debe proteger a los pocos de los más, prevenir las avalanchas de la superioridad numérica, evitar segregación, guetos, montoneras, linchamientos, asonadas, genocidios, está contemplado en sus constituciones nacionales. 

El derecho de todos, los menos incluidos, es lo único que puede impedir que la democracia sea una pantomima, una dictadura de masas, un abuso de la estadística, como acusaba Borges... Pues el cavernario sigue ahí.

martes, 11 de agosto de 2020

¿POLITIZAR EL EVANGELIO? - VIÑETA 367


Viñeta 367

¿Politizar el evangelio?
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali agosto 11 de 2020

Foto: Camilo Díaz
La tauromaquia nació como culto. Es así como ha vivido y así es como ha de vivir, o no vivir. En su ley, como las religiones actuales, todas más jóvenes que ella, pero con las cuales comparte un largo historial de persecuciones.

Los aficionados de hoy (era de consumismo, confort, humanización de animales y viceversa), sitiados por el odio, las prohibiciones, la discriminación, son tentados a olvidarlo, a escapar, a buscar salvación fuera de la fe; avengámonos, disfracémonos, vendámonos, politicémonos… les proponen por acá y por allá.

Cuidado, bienintencionados con esos cantos de sirena. Es por ahí, por los caminos inciertos del descreimiento, el relajo y la banalidad por donde se pierden las almas y los credos.

No olvidemos que el antiquísimo nuestro y el moderno negocio-industria levantado sobre él, son dos cosas distintas, aunque juntas. Con valores, códigos y ritos diferentes. Recordemos que lo de abajo, aún oculto por lo de arriba, lo sostiene. Que los llamados a sacrificar lo primero en aras de lo segundo, así estén de moda y por lo que se oye y se lee puedan ser mayoría, invitan a la disolución, al desastre.

Con el obligado respeto por el derecho a opinar de unos y otros, debo confesar que comulgo con los fieles a lo fundamental. A despecho de ser tachado “fundamentalista”, estoy con los que creen que los principios no se negocian, con los firmes, con los que saben que cuando los cimientos fallan, el edificio tambalea, se cuartea y se viene abajo, todo.

Miremos un ejemplo macro. El cristianismo, perseguido ferozmente por el imperio romano, en vez de admitir ser comprado, mixtificado, politizado; resistió, evangelizó, cristianizó, hizo sacro a su enemigo, y lo ha sobrevivido dos milenios. Cómo de allí en adelante hizo con todos los sistemas políticos que ha cohabitado: el feudalismo coronado, el imperialismo de cruz y espada, la democracia laica y hasta el socialismo ateo.
  
¿Qué queremos salvar? ¿El culto, el negocio, ambos? La única manera de que sean los dos, o al menos el primigenio, el esencial, es evangelizar el comercio, el espectáculo, la política en vez de comercializar, espectacularizar o politizar el evangelio.

martes, 4 de agosto de 2020

EN ARAS DEL PROGRESO - VIÑETA 366


Viñeta 366

En aras del progreso
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali agosto 4 de 2020

 También la buena costumbre de la página taurina en los periódicos retrocede ¡Qué pesar! cada vez menos la mantienen, cuatro de ellos en Madrid: ABC, La Razón, El Mundo y El País.

Aunque esta última ensayando una dualidad nueva. Ser a un tiempo taurina y antitaurina. Verdadera revolución, que quizá llegue a sus otras secciones. Convirtiendo, digamos, la deportiva en antideportiva, la de cultura en inculta o animalizando la de “Gente”. Puede ser una eficaz estrategia de mercadeo para captar lectores de ambos bandos. Al fin y al cabo, algunos partidos políticos practican con éxito eso mismo de parecer simultáneamente una cosa y la contraria.

Por ejemplo, el pasado 28 de julio tras haber publicado un serio alegato defensivo del ganadero Victorino Martín, el diario echó encima un libelo firmado por Sergio Fanjul: “Dejen morirse en paz al toreo”. ¿Hubiese sido menos cacofónico escribir: ”Dejen morir en paz al toreo”?

De pronto. Pero no voy a glosar el estilo del joven autor, que se presenta públicamente como poeta, periodista, guionista, escritor, profesor y astrofísico. No soy quien. Me referiré solo al contenido, y eso porque me alude personalmente, como aficionado.

Se trata de una diatriba motivada por el acuerdo del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid para promover la cultura taurina. Frente a tal agravio embiste contra esas instituciones, el toreo en general, el romanticismo, la “imagen mítica de España”, su “sociedad embrutecida”, las peleas de gallos, TauroTen, los toreros y hasta sus cambios de pareja.

Desde la consabida superioridad moral y el desconocimiento repite las manidas descalificaciones antitaurinas: tradición sin ilustración, sin futuro, antimoderna, cruel, bárbara, torturadora, macabra, obstáculo al progreso, dañina para “la marca España” el país y los españoles…, y concluye: hay que acabar ya con los toros “por más que los pintara Picasso o le gustaran a Hemingway.”

Nada nuevo, nada original, nada diferente a lo que gritan sus correligionarios pintarrajeados en las manifestaciones y asonadas a las puertas de las plazas.

No es cuerdo tratar de contraargumentar insultos o responder con otros, decía mi padre. Pero resulta inevitable cuestionar al menos la paradisíaca imagen del “mundo empático, diverso y compasivo” al cual, según él, nos lleva el “progreso” que los toros impiden.

¿A cuál progreso se refiere?
¿Al que para su avance ha renegado de los valores éticos y estéticos que la corrida consagra; honor, lealtad, valor, arte, respeto a la naturaleza y al origen?
¿Al que ha propiciado la segregación, desprotección, sojuzgamiento de los diferentes, las minorías y los débiles?
¿Al que ha llevado a odios, guerras y terrorismos atroces con tecnologías de letalidad y crueldad monstruosas?
¿Al que ha convertido la intolerancia, la impiedad, el genocidio y la tortura en hábito?
¿Al que se nutre de la masacre cotidiana de todas las especies y el expolio de los recursos no renovables?
¿Al que deificando el consumismo y el confort produce océanos inmanejables de basura y suciedad?
¿Al que derrite los polos y amenaza la existencia del hombre?
¿Al que hace del planeta un muladar, de la atmósfera una burbuja de miasmas y del hábitat un lugar pronto inhabitable?
¿Al que para continuar depredando necesita exterminar el toro y su culto?

Invocar ese “progreso” como camino del edén, llamar en su propia casa “embrutecido” al que no se comprende, culparlo y pedirle que renuncie a sí mismo es, por decir algo, una impostura de dimensiones astrofísicas.

martes, 28 de julio de 2020

EL SILENCIO DE LOS INDOLENTES - VIÑETA 365


Viñeta 365


El silencio de los indolentes
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali julio 28 de 2020

Gómez del Pilar brinda en Ávila por las víctimas de la pandemia. Foto: Valdivieso, www.burladero.tv

El fútbol, el automovilismo (Fórmula 1 incluida), el baloncesto (NBA incluida), el beisbol, el ciclismo profesional, que anuncia ya el Tour de Francia, el campeonato mundial MotoGP, el boxeo UFC, los conciertos y otros muchos espectáculos de masas, han reiniciado actividad. Sin público presencial, sí, pero con grandes audiencias televisivas.

¿Y el toreo, que siempre despreció y puso barreras a la televisión, qué? Paralizado. Excepto claro por gestos esporádicos como el de las dos corridas en Ávila y el fervor de algunos novilleros arriesgando, desorejando y triunfando en cosos de tercera o cuarta; Constantina, Torrijos, Añover del Tajo, Múnera, Beaucaire…, sin transmisiones, frente a graderíos vacíos, e ignorados por la prensa. O la victoria de las peñas de Castilla-La Mancha y Madrid logrando poder lidiar toros de siete años en festejos populares. Es la persistencia del culto sin el negocio.

Por su lado, los empresarios de las grandes plazas; Valencia, Sevilla, Madrid, Nimes, Pamplona, Bilbao… capitales de jurisdicciones regidas por partidos de ideologías diversas, cerrados e inmóviles. Mientras, los ganaderos miran más a los mataderos que a los ruedos.

La mayoría de los espadas, para quienes el toreo ya no es modus vivendi, pues durante la última década han estado lidiando menos de tres corridas al año per cápita, se unen a los subalternos, profesionales que viven de la desaparecida paga diaria y salen a competir voz en cuello con los demás damnificados de la crisis por los magros auxilios oficiales. Exigiendo justamente que no se les discrimine, “Tenemos hambre”, alegan.

Y las pocas millonarias figuras, unas de lejos y otras de cuerpo presente, acompañan a los protestantes, pero con un inocultable sesgo político, cuando no militancia manifiesta de oposición (“El mundo del toro está en pie de guerra contra el Gobierno”, dice Marca en su edición del jueves pasado). Cuando la verdad es qué retóricas aparte, ni en las comunidades donde manda la izquierda ni en las que manda la derecha se dan corridas ni socorros.

Además, la riqueza de estos peticionarios da munición a sus enemigos, antitaurinos que aprovechan para zaherir. Como Anabel Alonso quien los llamó falazmente “Panda de subvencionados”, o los resentidos que increparon a Cayetano, la voz más alta en la reivindicación, porque su casa vale dos millones de euros.

Eso en Europa. De América, ni hablemos. No se ve futuro. En Colombia, por ejemplo, nadie habla de la temporada próxima, el sindicato de toreros se desintegra y los parlamentarios animalistas relegan la pandemia, el dolor ajeno y la mortandad para presentar su enésimo proyecto de prohibición. Cosa de locos.

El río está revuelto, los pescadores ávidos, la fiesta en coma y los que podrían resucitarla, en un silencio indolente.

martes, 21 de julio de 2020

SOGAMOSO 1987 - VIÑETA 364


Viñeta 364

Sogamoso 1987
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali julio 21 de 2020

Pepe Cáceres, Manizales, Avenida Centenario. Foto: J.A. Díaz R.
20 de julio, fiesta patria (conmemorativa de la rebelión contra la “madre patria”). Ayer se cumplieron treinta y tres años de la cornada mortal que le asestó “Monín” en medio del pecho a Pepe Cáceres. Lo atravesó y estrelló contra la barrera despedazándole la reja costal.

Sin rencores. Fue legal. De frente, a vida por vida, en la suerte suprema y natural. Salieron muertos los dos. Mejor el toro, allí mismo. Peor el torero que padeció 26 días terribles, comatosos, innecesarios. De respiración artificial, sepsis y agonía. Tenía 52 años, treinta de alternativa y aspiraba despedirse de Madrid en otoño. No llegó.

Hace ya un tiempo, peripatéticos por la calle Alcalá recordábamos con Ricardo Díaz Manresa, su confirmación en Las Ventas. Me dijo muy serio entre otras cosas: —Uno de los que lució con mayor propiedad el traje de luces —Cierto, era y parecía torero.

Total. En la vida y en los tercios. Le vi corridas de banderillear y picar con maestría. Aunque malogró con la espada grandes faenas. Como escribió José Luis Suarez Guanes de aquellas dos, la tarde en que Rafael Ortega y Antoñete, se lo presentaron a Madrid con toros de Tassara. Le ocurrió no pocas veces. Los malquerientes, que su arrogancia cultivó con frondosidad, lo hicieron clisé. Inmerecido, muchas más veces redondeó con buenas estocadas triunfos irrefutables.

También ganadero y empresario simultáneamente, fue de todo en los toros, pero sobre todo aficionado. Desde su niñez, cuando escapó de casa y una cuadrilla de bufos, encabezados por Melanio Murillo “Pancho Pistolas”, (luego su gran picador), lo descubrió en un destartalado bus intermunicipal y le dio protección y escuela. El resto venía con él. Antonio Bienvenida, José María Martorell y toros de Buendía le graduaron en Sevilla. Cortó una oreja.

Estilista por vocación y obsesión, de ahí en adelante firmó su verdad con la sangre de innumerables cornadas. Pues más que el estoicismo, la estética o la industrial regularidad que despreció, la pasión fue la esencia de su toreo. Nunca dejó a nadie impasible. Transparente, como un personaje de tragedia griega, vertía en cada escena toda su procesión interna.

Arrastrado por el destino, buscó sin tregua eso que imaginaba perfecto. Tenaz, lidiando consigo mismo, con el toro y con el mundo. Entre el miedo y el coraje, la ilusión y el infortunio, la felicidad y la desgracia sus tormentas interiores trascendían crudas al tendido. En Colombia, durante las tres décadas de su carrera, no se podía ser sino cacerísta o anticacerista.

Fui de los primeros, lo confieso. Su torería, vulnerabilidad, terquedad frente al fracaso e increíbles resurgimientos me conmovieron siempre.

Se casó tres veces. Con una reina de belleza, con una cantante-actriz y con una pintora. En todas tuvo hijos. Ninguno torero. Su ganadería cordillerana Campo Pequeño (santacoloma) desapareció. Sus cenizas están en la Catedral de Manizales. Sus estatuas allí, en Bogotá y Medellín han sido blancos de infames. Su recuerdo real se va yendo con los viejos aficionados y su leyenda extraviándose por laberintos de habladuría, tergiversación, y olvido.

martes, 14 de julio de 2020

VIVIR SIN TOROS... - VIÑETA 363

Viñeta 363

Vivir sin toros…
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali julio 14 de 2020 


¿Es posible? Claro, y sin arte, y sin filosofía, y sin música, y sin literatura, y sin libros, y sin televisión, y sin teléfono, y sin piedad, y sin amor, y sin sexo, y sin justicia, y sin madre, y sin Dios, y sin ley, y sin civilización…

Es posible, claro, vivir también sin ropa, sin calzado, sin hogar, sin vehículo, sin mascota, sin propiedad, sin adorno, sin lujo, sin vanidad, sin ambición, sin humildad, sin odio, sin patria, sin bandera, sin himno…

Y sin otro, sin solidaridad, sin sociedad, sin responsabilidad, sin esperanza, sin intuición, sin valentía, sin decoro, sin imaginación, sin belleza, sin virtud, sin culpa, sin contemplación, sin razón, sin sentido…

Y sin pensamiento, sin lenguaje, sin memoria, sin tradición, sin historia, sin curiosidad, sin ciencia, sin moral, sin respeto, sin dignidad, sin crítica, sin autocrítica, sin política, sin orden, sin libertad, sin democracia …

Y sin cultura, sin orgullo, sin teatro, sin deporte, sin ambición, sin dinero, sin malicia, sin envidia, sin generosidad, sin rencor, sin amistad, sin desprecio, sin asombro, sin admiración, sin vergüenza, sin humanidad…

Es posible vegetar, ausentes, en presente. Vivir como las cosas en los escaparates. O como los protozoarios, con apenas lo básico vital: respiración, ingesta, deyección. O solo trabajar, trabajar y trabajar como los insectos. O como los rumiantes hilvanar los días bocado a bocado...

Sí, es posible vivir así, animalizados. Y aunque quizá el universo ni lo acusara, reconozcámoslo, seguramente nuestro minúsculo planeta estaría más puro y salvaje. Porque todo lo que nos hace humanos es naturalmente prescindible.

Pero lo que no es posible, por más que se pretenda, es desdiferenciarnos en la biología sin dejar de ser lo que somos. A los aficionados nos pueden imponer vivir sin toros, sin lo que nos significan, claro, como también sin todo lo demás. Ha sucedido, sucede. La cuestión es que aceptarlo nos haría menos humanos, más animales, ya no seríamos.  

Lo insinuaba Jean Cocteau: “No sé para qué sirve la poesía, pero sí sé que es imprescindible.”  Humanamente imprescindible.