martes, 29 de octubre de 2019

LOS ELEGIDOS - VIÑETA 327

Viñeta 327

Los elegidos
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 29 de 2019

Toro de Cali. Foto: Jorge Arturo Díaz
El domingo pasado los casi mil municipios de Colombia votaron por alcaldes. Como siempre, tremendo revuelo de medios y opinión. Al final, terminado el conteo, los elegidos festejaron como quien logra una cumbre 8.000, se gana la lotería o alza la copa mundo. Había que ver.

Todo lo contrario a la lógica preocupación en quien recibe un fardo sobrehumano de problemas inveterados. Los cuales, además, ha prometido resolver en un fugaz período. Nada, discursos eufóricos, autorreferentes, autoelogiosos con gran jaleo de la hinchada. Y sin alguien en la carroza que como a los generales romanos les estuviese susurrando: “eres mortal, eres mortal…”

Pero es que más allá de vanidades y petulancias los mueve la cultura, la identidad, el folclor. Sin importar banderías, retóricas o latitudes, los cargos de servicio público se asumen, por costumbre política, como trofeos conquistados. Como jerarquías escaladas por encima de quienes les pagarán sueldos y gabelas. Los contribuyentes, todos.

Hasta ahí la parte cómica. La trágica salta cuando el triunfador usa sus atribuciones municipales a satisfacción de las conveniencias y preferencias personales, incluso más allá de lo que marca la ley. Frecuente, todos los sabemos y entre todos los taurinos, claro.

¿El señor alcalde no gusta de los toros? Bueno, entonces que a nadie le gusten. ¿Y la Constitución? Qué importa la Constitución. Yo el supremo.

El domingo mismo, aún con las parrandas en curso, Guillermo Rodríguez, veterano periodista bogotano, publicó en su portal, Tendido 7, un artículo de piadoso título: “Solo pedimos respeto, solo eso”.

Súplica al antitaurinismo galopante de los victoriosos en las tres ciudades dónde aún resiste la temporada colombiana, con sus apenas doce corridas de toros; Bogotá (3), Cali (4) Manizales (5). No hablemos de Medellin y otras, donde a la fiesta la mataron hace rato.

Conmovedor lo de Guillermo, pero insuficiente. Creo, vivido lo vivido y escuchado lo escuchado, que si ya respeto es lo único que podemos implorar entonces quizá sea lo primero y no lo único que nos van a negar…, los elegidos para servirnos.

martes, 22 de octubre de 2019

MURIÓ EN DOMINGO - VIÑETA 326

Viñeta 326

Murió en domingo
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 22 de 2019

Al amanecer. Al tiempo con el duro epílogo de la temporada en España. Su agonía no le dejó redactar un último “Panorama taurino”, que incluyera cómo también a esa misma hora, lejos, en Madrid y Zaragoza se debatían entre la vida y la muerte Gonzalo Caballero y Mariano de la Viña cruzados por los toros.

De haber podido hacerlo póstumamente lo hubiese hecho sin mencionar su propio deceso. Noticioso, nunca noticia, se hubiese omitido así mismo una vez más. Vivió para la fiesta, no de ella. La habitó, la celebró y la sufrió con fervor, fidelidad y desprendimiento. Dentro y fuera de las plazas.

Esa pasión de fan lo empujó al periodismo no profesional, no remunerado, no dependiente, pero siempre al servicio de cómo la concebía, cómo la prefería. Sin timidez ni claudicaciones.

Aficionado liberal, más dado a la innovación que a la conservación. Amigo de cuanto según él contribuyese a mantener el culto vigente, su sistema, su aparato, su funcionamiento. Aún a costa de la tradición y el canon.

Así, honestamente adhirió causas que predicó con denuedo y luego le desilusionaron. Pero nada, era hombre de paz, duro en la convicción, blando en el afecto, tenaz en la batalla, pronto en el perdón, de risa fácil y mano tendida, de fuertes hombros y paso firme. Nunca guardó rencores. Y si ganó el de algunos jamás les dio importancia.

Miembro fundador de la Asociación de periodistas taurinos del occidente colombiano (Astauros) y su revista, fue motor silencioso, sin el menor afán de protagonismo. Habitual de las ferias, vivía las corridas desde la mañana en los apartados hasta la siguiente madrugada cuando tras terminar los programas radiales y televisivos remataba sus minuciosas crónicas.

Aquel hombre de alma provinciana que vio a Rincón recibir un día… de mayo en Las Ventas, a “Santanerito”, se fue del todo. Sin volverle cara al enemigo interno que lo destrozó. Enrique Avilán murió como un valiente.

martes, 15 de octubre de 2019

HISPANIDAD - VIÑETA 325


Viñeta 325

Hispanidad
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 15 de 2019
  
¿Qué es la Hispanidad? ¡Ah! sí yo lo supiese. Miguel de Unamuno remató así en 1927 un ensayo breve que ahora citan como redefinición... de que no hay definición, supongo.

Pero sí hay, muchas, cada quien puede llevar la suya. A mí me viene la nada original, de que la patria es el lenguaje y la hispanidad el español. Que también comparten quienes repudian ambos. Porque, ahí está todo, pasado, presente y posible futuro, en ese conjunto de citas, tradición, cultura que hablamos.

El 12 de octubre, para unos “día de la hispanidad”, para los españoles ahora: “Fiesta nacional de España”, se festeja por casi toda América. Desde Estados Unidos, segundo país hispanoparlante del mundo: Columbus day, hasta Argentina: de la diversidad cultural, pasando por Nicaragua: día del locutor (alegórico), México: de la Raza, Venezuela: de la resistencia indígena, Bolivia: de la descolonización, etc. Diferentes nombres para lo mismo, ingeniados a conveniencia por políticos, que mejor deberían recitar con Borges: “Nadie es la patria, todos lo somos”.

Y esos festejos conmemorativos del gran encuentro hispanoamericano que hace medio milenio nos volvió a emparentar (todos descendemos de Lucy), hasta no mucho antes eran con corridas por allá y por acá. Tanto, que se decía: “la hispanidad son los toros”. Ya en estos tiempos de horror y animalismo sobre humanismo, no. Porque taurinamente hablando, la fiesta ha quedado acorralada en pocas plazas. Este año: Madrid, Sevilla, Zaragoza y algunas fieles poblaciones menores de la península, México, Perú y Colombia.

Sitios en los cuales, el perseguido rito pervive abierto ceremoniosamente con himnos nacionales. Pese a las viejas recriminaciones de familia, justificadas y no, secuelas de la conquista, colonia y guerras de independencia, más que del mutuo “descubrimiento” en sí.

Las culturas indígenas (dominadas y exterminadas) eran tan brutales y crueles como la cultura española (dominante), regañó Luis García Montero director del Instituto Cervantes en la efeméride. Y yo, viendo noticieros, no se cuanto menos brutales y crueles resultarían todas las actuales y pasadas juzgadas con igual realismo. La historia universal es infame.

Por ejemplo, el pasado sábado (12) en la cruenta corrida memorial de la capital española, contra el clamor popular, le cerraron la Puerta grande en las narices al único americano del cartel, Colombo (como el Genovés, para más inri). Sin embargo, en los demás lugares abundaron las felices procesiones a hombros de unos y otros, hermanados en la evocación del grito castellano con que Rodrigo de Triana despertó a los dos de la mañana la “hispanidad” hace ya 527 años.

martes, 8 de octubre de 2019

QUE NO ME LO CUENTEN - VIÑETA 324


Viñeta 324

Ferrera sale de Las Ventas. Foto: www.las-ventas.com
Que no me cuenten
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 8 de 2019

Lo que hizo Ferrera en Madrid el sábado, que yo lo vi. Lo repito. Fue como un viaje a la historia del toreo. Eso fue. Profundo, perforando esa capa superflua que ahora cubre todo, esa polución de amaneramientos que llaman “modernísimo evolucionado a tono con los tiempos que corren”. Que la verdad, ecológicamente hablando, apenas es una costra reciente flotando sobre la milenaria y honda relación del toro y el hombre. Esa nata cursi fue la que atravesó como una nave fantástica la plaza, disparada por un torero alucinado y su cuadrilla.

Los asistentes de todas las edades y grados de afición recibieron más en esas dos horas y media de lo que quizá hubiesen recibido durante años de mirar corridas. Lo digo yo que soy tan viejo en esto y que conmovido lo contemplé a distancia. No solo me refiero al extenso catálogo de suertes y épocas revividas. Desde las fundacionales del toreo a cuerpo limpio, hasta los afiligranados quites sigloveinte, y el riesgo, y el poder ambidiestro, y las improvisaciones resolutivas, y los repentismos indispensables y las diferentes formas de oficiar que ha tenido la conjunción suprema. No. Más allá, de todo eso, de por sí valioso y exótico, estuvo la justicia lidiadora, su autenticidad, pertinencia, significado, ritualidad y fervor.

Pero Claro, no estaba en el ruedo más comprometedor del mundo, solo frente a seis toros, un efebo atrevido ni una imagen carismática de manufactura publicitaria. Estaba un torero maduro, curtido en una tenaz carrera de veintidós años trasegados por todos los ruedos de la tierra frente a los hierros más temidos. No con menos pertrecho hubiese podido un hombre solo asaltar así Las Ventas y ponerla en el estado en que la puso. Ni salir de allí como salió, en loor de multitud.

¿Qué no fue un producto de simetría, redondez, perfección y diseño industrial? Cierto. Fue un telúrico reencuentro del hombre, seis toros y un público abducido, con los primigenios contenidos del toreo, que como la vida es imperfecto, biológico, real, imprevisible, único, mortal... Qué falta que hacía y como lo vivieron, sobre todo los jóvenes… Y en Madrid.


martes, 1 de octubre de 2019

FLASHBACK - VIÑETA 323

Viñeta 323

Flashback
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, octubre 1 de 2019

Paquirri a los 20 años con el trofeo de Cali
Estaba en el hotel Hilton de Cartagena por el congreso colombiano de cirujanos plásticos y mi padre, que no lo era, pero amigo de mis amigos, gustaba de acompañarme, vino presuroso a mi habitación terminando el receso del almuerzo con la noticia —¡Un toro acaba de matar a Paquirri en España!

Primero, la sorpresa. Era el último torero activo de quien la habría esperado entonces. Por su solvencia técnica, dominio y facultades físicas. Después, los recuerdos... Aquel 27 de diciembre de 1967 cuando debutó en Cali con diecinueve años de edad y uno de alternativa, caminando sin montera, flanqueado por El Viti y Vásquez II, para torear santacolomas bogotanos de Vistahermosa.

Se repartieron de a oreja y en principio no me dijo mucho. Era difícil, él y yo éramos muy jóvenes y mediaba una década deslumbrada por Ordóñez, Ostos, Camino, El Viti, Puerta, El Cordobés, Palomo, Antoñete, los Girón, Curro, Manolo Martínez, Cáceres… Luego, volvió y volvió. Nueve temporadas, veinte corridas, 19 orejas y dos trofeos “Señor de los Cristales” como triunfador de la feria.

Uno, de la siguiente, con cinco orejas a toros nacionales de Ambaló y Felix Rodríguez. El otro, en la de 1979-80 con cuatro a toros mejicanos de El Rocío y Mimiahuapan. Lidiador como cuentan de los del siglo antepasado. Sin languideces, largo, poderoso en los tres tercios y eficaz estoqueador. Aunque su poderío abrumaba los toros y atenuaban el miedo, su arrojo y vitalidad emocionaban.

Fue, según Enrique Guarner, uno de los cinco mejores banderilleros del siglo XX, junto a Fuentes, Gaona, "Joselito", y Arruza. Quizás. A uno de poder a poder, el día que la plaza cumplía veintiún años, al primero de Santacilia (mexicano), se le llamó hiperbólicamente por acá "El par de Cali". Sentó al toro. Con la muleta mandaba y doblegaba, enfatizando con desplantes tremendistas. Mataba como los valientes, porque lo demostró, hasta en sus últimas palabras: "la corná es gorda… corte usté lo que tenga que cortá… tranquilo doctor"

Avispao” probó que todo lo suyo era cierto. Con su larga cambiada de rodillas le hicieron una estatua en la plaza del Puerto y con su natural al aire, otra en el cementerio de San Fernando de Sevilla. 

Se despidió aquí el 2 de enero de 1983 con toros españoles de “El Viti” y Garzón, alternando con Pepe Ruiz y El Soro, recibiendo una oreja. No regresó nunca, pero 35 años después de su muerte en Pozoblanco, Cañaveralejo no le olvida. Sintonizó con este público. Su apostura llevaba tantas admiradoras a la plaza como aficionados y aficionadas llevaba su tauromaquia.

Sus dos pequeños hijos Francisco y Cayetano sentados en la barrera con pantalón corto y las piernas colgando, sostenidos por la madre, Carmiña Ordóñez, recibieron sus brindis de faenas. Las cuales no por ser oficiadas para ellos dejaban de tener la verdad que le puso en la élite de su época. Francisco Rivera Pérez murió en su ley. Mi padre que lo admiró, también, al año siguiente.

jueves, 26 de septiembre de 2019

HONDURAS VIÑETA 322

Viñeta 322

Honduras
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, septiembre 24 de 2019

Rafaelillo cogido por el miura "Berrugo". www.las-ventas.com
Mañana podría desaparecer el planeta entero, con toda la humanidad a bordo y el universo infinito seguiría como si nada. Es duro reconocerlo, pero es así. ¿Quién nos extrañaría? ¿Quién echaría de menos nuestro paso fugaz por este minúsculo terrón del cual llegamos a creernos amos eternos?

Seguro el miedo a la fatal intrascendencia fue una de las cosas que condujo a dios, a los dioses, al toro uno de los primeros en el ámbito euroasiático según los arqueólogos.  Quizá su imponencia, poder, feracidad y proximidad inspiraron esa divinización que de culto en culto y de cultura en cultura llegó hasta hoy.

Alegoría de la naturaleza, de su fuerza y fiereza incontrolables. Rendirle admiración, tributo, vidas jóvenes, propiciatorias, aplacarlo. La tauromaquia en sus diversas formas ha sido eso. Un rito de consuelo ante lo inconsolable.

Pero su liturgia ha creado una estética. La tragedia griega nació con él. No es solo adorar, ofrendar, y sacrificar al dios terrible, es hacerlo con belleza y justicia mitos griegos. No es la técnica, la ciencia, la artesanía con que se oficia el toreo lo que más infunde fervor, es el arte que se construye pese o gracias a todo eso.

En alguna parte leí que Rafael de Paula, cuando le preguntaron por su técnica, contestó ¿qué es eso? Bueno, si no lo dijo tal vez era el más indicado para decirlo. Pero hay algo en la lidia más hondo que la estética, y es la ética. La dignidad humana, su sentido del bien y el mal. En cada suerte y hasta la muerte, es quizá lo que más conmueve y mueve de toda esta compleja y cruenta ceremonia, que contiene a la vez tantos significados conscientes y toca tantas pulsiones inconscientes; rito, arte, catarsis.

Verlo simplemente como un espectáculo, un negocio, un tipismo cultural, o en el caso de los antitaurinos, como un vestigio de barbarie es frívolo y estúpido. Los intelectuales y artistas que con la lógica y la intuición como herramientas respectivas han intentado bucear en sus misterios lo han corroborado.

EURITMIA - VIÑETA 321

Viñeta 321

Euritmia
Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, septiembre 17 de 2019

Belmonte a los 34. Foto: https://commons.wikimedia.org
Un año antes que Juan Belmonte García tomara su infame, pero histórica alternativa en Madrid, la euritmia, viejo concepto greco-latino resurgió en Alemania.

Parecerá traído de los cabellos asociar los dos fenómenos. ¿Qué podrían tener en común El Pasmo de Triana y el prolijo filósofo austríaco Rudolf Steiner, autor del replanteamiento?  La época, el espíritu de la época, y eso ya es mucho decir. La tauromaquia y la filosofía, cada una por su lado, han sido siempre muy sensibles al pulso de los tiempos.

Algo terrible bullía entonces bajo la corteza. Europa caminaba por el filo del abismo en el que terminó precipitándose, “La gran guerra”. Y en esa calma chicha que precede a las tormentas, Steiner lee a Vitruvio, el arquitecto de Julio César: “Euritmia es el bello y grato aspecto que resulta de la disposición de todas las partes de la obra”, y concluye que la cosa, más que eso, es arte aparte. El de convertir el movimiento y la pausa corporal en la expresión auténtica del sentimiento íntimo.

Mientras tanto Belmonte, al margen de todo eso, se busca a sí mismo, tratando de torear como siente, como es, como fue hasta su suicido impertérrito. Eurítmico sin saberlo, aguantador, artista, eficaz ante lo inexorable.

Su versión resultó ser la interpretación torera más profunda de aquellos tiempos de tragedia inminente. Por eso, entre otras cosas, debió conmover tanto. Había que ser así, como él. Era lo que los tiempos pedían. El horror se venía encima y no había dónde ir, había que dar cara.
Pasó lo qué pasó. Terminó aquella hecatombe mundial y al tiempo murieron, Joselito, el digno contrapunto del belmontismo, y la “Edad de oro” que había forjado el contraste de las dos eras en colisión. El mundo y el toreo fueron otros de allí en adelante.

No se conocieron y no tengo referencia de que el espada sevillano hubiese leído al pensador de Donji Krajlevec, ni de que este le hubiese visto torear. Seguro vivieron y murieron, ignorándose, pero a la distancia no es tan difícil hallarles coincidencias.