lunes, 8 de octubre de 2018

LO KITSCH EN EL TOREO (VII) MORENITA - VIÑETA 270

Viñeta 270

Lo kitsch en el toreo (VII)
*Morenita*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, septiembre 18 2018

Morenita en Cañaveralejo. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
Ambos toreros, Morenita más valiente. Su marido, El Colombiano, más enterado. Se complementaban bien. Iban por pueblos donde ni médico había, pechando con matreros, tigreros, criollos, media casta o desechos de casta completa. No ganaban mucho. El amor y la afición ablandaban las penurias.

Tenía catorce años cuando debutó calzando zapatillas deportivas en El Caimo (Quindío). Estribaciones de la cordillera central, al sur de su Armenia natal. Pronto vio que los públicos, más que a su juventud, belleza y alegría, se rendían a su valor. Abundó en exhibirlo. No impunemente. Las cornadas vinieron y una con destrozo vascular femoral la puso al borde. Nada. Siguió: “Mi deseo es morir en la plaza”, decía oronda.

No le fue dado. Retirada, pero fiel al toro se hizo maestra en la Escuela de Tauromaquia de Cali. Alberto Lopera, memorioso taurino, autor de “Colombia tierra de toros”, relata la quizá más kitsch de sus gestas. Una temporada (1959) de festejos mixtos agenciados aquí por el español José Fernández “Jerezano” hasta en plazas de primera como Cali, Manizales y Medellín.

Después de “Los marcianos”, la parte bufa, montaban una parodia de la película “Quo Vadis”. Vestida con túnica, como la heroína cristiana Ligia, era atada firmemente a un poste. Soltado el novillo, quebraba y recortaba las embestidas, gracias al juego previsto del mástil en la base.

Ursus, representado por el novillero “El Águila” terminaba mancornando la res, mientras contra la barrera una guardia romana, en la que alineaba el mismo “Loperita”, vigilaba. Luego, el matrimonio, ya de luces, lidiaba en serio reses a muerte.

Bertha Trujillo “Morenita del Quindío”, mi amiga, tomó alternativa (primera de mujer) en Comalcalco, México 1968. Y con miras a confirmar en Madrid, se presentó en San Sebastián de los Reyes junto a Manolo Ortiz y Ortega Cano. Pero en Las Ventas no halló alternantes. Superó las 2.700 faenas. Murió en Cali, a los 83. El 11 de noviembre hará siete años.

LO KITSCH EN EL TOREO (VI) EL PINTURERO - VIÑETA 269

Viñeta 269

Lo kitsch en el toreo (VI)
*El Pinturero*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, septiembre 11 2018

Enriqe Grau, primer cuadro del tríptico “La muerte del Pinturero”
Luis Ríos “El Pinturero” era de Lugo (España), tenía 24 años y llegó a Cartagena (Colombia) para lidiar novillos de María Victoria Soto, el 18 de diciembre de 1966. Alternando con Boris Díaz-Granados en la Serrezuela.

Eran años de contracultura e insurrección, de hippismo, de Beatles, de revueltas juveniles, de guerras y guerrillas… Años del contestario “Cordobés”, a quien los jóvenes toreros cautivados por su triunfante “revolución” imitaban. Todo, desde su desmelenamiento hasta las extravagancias frente al toro. Luis también, los mechones frontales le brotaban de la montera y el arrojo de la piel.

Aquella tarde caribeña y ventosa quiso volar más alto. A las tres, hora del paseíllo. Vestido de luces se tiró al ruedo en paracaídas, desde un avión a 3.000 metros de altura. La brisa lo arrastró mar adentro y cuando unos pescadores trajeron al atardecer su cuerpo exánime, dijeron –Al sol, el traje le brillaba como bombillos de navidad—

Su biografía no figura en las enciclopedias taurinas. Pero en Colombia, el pintor Enrique Grau, el poeta Gonzalo Arango y la cantante Eliana conmovidos, aunque cada uno por su lado, le rindieron homenajes. Con un tríptico, “La muerte del Pinturero”; un poema, “Requiem por un ye-yé” y una canción aflamencada que dice: “Sucedió en Cartagena una tarde de sol. Para lucirse del cielo se lanzó…  

La corrida no se suspendió. La peña y los aficionados puristas, despectivos, no habían querido asistir, pero hubo lleno. Díaz-Granados, en respeto, recibió el primero de rodillas a portagayola y luego quebró las banderillas con sus manos para mayor exposición.

El periodista Edgard García Ochoa del “Diario de la Costa” narró el epílogo de la tragedia Kitsch --Nadie quiso hacerse cargo del funeral y yo me fui con Antonio (Araquistaín) en un taxi y lo enterramos en el cementerio de Manga

Dieciséis años después, por acción de la embajada española, los restos del torero volvieron a su Galicia natal... (Sigue)

LO KITSCH EN EL TOREO (V) CALI 1892- VIÑETA 268

Viñeta 268

Lo kitsch en el toreo (V)

*Cali 1892*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, septiembre 4 2018

En Cali, hace 126 años, el 25 de septiembre de 1892 por la tarde, un incidente baladí quedó registrado en crónicas que con los años le han dado significancia. Sucedió al otro lado de río. Donde ahora se levantan los edificios del Centro administrativo municipal.

En la hechiza plaza de guadua, eregida provisionalmente para la temporada taurina que tuvo como atractivo el debut del matador madrileño Tomás Parrondo “El Manchao”, alternativado por don Fernando “El Gallo” en Barcelona tres años antes. Trascendente, porque además con él debutaba la moderna corrida. Los tercios, el reglamento, el nuevo traje de luces, el pasodoble.

Durante casi un siglo de distanciamiento con España, secuela de las guerras de independencia, la fiesta evolucionó mucho por allá, mientras por acá se quedó en los viejos modos caóticos, multitudinarios, pregoyescos, que aún sobreviven como “corralejas” en las sabanas del norte colombiano.

La pequeña villa, de costumbres aldeanas, continuaba celebrando sus toros así. Desconociendo las transformaciones que provocaron acontecimientos como la apertura de la Escuela de Sevilla en 1830, las tauromaquias innovadoras de sus egresados; Desperdicios, Cúchares, Paquiro. La depuración del estilo por maestros como Lagartijo, Frascuelo y su heredero Guerrita. La nueva normativa, la nueva estética.

La presentación de Parrondo echó todo eso de sopetón al ruedo del bucólico y caluroso poblado. Fue un súbito salto en el tiempo que impactó al pueblerino público. La mayoría, deslumbrados por la vistosidad y las suertes novedosas lo acogió con entusiasmo. Pero algunos tradicionalistas alicorados lo encontraron esnob, ridículo y amanerado (Kitsch). Se lo tomaron a chacota e hicieron blanco a los toreros de burlas y bromas hirientes.

El bizarro matador, indignado los encaró y desafió a que después del festejo le rindieran cuentas. Por fortuna la sangre no llegó al río y en período, no mayor a las sucesivas cuatro corridas, lo estrafalario se convirtió en ortodoxo. Tal cual el incidente que marcó aquí un repentino cambio de gusto. (Sigue) 

LO KITSCH EN EL TOREO (IV) LA CORRIDA MODERNA - VIÑETA 267

Viñeta 267

Lo kitsch en el toreo (IV)
*La corrida moderna*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, agosto 28 2018

Goya 1793. Oleo (fragmento).
La corrida moderna, la del peón destronando al caballero, surge del siglo XVIII. El de las revoluciones francesa y norteamericana, el de la democracia liberal, el de la ilustración, el llamado de las luces.

No es una coincidencia que sucediera todo al tiempo. La caída del feudalismo, el ascenso del capitalismo, el debilitamiento del imperio español, los asomos de insurrección en sus colonias, y la entronización de nuevos ídolos; majos analfabetos, qué huyendo a las “cornadas del hambre” saltan al ruedo. Salen del pueblo, las barriadas, los mataderos, no de los palacios. Las masas los adoran, quieren verlos.

En Sevilla y Ronda se levantan “Maestranzas”, en Madrid la plaza de la Puerta de Alcalá, en Lima la de Acho. Se organiza la ganadería brava. Se publica La “Tauromaquia o arte de torear”. Se definen los tercios, las cuadrillas, el volapié. Brillan los atavíos de la nueva jerarquía. Apasionan sus hazañas, sus leyendas, sus mitos. La literatura, el arte, se vuelcan en la corrida. El romanticismo en auge, arrobado, ve retratadas en ella sus más amadas visiones.

Goya lo pintó y grabó todo para la historia. Es que “Yo lo vi”, está escrito al reverso de su “Muerte del alcalde de Torrejón”. Los acrobáticos vascos, Martincho, Alcalde, Apiñani. El desaforado “Indio” (¿peruano?) Mariano Ceballos. El expósito José Cándido (¿mestizo?). Los andaluces Romero, Costillares, Pepe Hillo. Autores de la nueva tauromaquia. O mejor, expresión contemporizada de la eterna.

Pero el nuevo orden reniega de su vulgaridad natal. Envidia las finas maneras del viejo, las Imita (muy kitsch). Incorpora el derrocado estilo caballeresco, su liturgia, su gala, su pompa, sus códigos…, y hasta gana el favor de sus damas (furtivo y público).

La faena se hace duelo singular, cara a cara, cediendo ventajas. El valor, la lealtad, el honor de los andantes que obsesionó a Don Quijote, calan toreros y afición como esencia del rito-espectáculo-negocio. (Sigue)

sábado, 25 de agosto de 2018

LO KITSCH EN EL TOREO (III) EL MAL GUSTO - VIÑETA 266

Viñeta 266

Lo kitsch en el toreo (III)
*El mal gusto*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, agosto 21 2018

Foto: Camilo Díaz, www.cronicatoro.com
Mal gusto. El significado de Kitsch que vincula todos los otros es el mal gusto. La ruptura de una convención cultural. No es una frivolidad. La cultura no lo es. Nos mantiene juntos y medianamente a salvo de nuestra natural fiereza, libre por millones de años. Esa tenue telaraña de acuerdos, tejida en los últimos tiempos la contiene.

No asaltar las hembras, no arrebatar alimentos, no defecar en público… Es el orden pactado; esto es bueno, malo, útil, dañino, bonito, asqueroso... Las brujas de MacBeth lo subvierten coreando, “lo feo es bello, lo bello es feo”. Luego, MacBeth, justificado, libera su bestia interior y con pésimo gusto, asesina al rey. Lo malo es bueno, lo bueno es malo.

Por eso mismo choca lo Kitsch, porque falsea, desordena, confunde, aúlla. Está en la imitación barata del pobre, la cara y ostentosa del “nuevo rico” y el exceso presumido del poder, que ridiculizaba Borges con su “todo lujo es cursi”.

El mal gusto no tiene clase social, ni carácter individual permanente. Puede manifestarse sin definirlos en unas y en otros. A veces sí, a veces no. Ayer sí, mañana no. Aquí sí, allá no.

A la manera de los “majos” barriobajeros Costillares recargó de brillos el traje de faena, (Kitsch). Luego, enaltecido por el arte se tornó “de luces”, elegante y gallardo. ¿Pero, a quién se le ocurriría ir vestido así a una reunión de negocios o a una fiesta que no fuera de disfraces?

La concurrencia de forma y contexto, de signo y circunstancia, da el mensaje semiótico, en ese lenguaje, convención social que comunica desagrado, agrado rechazo, aceptación, gusto, disgusto. Canon estético.

Dicen que Victoriano de la Serna entronizó el truco bufo que, luego “majestuoso”, llamarían manoletina. Se arrepintió: “Daría un premio al torero que no la hiciera nunca”. Ejecutando la misma suerte Llapisera parodiaba, Manolete conmovía. Intercambiando contextos, uno y otro resultarían Kitsch... (sigue)

LO KITSCH EN EL TOREO (II) UNA ESTÉTICA - VIÑETA 265

Viñeta 265

Lo kitsch en el toreo (II)
*Una estética*
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, agosto 14 2018

Más que una particularidad del gusto, un estilo, una escuela del arte, lo kitsch es toda una estética. Una manera de sentir el mundo, en la definición kantiana. Pero también de pensarlo, vivirlo, torearlo, toda una ética.

El término, alemán en principio y hoy universal, es joven, si lo comparamos con los cinco mil años que tiene la palabra escrita o los más de cuatrocientos mil que le atribuyen al habla; ochenta y cinco apenas. Pero la idea quizá es tan vieja como la civilización.

Aunque su reciente importancia coincide con un estado de la cultura que lo justifica; “el posmodernismo”. Una era sumergida en un mar de sonidos e imágenes (publicidad), que empuja sin retorno la enorme masa humana hacia el consumo pantagruélico de una producción descomunal, cuyos desechos infestan el planeta mortalmente. Todo, al vaivén del ciclo consumo-producción. Todo.

“El que manda es el púbico”, dicen los vendedores y los líderes pragmáticamente. Su gusto, su ética, su medianía, su vulgaridad. Es la democracia del mercado. El cliente siempre tiene la razón.

¿Comida chatarra? ¿Bebida cancerígena? ¿Moda desechable? ¿Televisión basura? ¿Seudociencia? ¿Pacotilla? ¿Demagogia? ¿Populismo? ¿Toreo comercial?  Venga, estar con los tiempos que corren o desaparecer.

A la gente no solo le gusta que la engañen, sino que necesita que la engañen. Alegaba un colega mío quien con gran éxito económico desertó de la medicina científica por la curandería muchos años atrás.

Adocenado, vulgar, ordinario, ramplón, barato, ampuloso, cursi, chabacano, impostado, zafio, ingenuo, simplón, prolijo, grosero, feo, de mal gusto sobreactuado, basto, exagerado, falso, retorcido, pretencioso, efectista, sentimentaloide, imitado, fingido, ventajista, oportunista, ávido, trapacero, arribista... kitsch puede significar cosas terribles.

¡Pero cuidado! No siempre con justicia. De origen, todo arte, costumbre, tradición fue popular. Toda la cultura es engendrada por el pueblo y en principio, antes de ser refinada por las élites “cultas”, fue popular. La literatura, la música, la pintura, el toreo, ahora clásicos, vienen de ahí... (continuará).

LO KITSCH EN EL TOREO (I) AMORALIDAD - VIÑETA 264

Viñeta 264

Lo kitsch en el toreo (I)
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, agosto 7 2018

Torero. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
Lo que diferencia la corrida de la crueldad que ven sus enemigos en ella, es la ética. Nada más. Cuando la pierde resulta indefensible. Rito de vida y muerte, rito de honor, es o no es.

El singular y milenario arte de torear es moral. El resto del arte, igual que la ciencia y la técnica son intrínsecamente amorales (no inmorales, ni morales; sin moral). Esas connotaciones no les pertenecen, se las atribuyen el observador, el receptor, el usuario. Una obra músical, un teorema, un gigabyte carecen de moral, per se.

No hay libros morales o inmorales, hay libros bien o mal escritos”, alegaba Oscar Wilde durante su infame juicio. Igual podría decirse del resto; la poesía, la música, la pintura, la escultura… Por el contrario, el toreo es moral en sí mismo.

El apartado de un encierro, un lance, una vara, un par de banderillas, un pase, una estocada, el juzgamiento de una faena deben ser limpios, valientes, justos, leales, respetuosos, honestos para ser arte. Sino no. Aquí la estética depende de la ética. La implica esencialmente.

Para las otras artes, la falsedad es apenas cosa de identidad, que puede afectar el valor fetiche, histórico, comercial de la obra, mas no el estético. De hecho, hay imposturas más bellas que su original. Al toreo en cambio, la ilegitimidad lo aborta, pese a que pueda camuflarse bajo una vistosa coreografía.

Mendacidad, efectismo, abuso, trampa, manipulación, desvirtúan y pervierten la emoción en tontería o complicidad. A veces de manera imperceptible, impune, pero por ello más deleznable. Distinguirlo, pone al espectador a un lado u otro de la línea.

En este mundo pragmático, donde la rentabilidad y el interés particular pesan tanto, muchas veces, más que la decencia. Donde la malicia puede a cada vuelta emboscar la ingenuidad, el discernimiento no es fácil. Pero es deber de aficionado y de torero. En ello van su honor y su estética, juntos.