lunes, 13 de marzo de 2017

EL ANATEMA DE MORRIS - VIÑETA 189

Viñeta 189
El anatema de Morris
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 7 de marzo 2017

El animal más parecido al hombre es el hombre. La estudiosa vida y la prolija  obra del zoólogo inglés Desmond Morris han sido una larga explicación, consumida pero al parecer no asumida.

Libros y libros, best seller todos: El mono desnudo, El zoo humano, El animal humano, La mujer desnuda, Comportamiento íntimo, La tribu del fútbol, Naturaleza de la felicidad, El contrato animal… giran sobre un mismo aserto: “Somos animales”.

Morris, antitaurino, se deja llevar en su Animalwatching (1990) y a cambio de investigar aceptando como científico que ignora más de lo que sabe, larga un sermón: La patética y operística corrida de toros, último remanente de una era bárbara y pasada, todavía deshonra nuestra civilización.”

Y aunque reconoce: “Al toro bravo se le permite vivir el doble que al típico toro de matadero y durante esos años goza de todos los placeres que un bovino pueda desear.

Pregunta condenando: ¿Pero cómo pueden las mentes tras las caras del excitado público sentir más placer con la muerte del magnífico animal que con verle salir vivo?

La respuesta simple y trágica, la sabe todo aficionado; el toro nunca sale vivo, a menos que se indulte. Si no se le mata ceremonialmente, se le matará luego de manera infame, como se matan todos los demás toros, como se matan todos los demás animales; a mansalva.

Él nunca debió presenciar el indulto de un bravo en la plaza, de haberlo hecho sabría que al público, quien lo concede, eso le causa mucho más gusto que verle morir. Gusto, no excitación, su equívoca palabra.

Quizás, lo habría descubierto de haber profundizado con desprevención en las raíces biológicas, antropológicas y sicológicas de la tauromaquia, cual hizo con el rudo fútbol (El deporte rey1981), al que, buen inglés, tuvo siempre fácil acceso y afición.

Quizás, de haber examinado sin prejuicios la corrida igual que al partido, usando las mismas hipótesis; alegoría, rito, elaboración social, ceremonia religiosa, representación, arte, le habría encontrado sitio en su comprensión. Como la única forma digna que su “mono desnudo” ha encontrado para matar otro animal y purgar así la culpa original de ser la fiera suprema, la parlante, la calculadora, la polucionante, la depredadora, la segregadora que urde trampas y anatemas.

jueves, 2 de marzo de 2017

!ANTITAURINOS! - VIÑETA 188

Viñeta 188 
¡Antitaurinos!
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 28 de febrero 2017

Quema de prendas arrancadas a los aficionados el 22 de enero en la Santamaría
Un comunicado de la organización guerrillera Ejército de Liberación Nacional ELN confiesa el atentado criminal del domingo 19 en la Santamaría, y confirma de paso la presunción inicial (inmediata) del alcalde de Bogotá respecto a la autoría del hecho. Dio en la diana el señor Peñalosa, se le abona, pero eso no refuta las críticas a su apresuramiento en eximir sin investigación ni pruebas a todos los antitaurinos.

¿Acaso no lo son también estos terroristas, aparte de la sigla subversiva que los marca?  ¿No fue un acto, de implicación, intención y repercusiones antiaturinas, independientemente de la filiación política, religiosa, futbolística, sexual… que profesan quienes lo perpetraron? ¿Excluye lo uno a lo otro?

Si el blanco específico era la fuerza pública, como aduce la proclama, por qué a cambio de una guarnición, un cuartel, una comisaría escogieron el día de la corrida, la hora del sorteo, el sitio junto a la plaza, tanto como permitía la barrera policial de protección que su ferocidad había obligado a levantar. Apuntando a la guardia que los mantenían a raya y les había repelido el 22 de enero anterior, cuando atacaron al público por todos los costados durante más de seis horas, usando entre otras armas papas explosivas. ¿No hacen hilo ambas acciones? Además celebraron las dos en las redes sociales. Hay que leerlos.

La minimización de tales hechos, los eufemismos y las exoneraciones a priori no alcanzan a tapar la coincidencia de los estallidos de brutalidad con el discurso de políticos como Petro (exalcalde), Peñalosa (alcalde), García (senador), Cristo (ministro del interior)…

Discurso que humaniza los toros (de lidia, no los otros) al tiempo que deshumaniza los aficionados, demonizándolos, rotulándolos “enemigos de la vida, la paz y la cultura” (Ver proyecto de ley prohibicionista gubernamental), acusándolos como “personas que disfrutan con el sufrimiento de seres indefensos”.

El odio ha sido el combustible, la palabra el detonante y la dignidad humana la víctima. Lo claman el reguero de heridos y el cadáver de Albeiro Garibello que dejaron tirados los dos domingos de violencia bestial. Terribles ambos. El de la reapertura de la plaza y el igualmente atroz de su nuevo cierre.

Dos manchas infames en la historia de Bogotá. Escarnios de lo que sucede cuando se pervierten las leyes de la naturaleza, y el humano en lugar de serlo con los animales, los humaniza poniéndose a su nivel o bajo él, animalizándose a sí mismo y agrediendo a sus congéneres como una fiera racional que pretexta causas “justas”.

¿CÓMO ASÍ SEÑOR ALCALDE? - VIÑETA 187

Viñeta 187

¿Cómo así señor alcalde?
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 20 de febrero 2017

Yo estaba a 100 metros cuando estalló la bomba en la Santamaría. No se había extinguido el eco terrible. No se había secado la sangre de las víctimas. Nadie se había repuesto del ataque cobarde. Cuando salió el antitaurino alcalde Peñalosa a exonerar confusamente a sus conmilitones.

 “No tiene nada que ver con los antitaurinos” pero… “Autorizamos la corrida para no dar la razón a los terroristas”. “Fue en el barrio de La Macarena” (No en la plaza de toros). Fue qué no murió nadie. Fue que iba contra la policía. Fue que…

¿Por qué tan rápido? ¿Por qué absolución automática de su bando sin mediar ninguna investigación y sin mostrar ninguna prueba? ¿Por qué obviar coincidencias inocultables? ¿Por qué ignorar pistas de bulto, como que sucedió el domingo, día de corrida, a la hora del sorteo, a ocho metros de los muros de la Santamaría, tan cerca como las barreras de la policía permitían aproximarse al coso?

¿Por qué soslayar antecedentes inmediatos como la ferocidad homicida y las papa-bombas con que las turbas antitaurinas el 22 de enero pasado desbordaron las fuerzas del orden y atacaron a los pacíficos asistentes al grito de “Mueran ustedes hijueputas pero no maten los toros”, dejando otro reguero de heridos?

¿Cómo se puede olvidar que su señoría misma, desde el instante de su elección llamó repetidamente a la protesta: “Si me obligan a dar las corridas seré el primero en salir a marchar”? ¿Cómo pasar por alto su desprecio a las advertencias respetuosas que se le hicieron desde esta misma columna por última vez el 21 de junio pasado (Viñeta 156) señalándole que ese era un comportamiento altamente riesgoso?

¿Cómo podemos desconocer que la canallada criminal no conviene a los intereses electorales de los políticos autores de las iniciativas legislativas prohibicionistas que usted apoya públicamente?

¿Cómo se puede soslayar todo lo que ha pasado, todo lo que se ve, todo lo que se oye y salir de una, sin que nadie, aparte de los hechos, los estuviese acusando, a proclamar, nosotros no fuimos, no fuimos, no fuimos…? ¿Cómo así, señor alcalde?

Cómo se pude hablar en esa forma cuando lo exigido por el derecho, la justicia y la lógica es una investigación seria, discreta, independiente, sin presiones, sin excluir ningún sospechoso, la cual lleve a la captura y sanción ejemplar de los inhumanos criminales que perpetraron la animalada en la plaza de toros el día de la última corrida. Sean los que sean.

BOGOTÁ 2020 - VIÑETA 186

Viñeta 186
Bogotá 2020
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 14 de febrero 2017


El patio es grande y cochambroso. La muchedumbre se hacina por metro cuadrado intercambiando pulgas, mercancías prohibidas y malos olores. Desde las garitas los fusiles vigilan. Es club de alta peligrosidad. Sicarios, genocidas, terroristas, violadores, pedófilos, descuartizadores, antropófagos…, y seguramente algunos inocentes, mezclados todos, comunes entre sí, pares de la misma cofradía.

Contra el rincón suroccidental otros, apiñados junto a las letrinas, apartados como leprosos. Criminales de nuevo cuño, reos del nuevo delito, apestados de la nueva culpa. Transgresores de la ley animal, del derecho irracional, “maltratadores de ‘sintientes’ en cualquier forma, sin distinción”, como dictó la Corte Constitucional hace tres años.

“El Marqués”, personaje recién ingresado, se pasea lentamente, seguido de sus escoltas. Es de mediana edad, bajo, barrigón, rostro ladino y actitud pontificia. Lleva gafas de sol y poncho al hombro. Multimillonario exportador de alcaloides. Hazañas tremendas engordan su prontuario. Más de 500 muertes apuntalan su leyenda. Políticos, generales, magnates, magistrados, modelos, actrices, “reinas” de belleza ornan su galería. Temido, reverenciado, adorado. Se deja ver, maravilla, explora y como sin querer llega hasta el lugar maldito. Lo rodean.

-- ¿Qué hiciste? Le pregunta escrupuloso a un joven.
-- Tenía una mascota, un perro doberman. Le hice cortar las orejas y la cola. Por ahí tirado está el veterinario.
--¿Y tu?-- A un pequeñín.
-- Era jockey. En los últimos metros azoté con la fusta el caballo para qué ganara, como fue público, me sumaron dos años a los tres de ley.
-- Yo soy campesino– confiesa otro sin que le pregunten --Mi mala vecina, me acusó de apretar demasiado la ubre de la vaca ordeñando.

--Doctor Arroyo, mucho gusto— se presenta un viejo de aspecto sabio –Experimenté con unos monos investigando la vacuna contra el paludismo. Me iban a dar el premio Nobel y aquí me tiene.
Adelantándose, mete la cucharada otro, mirando y gesticulando incongruentemente --Yo fui alcalde, muy animalista por cierto, pero me condenaron porque se me ocurrió casarme montando un elefante de circo.

Uno señala con el pulgar a su vecino --Este vaquero está por apartar los terneros de sus madres. Tortura sicológica.
--Usted mejor no hable –revira el aludió-- Todos sabemos que lo sentenciaron por alzarle la voz al burro en que llevaba el mercado– y como disculpándose agrega --Peor esos de allá, pobrecitos, cayeron entrando a la plaza de toros cuando los antitaurinos los acorralaron a gargajo y piedra.

--¿Y no hay toreros?
--Sí, claro, pero a esos y a los empresarios no los dejan ver, los tienen aislados en el cepo –Responden varios.

--¡Carajo! Yo creía que las animaladas mías eran las peores –Los altavoces le interrumpen –Señor “Marqués” tenga la bondad de presentarse al pabellón VIP que llegaron los banqueteros, los mariachis y sus visitas conyugales.

martes, 7 de febrero de 2017

...O MUERTE INDIGNA - VIÑETA 185

Viñeta 185
...O muerte indigna
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 7 de febrero 2017

El único animal que el hombre mata con dignidad es el toro de lidia. A todos los demás los asesina con alevosía, premeditación, indefensión, ventaja, superioridad y ocultamiento. Por millones, legitimando la hecatombe con el pretexto de que es para propio beneficio. Bueno, en principio todo crimen parte del mismo principio, beneficio del criminal.

En los mataderos, en los criaderos industrializados, en los laboratorios de investigación, en la pesca, en la cocina, en la casa, en la caza,... por cielo, mar y tierra, hoy y siempre, con todo lo que su tecnología le ha proveído, desde piedra y garrote hasta informática.

Porque la especie humana es depredadora. No por mala (moralmente), por necesidad vital. Porque no tiene otra salida. Porque la biología condena los vivos a matar o morir. Porque así es. Porque la muerte existe como fin de la vida. Todos, animales y vegetales, nacemos para morir y dar vida a otros.

Desde tiempos inmemoriales, yo supongo que desde que la consciencia existe, el hombre (y la mujer), se han consumido en esa culpa. En ese pecado original. Y desde entonces han tratado de purgarlo. Racionalizando, idealizando, sublimando, legislando… deificando los animales o la naturaleza que agreden para vivir. En las protorreligiones mediterráneas el toro era dios (sacrificado ritualmente) y así.

La vergüenza nos ha podido porque no hemos podido con ella. Los toros rupestres de Altamira y Lascaux, los pétreos de Guisando, los mosaicos taurinos cretenses lo atestiguan.

La corrida “moderna” es la última versión del mea culpa biológico. Del, pero es que aun somos capaces de matar un animal, uno solo, con decencia y juzgar eso bello. Cara a cara, cruzando armas con él, a vida por vida, en un rito de honor, con una liturgia y un código ético-estético. Dándole identidad, nombre, condición de igualdad, derecho a defenderse y a vivir (indulto).

Todo esto tras haber sido criado con mimo durante al menos cuatro años, y como exige la moral del absurdo; también para nuestro propio beneficio. Pues al final, igual que millones y millones de animales que masacramos vergonzantemente, calladamente, será descuartizado, cocinado, devorado y sus otros despojos convertidos en productos industriales y comerciales.

En Colombia la Corte Constitucional, (cinco magistrados), ha votado por criminalizar las corridas y penalizarlas (12 a 36 meses de cárcel y más), mejor dicho, que todos los toros vayan al matadero. Pero ha dejado una rendija; que sea el Congreso, en un plazo no mayor a dos años, quien decida sobre la cuestión esencial; muerte digna o muerte indigna.

LA LEY DEL GARGAJO - VIÑETA 184

Viñeta 184
La ley del gargajo
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 31 de enero 2017

En Colombia la Corte Constitucional ha dicho en repetidos fallos que la fiesta de los toros es legal, protegida por la Constitución. Jurisprudencia que terminó liberando la plaza de Santamaría, secuestrada durante un lustro por los antitaurinos alcaldes Petro y Peñalosa.

La respuesta anunciada, fue el bárbaro ataque con visos de linchamiento a los pasivos asistentes a la corrida reapertura el domingo 22 de enero. En ella, el gargajo fue la suerte reina, la consigna, el argumento principal. Disparado al rostro de las indefensas víctimas, sin distingos de género, edad o condición, precedía las otras agresiones físicas y verbales.

Democracia, derecho a la protesta, libertad de manifestación, fueron los pretextos cómplices. Ahora, los piadosos gargajeantes, contenidos por la policía, vuelven de nuevo a la Corte y la convocan para que se desdiga. Que confiese sus equivocaciones, que les complazca y los deje prohibir, abolir, exterminar al toro y su culto en todo el país.

Claro, dado el revuelo mediático, la expectativa está que arde por este enésimo debate, (como si no hubiese asuntos más graves que atender). Desbordan los análisis, cábalas, apuestas.

Que la magistrada tal es inhábil por prejuiciada, como demuestra el haber participado en aquelarres antitaurinos. Que entonces el magistrado fulano también porque ha leído el Romancero gitano de García Lorca. Que zutanito está enfermo. Que menganito de vacaciones. Que la votación favorable se hace desfavorable, pasando de cinco a cuatro, a cuatro a tres...

Todos hacen predicciones partiendo de que los ínclitos jueces votarán de acuerdo a sus preferencias personales, a sus militancias políticas, a sus previos juicios y no a la ciega justicia. Qué injusticia.

Pocos reparan en paralelos importantes con lo ya fallado, como que el Tribunal Constitucional español, tras seis años de meditaciónes, sentenció que la prohibición a los toros en Cataluña violaba el derecho y la constitución. Que el Tribunal Constitucional alemán la semana pasada sentenció que el degollamiento ritual de corderos por los musulmanes era una práctica cultural lícita en el territorio nacional. Que la Fiscalía General de la nación colombiana señaló que criminalizar las corridas sería “populismo punitivo”. Que la cultura y los derechos humanos priman sobre los animalismos y las animaladas.

Yo por mi parte confío en que no se dará la razón a quienes pretenden imponer la ley del gargajo. Esa sí es anticonstitucional.

DICHO Y HECHO - VIÑETA 183

Viñeta 183
Dicho y hecho
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 24 de enero 2017

Gustavo Petro y Enrique Peñalosa

Hace más de un año, el 26 de octubre de 2015 para ser exactos, muy temprano, a las siete y media de la mañana, todavía sin disipar los vapores de la celebración por la minoritaria elección, el alcalde Enrique Peñalosa reafirmó ante la prensa su fervor de antitaurino converso: Seré el primero en salir a marchar si las corridas de toros regresan a Bogotá”.

Promesa, voto, amenaza, o todos los anteriores, que ratificó hace siete meses (Ver diario El Espectador). No sé si lo cumplió. No lo vi el domingo entre la horda fanática que disparaba infamias, escupitajos, golpes y objetos contra quienes entrábamos y salíamos pacíficamente de la Santamaría, y sobre la fuerza pública que casi fue desbordada. Sería difícil no haberlo visto, su trapío es muy conspicuo.

De cualquier manera, si fue honró su palabra, si no, pues también vale, terceras personas la honraron por él. Y ahora que ando precisando fechas el 21 de junio pasado, en esta misma columna (Viñeta 156), advertí sobre lo peligroso de aquella repetida declaración, decisión, incitación, o todas las anteriores (perdón por citarme, pero es necesario), textualmente:    

“Amenaza de cuidado, pues ya sabemos del cariz que han tenido siempre dichas marchas. Da terror imaginar a los aficionados inermes tratando de acceder a la plaza en medio de la horda furiosa y además envalentonada por tener el alcalde a la cabeza…

El respeto a los derechos humanos, la paz, el orden público y la ley no solo son deberes de todo ciudadano sino obligaciones perentorias para quien preside una ciudad. Supone uno que el señor Peñalosa en lugar de promover “marchas” antiaturinas de azaroso resultado tendría que clarificar nítidamente su posición.”

Dicho y hecho. Ahora todo son disculpas: “fueron infiltrados”, “minorías violentas”, “mis enemigos políticos”. Difícil de creer, el operativo evidentemente planificado y coordinado a imagen y semejanza de una guerrilla urbana, yo lo vi. Grupos separados rodearon la plaza desde antes de la corrida y después de ella persiguieron y emboscaron a las víctimas por varias cuadras. Botas, sombreros, cojines… eran los signos para la identificación de los objetivos; mujeres, ancianos, niños… muchos heridos...

“!Mueran ustedes hijueputas pero no maten los toros!” gritaban algunos de los piadosos animalistas con chaquetas de cuero. Por lo vivido, me resulta imposible disculpar al alcalde Peñalosa y a su conmilitón antitaurino y predecesor Gustavo Petro. Las palabras delatan al uno y el estilo al otro. Bien decía Buffón: el estilo es el hombre.

Desde ahora digo que asistiré a la próxima corrida en la Santamaría, espectáculo lícito, protegido por la ley, y desde ahora hago responsables a estos dos ilustres políticos de lo que me pueda pasar.