martes, 27 de febrero de 2018

SOL Y SOMBRA - VIÑETA 243


Viñeta 243

Sol y sombra
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 27 de febrero 2018

Foto: Camilo Díaz
“Sin el sol el mejor torero es como un hombre que hubiera perdido su sombra…” escribió Hemingway en su largo ensayo Muerte en la tarde. El prosista yanki que también era poeta y dígase lo que se haya dicho, aficionado profundo, tiró esa frase, no como un lance lírico sino como un teorema.

Y lo desarrolló rápido en el mismo párrafo. “La teoría, la práctica y el acoplamiento de la corrida se han montado suponiendo que el sol va a estar presente, y cuando no brilla, falta una porción importante.”

Pragmático, parco directo. Caracteres nacionales que recogió en su estilo, ahora globalizado, y que hicieron de él quizá el más norteamericano de los escritores. Mi estilo, ironizaba, es la suma de mis defectos. Los cuáles por supuesto no le permitían circunloquios ni puntada sin dedal.

“Todo lo que puedo desear (para la corrida) es que sea una tarde calurosa y soleada” confesaba, pero no se atribuía originalidad en la observación. La presentaba como lo que era, como un viejo adagio. “El español dice: El sol es el mejor torero”.

Los adagios, expresan la sabiduría popular, verdades empíricas probadas por generaciones y generaciones. Ahora, las neurociencias vienen y descubren el agua tibia. Que sí que son ciertas. Que tienen razón.  Que toro, torero y público, como todo ser viviente, como todo el sistema solar le deben todo al sol y funcionan a su tenor. Que la noche y el día, que el reloj intracelular, que el ritmo circadiano, que el hipotálamo, que el núcleo supraquiasmático, que la melatonina, que las hormonas hacen a los protagonistas de la corrida mejor dispuestos para ella cuando brilla el astro rey.

Bueno, por mi lado, cientifismos y lugares comunes aparte, coincido con Hemingway, jamás he preferido las tardes encapotadas, las corridas nocturnas ni las plazas techadas. Estas en particular, a despecho de sus conveniencias mercantiles, me parecen contra natura, chocantemente posmodernas, esnob y aburridoras.

martes, 20 de febrero de 2018

AL OTRO RUEDO - VIÑETA 242


Viñeta 242

Al otro ruedo
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 20 de enero 2018

"Lancero" indultado. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes,
Cerró la temporada colombiana el domingo pasado, en la Santamaría. Era ya noche, hacía frío. Los toreros, ambos triunfadores sin triunfo, abandonaron la plaza. Primero El Juli en ambulancia y luego, tras lidiar solitario los dos últimos toros, Luis Bolívar muy serio abriéndose paso entre la multitud que se agolpaba frente a la puerta de cuadrillas.

En el patio de caballos, me despedí de Felipe Negret, quien tenía un aire distendido, de misión cumplida. Bajé hacia el hotel Ibis a esperar que una vez levantado el cerco de seguridad el taxi pudiera recogerme para ir al aeropuerto y tomar el vuelo de las nueve y veinticinco a Cali. En el lobby, gente de toros muy animada y algunos turistas no taurinos que observaban curiosos desde las poltronas ese pintoresco espectáculo no incluido en el tour.

Entre saludos, comentarios y adioses era difícil pensar en las muchas cosas en que había que pensar. La intensa corrida que acababa de vivir, la feria bogotana completa con sus seis festejos, todo el circuito nacional, desde la prefería en Manizales…, muchas cosas.

Ya en el avión, cavilando entre dos señoras adormiladas, me dije que quizás lo más importante había sido que Bogotá pudo dar otra vez corridas, las de “La Libertad”. No en libertad cierto, pues esta como el embarazo es total o no es, pero las dio. Pese y gracias al eficaz dispositivo policial que contuvo la marea de odio a cuadras de la plaza.

No hubo barbarie, agresiones físicas ni tragedias. No porque no hubiese intenciones, que las hubo, que las hay, sino porque las fuerzas del orden, mantuvieron el orden. Ese acuerdo elemental, casi zoológico, de la civilización; “mi libertad llega hasta donde comienza la de los demás”. Cuanta vergüenza y dolor señor alcalde nos habríamos ahorrados de haberlo recordado hace un año como se lo recordamos.

Se acabó la temporada, sí, y durante los próximos meses el toro ya no luchará honorablemente, cara a cara por su vida en este ruedo sagrado, quedará expuesto, pasivo, inconsulto en otro ruedo más prosaico, el político, a la exterminación (legislativa) de su especie.

Un ruedo muy hostil dónde, por ejemplo, la mayoría de los candidatos a la presidencia de la república se han declarado prohibicionistas. Hasta el converso antitaurino del partido liberal (el de las libertades).

martes, 13 de febrero de 2018

PAULA Y EL JULI - VIÑETA 241


Viñeta 241

Paula y El Juli
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 13 de enero 2018


Úlltima corrida del milenio en el mundo. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
Soy un aficionado del pasado. Del milenio anterior. En él transcurrió la mayor parte de mi vida y al morir, sin importar cuando, esto seguirá siendo cierto. Lo despedí, junto con el siglo, viendo una corrida de toros, 31 de diciembre 1999, y al otro día recibí los nuevos (milenio y siglo), en igual forma. Las dos veces en Cañaveralejo.

Lo confieso sin vergüenza ni presunción. Solo como un hecho que quizá pueda explicar, aunque no siempre justificar, mi manera. Los viejos acumulamos vivencias, cicatrices, recuerdos, valores, juicios, conocimientos, prejuicios, reflejos, automatismos que nos definen y también nos mueven, cuando no nos fosilizan.

Y si a esto último llegamos, a la petrificación, en cada caso será por voluntaria elección individual. No por falta de opciones, pues nuestra generación, que nació sin televisión, satélites, celulares, computadores… Inquieta, los tuvo que inventar, porque los necesitaba y porque no era del todo ignorante. Había caído en un tiempo vertiginoso que acababa de aprender física cuántica, relatividad, energía atómica, subconsciente, cubismo, antibióticos, mercadeo…

Época que no permitía detenerse. Que nos ha enseñado, día tras día, que este llamado progreso de la humanidad no es viaje lineal con paradas como el tren. Que sus frecuentes brincos atrás, incluso hasta la fiereza más elemental, pueden adoptar discursos muy “modernos”. No todo lo nuevo vale, debemos desconfiar, mirar, cuestionar.

También en el toreo claro, al cual sus enemigos menos agresivos, que los hay, descalifican por anacrónico, por no entrar en la moda, por no “ponerse a tono” y renegar de su pasado, sus valores, su verdad.

Y así pensando en el ayer y el hoy leí dos entrevistas distintas. Rafael de Paula en el ABC y El Juli en El Mundo.
El uno decía: “Joselito El Gallo ha sido el mejor torero que parió madre” y el otro: “Hoy se torea mucho mejor que nunca”.

Entonces recordé a Gibran —No digas nunca descubrí la verdad, di descubrí una verdad.

martes, 6 de febrero de 2018

ESTILO - VIÑETA 240

Viñeta 240

Estilo
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 6 de febrero 2018

Foto: Camilo Díaz
“El estilo es la respuesta a todo... Hacer algo peligroso con estilo es lo que yo llamo arte. Torear pude ser un arte… Amar puede ser un arte… No muchos tienen estilo. No muchos pueden conservar el estilo. He visto perros con más estilo que hombres… Algunas veces la gente te aporta estilo… Juana de Arco tenía estilo. Juan el Bautista. Cristo. Sócrates. César. García Lorca… El estilo es una diferencia. Una manera de hacer, una manera de hacerse…”

Fragmentos del poema “Style” que Bukowsky publicara primero en 1972 como parte de su libro “Ruiseñor deséame suerte” y que luego alargó el guión de la película “Ordinaria locura” 1981… Todo está en Google.

Alemán, desplazado por la economía llegó en 1923 a Baltimore, Estados Unidos, con tres años de edad, llamándose Heinrich Karl, pero allí sus padres, sus pobres padres, comenzaron a decirle Henry Charles, para protegerlo de la xenofobia. Bueno, al final de su biografía piensa uno que a quien habrían tenido que proteger es a esta de él.

Malvivió despectivo por Los Ángeles durante siete décadas más. Escribiendo una literatura cínica, sórdida, realista, burlona, brutal antes de que lo matara una leucemia. Su mundo, su rudo mundo, no fue de toros, no podía serlo. Pero leyendo a Hemingway — “Cuando Hemingway estampó sus sesos en la pared, eso era estilo” —llegó a ellos.

No puedo precisar cómo ni dónde asistió a corridas. Ni siquiera si lo hizo. No está en Google. De haberlo hecho debió ser en México, de pronto en la plaza de Tijuana. Y no habrían sido muchas veces. Pero la comprensión expresa y tácita del toreo que su obra trasciende va más hondo que la de bastantes enterados.

Es que “no muchos tienen estilo”, ese acento personal que decía Belmonte y con el que “Gallito”, “Chicuelo”, “Manolete” y otros menos célebres convirtieron sus haceres peligrosos en arte. Un arte admirado por quien tan pocas cosas admiró.

martes, 30 de enero de 2018

EL MUSEO ARREMETE - VIÑETA 239

Viñeta 239

El museo también arremete
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 30 de enero 2018

A una cuadra larga de la Santamaría, una imitación de castillo medieval, antigua cárcel, hospeda el Museo Nacional de Colombia. Orgullo patrio.

Lo he visitado desde niño, llevado por mi madre, maestros y luego espontáneamente por la curiosidad. Allí constaté, por ejemplo, las hachuelas aún manchadas de sangre, con que Galarza y Carvajal, destrozaron la cabeza del general Rafael Uribe-Uribe, el de “El liberalismo no es pecado”, inminente presidente de la República. Fue al costado del Capitolio. Corría el año 1914 de nuestra eterna historia.

Ya mi abuela Rosa, veterana de los “Mil días”, me lo había contado… Y otras reliquias… Ricaurte volando el polvorín en San Mateo, a cambio de llevarse con él unos cuantos fusileros españoles… La supuesta espada del granadino Jiménez de Quesada, fundador de Bogotá… Esos agrestes cuadros de Gonzalo Ariza, pintor execrado por los nuevistas, tanto como sus paisajes vírgenes…

En fin, un patrimonio de amor al pasado, la nación y el arte, dependencia política del Ministerio de Cultura. Quizás por esto no me sorprendió un reciente titular de la revista (cultural) Arcadia: “El Museo Nacional arremete contra las corridas de toros

Efectivamente, don Daniel Castro, director, se queja de las corridas, a las cuales culpa del riguroso cerco policial de seguridad que les ordena el antitaurino alcalde Peñalosa. El cual desafortunadamente parece diseñado más para enquistar, incordiar y azuzar antipatías contra los toros que para su libertad.

“Por seguridad de unos pocos”, protestan quienes la resienten, se restringe durante horas, la circulación en el corazón de la ciudad, afectando el fácil acceso al museo, comercios, hoteles, etc... Pero callan que restringe mucho más la misma corrida, pues amén de otras molestias, el público no puede ni siquiera llegar a las taquillas de la plaza. Un acorralamiento, un confinamiento, una segregación más, argumentados por la barbarie terrorista de hace un año.

¿Quién tiene la culpa señor director? ¿Las corridas o sus enemigos? Estos, claro, arremeten de nuevo, sesgadamente, contra ellas. ¿Guardará luego el querido Mueso testimonio de tales hazañas?   


¿Por qué no se hace cómo en Francia, permitir, sí, las manifestaciones PACÍFICAS antitaurinas, pero a más de un kilómetro de la plaza los días de corrida y sanseacabó? La respuesta es obvia.

martes, 23 de enero de 2018

EL SONIDO Y LA FURIA - VIÑETA 238

Viñeta 238

El sonido y la furia
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 23 de enero 2018


Bogotá, esquina Colpatria. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
Llegaban hasta la Santamaría. Era imposible distinguir las palabras, pero no la ira. Brotaban de la esquina Colpatria, donde la turba, contenida por la barrera policial ocupaba todo el ancho de la carrera séptima, en una profundidad que no se podía precisar desde la explanada.

El radio del operativo de seguridad era de unos cuatrocientos metros. Dentro, había una tensa serenidad, inusual para un día de corrida. Sin bullicio, vendedores ni revendedores. Cortado el tráfico. Peatonalizada la zona. Tres retenes escalonados impedían el paso a quienes no portaran boleta o credencial y requisaban minuciosamente a los que las tenían.

Eran las tres de la tarde. Faltaba media hora para el paseíllo. Los rostros de siempre, sonrisas, apretones de manos, abrazos. La familia del toro, la perseguida y acorralada secta del toro concurriendo, fiel al culto. Saludé a José Galeano, el viejo banderillero. Me contó con su permanente socarronería que preparaba un libro.

--¿Sí? ¿Sobre qué? --Le pregunté medio en broma
--Sobre mí, claro --dijo poniéndose serio un instante.
--Buen tema –corregí, siguiéndole la corriente
--¡Hombre! –y vuelve a reír –Imagínate pasé mi vida toreando. Lo hice con casi todas las figuras de mi época, sabiéndome querido y respetado. Sintiéndome importante. Ahora vengo de cruzar esa horda, temiendo ser reconocido y linchado. Imagínate si no es un tema suficiente.
--Sí. Pero triste
--La realidad lo es y además estúpida. El mundo cambia, la virtud se hace pecado y uno pasa de ídolo a villano sin darse cuenta. Oye ese griterío, esa rabia… –señaló con la cabeza.

Dos veteranos aficionados abordaron a José. Dejándolo, caminé hacia la puerta de cuadrillas, seguido por el distante clamor de odio. Pensando en que a ese libro de Galeano le cabría una justificación como la que Faulkner halló en Shakespeare hace casi un siglo. La vida no es más que un cuento narrado por un idiota, lleno de sonido y de furia.

martes, 16 de enero de 2018

PLAZA HEROICA - VIÑETA 237

Viñeta 237

Plaza heroica
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 16 de enero 2018

Si hay una plaza de toros que merezca ese título sería la Santamaría de Bogotá.  Durante seis años atacada sin clemencia por abigarradas fuerzas fanáticas e inquisitoriales.

Por alto y por bajo, intolerantes de diversa condición, han descargado contra su razón de ser todas las formas de agresión, legales e ilegales. No han escatimado; del insulto al anatema, del escupitajo a la bomba, del grito callejero a la campaña mediática, del motín al parlamento. Pretextando siempre su “piedad” irracionalista, la han profanado, destruido su museo y perseguido su feligresía.

Como Cartagena de Indias “La heroica”, que en 1741 derrotó el asedio de la flota más poderosa de aquel tiempo, la Santamaría se ha mantenido firme y desde el sábado reanudará el culto fundacional.

Aquella, resistió dos meses largos capitaneada por un aguerrido soldado guipuzcoano al que la guerra solo había dejado medio cuerpo. Esta, lo ha hecho más de un lustro, defendida por un joven abogado payanés, resistente civil, quien ha librado la batalla en las cortes. Hasta hoy con éxito.

No solo es la lucha por nuestra cultura, dice, es por la libertad y el derecho humano. Eso la hace irrenunciable.
El almirante inglés Vernon que traía en sus barcos medallas conmemorativas de una victoria segura, tuvo que guardárselas y regresar vencido hace 276 años. Los antitaurinos de acá, todavía no. Su ofensiva sigue con el proyecto de ley prohibicionista, rastro de un renunciado ministro del interior, para cuya consideración el congreso, preocupado por cosas más importantes, ni siquiera se dignó hacer quórum el pasado diciembre.

Tres novilleros, frente a utreros del ganadero español Jerónimo Pimentel, criados a 42 kilómetros de la plaza, reabrirán la temporada en cuatro días. Luego, se darán corridas de toros los domingos, hasta el 18 de febrero, cuando El Juli alternará mano a mano con el primer espada de Colombia, Luis Bolívar.


Bogotá refrendará su tradición un año más. Esperamos qué en paz, como manda la Constitución. El antitaurino alcalde Peñaloza es responsable. Quiera que no.