martes, 12 de enero de 2016

!440! - VIÑETA 136

Viñeta 136

¡440!
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 12 de enero del 2016

Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
 
La ley taurina colombiana establece como peso mínimo reglamentario para toros adultos a lidiar en plazas de primera categoría 440 kilos. Es el margen inferior de la legalidad. Por debajo, nada. Ni un miligramo. Ni un suspiro. Ni una gota de sudor. Ni un grano de concentrado. Ni un estornudo. Sería delito, y la tablilla lo debe advertir.

No es mucho. Es poco. 20 kilos menos de lo exigido por la ley española. Que un macho de lidia no supere tan bajo nivel puede indicar diferentes anomalías. Que no ha terminado su crecimiento. Que no es adulto. Que es enano. Que está mal nutrido. Que está enfermo. Que no es apto para las exigencias de una lidia honorable... o todas las anteriores.

Curiosamente, durante las recién terminadas ferias de Cali y Manizales. El peso más común anunciado fue 440, clavados,  rayados, precisos. ¡Qué coincidencia! Ni un pelo más ni un pelo menos.

De 74 toros lidiados, (44 en Cali, 30 en Manizales), 12 tenían ese peso exacto, el 16.3%, o al menos eso decían. Aunque la mayoría no lo aparentaban (a ojo de este modesto aficionado que lleva 65 años viendo corridas en dos continentes). ¿Habrán sido tan exactos los pesajes? ¿No se equivocaron por un pelito? Supongo que no, pero cuesta creerlo.

Es más, 36 toros, el 49%, la mitad, se anunciaron entre los 440 y los 460 kilos. En España, que es el parámetro taurino, resulta raro ver salir al ruedo un toro en plazas de primera con menos de 500 kilos. Sesenta más de lo acostumbrado aquí.

Dicen los profetas, creyentes y beneficiarios del minitoro: “El peso importa solo a los carniceros”. Falso. El peso es un indicativo vital, de la edad, el desarrollo y la salud de los toros y en general de los seres vivos. Lo digo como médico, aunque no se necesita serlo para saber tal obviedad.

Nota: Adivinen qué. El encierro de Santa Bárbara, premiado como el mejor en la feria en Manizales, tenía solo 443 kilos promedio, y su toro indultado y premiado “Incógnito”, N° 779, lidiado 6°, por Roca Rey, el 5 de enero, pesaba 440 kilos justos, según la tablilla: Debió terminar la lidia con 435 cuando mucho. Imagino. ¡El mejor!

Cita: El veterinario (25 años de Las Ventas) Ramón Barca, en su libro “El toro de lidia” recuerda como, en los años de preguerra (civil) en España el peso mínimo exigido era 550 kilos.

domingo, 3 de enero de 2016

VOLVER A MANIZALES - VIÑETA 135

Volver a Manizales
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali, Colombia, I 02 16
 

La Monumental de Manizales cumplió 65 años el pasado 23 de diciembre. Era domingo, Antonio Bienvenida, Manolo González y Alfredo Jiménez enfrentaron seis toros de Mondoñedo. Fue la primera de las tres corridas de aquella primera temporada del nuevo coso, de la nueva ciudad que celebraba su primer centenario. En realidad sus primeros 102 años (Fundada en 1849).

Ese día exactamente y casi a la misma hora moría en Buenos Aires (Argentina) el gran poeta del tango Enrique Santos Discépolo. Más que coincidencia cronológica, un calambur histórico pues Manizales tiene dos pasiones dominantes; los toros y el Tango.  

Tres años largos después, el 23 de enero, inauguraría la feria marcada por estas dos expresiones artísticas que ha hecho propias. Subir todos los comienzos de año a Manizales. Entrar por su Plaza de toros, puerta sur de la ciudad, evocando bandoneónes y castañuelas, cortes y largas, corridas y bohemia es como entrar a un mundo donde los mismo pueden maravillar una liebre parlante que un sombrerero loco.
 
Todas las plazas como todas la personas son únicas, pero esta es más única. Posada en el filo de la cordillera como un nido de pájaro a dos mil docientos metros de altura, mirando hacia el abismal paisaje que se pierde en lejanías los días despejados o se vela en blanco los brumosos dando a la corrida un aire fantasmal.
 
Ruedo gris. Líneas naranjas. Puertas altas. Al empinado graderío se accede por arriba, por las filas superiores. Hay que descender buscando el puesto y luego ascender para salir. Allí la música tiene caracter protagónico en especial el pasodoble “Feria de Manizales” compuesto por el catarrojense (de Valencia) Juan Mari Asens, saxofonista del empastre, y letrado por “el poeta de las ferias” el belemita (de Umbría, Caldas) Guillermo González Ospina, fallecidos ambos.
 
Pasodoble reservado durante las corrridas para premiar faenas excepcionales y prodigado de tal manera por las presidencias alegronas, que lo excepcional es que no suene. Porque si en América existe una plaza torerista y amante de la música y la pinturería es esta, que se pavonea de su vocación sevillana.
 
Dice uno de los versos de González, “toda la feria es un río”. Cierto, un río que fluye sin pausa entre la plaza de toros y el parque Caldas, donde se oye y se baila tango día y noche. Río multitud enfiestado, emponchado y flanqueado por ventas ambulantes de toda cosa, y en el cual navegan también rémoras, avivatos y carteristas transhumantes, quienes bautizaron cínicamente su cauce, la 23, como “El tontódromo”.
 
Es una feria de ciudad grande que conserva el encanto y autenticidad de las pequeñas viejas ferias de pueblo. Quizá es la última que nos queda. Siempre hay que volver a ella.

MANZANARES Y CALI - VIÑETA 134

Viñeta 134
 
Manzanares y Cali
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 29 de diciembre del 2015
 
Diciembre 28 2013. Foto: Camilo Díaz
 
Lo usual para un torero que se cae del cartel por incapacidad, es remitir a la empresa copia del certificado medico, quizás endulzada con una fórmula de cortesía, y pare de contar.
 
Pero que uno convaleciente de cirugía en la columna vertebral tome un avión, cruce el Atlántico, dé la cara, presente la excusa personalmente, pernocte y se devuelva, más que inusual es cosa de locos, o de enamorados que también lo son, como decía Wilde, o de amigos verdaderos, otra versión del amor.
 
Manzanares lo ha hecho. Está en Cali. Llego anoche, se va mañana y esta tarde presentará sus respetos a la afición en la corrida para la cual estuvo anunciado y en la que su padrino de alternativa Enrique Ponce le sustituirá.
 
Antes de venir lo había explicado con un “trino”. Es muy afectó a las redes sociales. Torero moderno de añeja raigambre, “Me hablaban de Belmonte, de Ortega, de Ordóñez y me enseñaron lo que es torear de verdad”.
 
Es un gesto, una deferencia con la ciudad, que se lo merece, y no se sorprende con él, pues el afecto es viejo. Recuerdo como si fuera hoy el 30 de diciembre de 1963, corrida histórica por cierto aquí, en la que Zúñiga, Puerta, El Viti, Camino, El Cordobés y El Caracol, cuyo toro banderilleara el abuelo “Pepe Manzanares”, les cortaron a los santacolomas de de González Pidrahita ocho orejas y tres rabos.
 
Conozco bien la secta manzanarista que dejó acá José Mari, el hijo, cuyos inconsolables fieles aún andan por ahí añorando sus exquisiteces y bohemia.
 
Y tampoco puedo olvidar que hace dos años exactos, este Manzanares de ahora, el nieto, la última vez que vino de luces, llenó Cañaveralejo, toreó, mató y se fue por la Puerta Señor de los Cristales diciendo que volvía, pero no volvió. Y tenía que volver, aunque no fuese a torear, aunque fuese solo como como un amigo más que viene a saludar.

59 VECES CALI - VIÑETA 133

Viñeta 133
 
59 veces Cali
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 22 de diciembre del 2015
 
Cañaveralejo. Foto: Plaza de toros de Cali S.A.
Sábado. Tres de la tarde. Más que lleno. Sol tenaz. Calor quieto. La brisa viene a las cuatro. Siempre. Himno tumultuoso. Clarines, timbales. De luto y gorgueras cabalgan los alguaciles Florencio Castillo y Ricardo Ceballos. Tras ellos, montera en mano, “Joselillo” de azul, Bernadó de nazareno, Sánchez de verde, seguidos por sus circunspectas cuadrillas. Ovación.
 
Preside Carlos Garcés, alcalde. Notables, notorios, y aspirantes hacinados en las barreras, a 70 pesos puesto, que aún sin acabados muestran el concreto reciente. Salta “Resoplón” (procedencia Santa Coloma vía Mondoñedo), negro, cornicorto, terciado, pocacosa, todos lo fueron.
 
Melanio pica. José brinda a Paz Borrero, y en él a la nueva plaza: “Va por usted don Joaquín”. Pero la tan anhelada corrida inaugural, que había motivado titulares de primera plana en todo el país, se va hundiendo entre la esmirriada mansedumbre del ganado, el bochorno y la desilusión. Una socorrida oreja para el catalán, no logra maquillar el tedio.
 
--Mal comienzo --refunfuñan los realistas. --De los buenos, líbranos señor --apuntan los supersticiosos y aciertan. La feria va a más con los toros de Mondoñedo (primera vuelta al ruedo de ganadero al otro día), Ernesto González, Pepe Estela y Achury Viejo después. Cinco corridas que cierran y abren año, de las que el jerezano Juan Antonio Romero y el onubense “Chamaco” salen triunfadores. El éxito es tal, que al año siguiente aumentan los festejos desbordando el coso, extendiéndose a la cercana ciudad y dando paso a la parranda general “Feria de Cali”, que banalizada, ensalsada” y burocratizada se crece hasta negar hoy sus orígenes taurinos. ¡Lo que hay qué ver!
 
Pasan rápido seis décadas jalonadas por nombres que apasionan, conjuran la taquilla y dejan historias. Ordóñez, Dominguín. Cáceres, Ostos, Camino, Pedrés, Puerta, Viti, Mondeño, Curro, “Cordobés”, Vásquez, “Antoñete”, Girón, Palomo, “Paquirri”, Dámaso, Ramos, Teruel, Martínez, Cavazos, Fuentes, Galán, Campuzano, “Puno”, “El Cali”, Capea, Esplá, Manzanares, Domínguez, “Armillita”, Robles, “Espartaco”, Silveti, “Soro”, Ojeda, “Yiyo”, Ortega, Mora, Rincón, “Joselito”, Ubrique, Ponce, Rivera, Tomás, Cid, Morante, Padilla, “Juli”, Fandi, Castella, Talavante... Domecq, Vidrié, Moura, Peralta, Hermoso, Ventura... Cada plaza tiene su libro.
 
Esta, Cañaveralejo, el viernes, día de Navidad, como hace 58 años, pero a las cuatro de la tarde ahora, con menos sol, más viento y sin corridas de añoviejo ni añonuevo (¡innovaciones!), abrirá otro capítulo del suyo. Ahí estaremos otra vez.

martes, 15 de diciembre de 2015

COLOMBIA MEDIA PLAZA - VIÑETA 132

Colombia media plaza
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 15 de Diciembre del 2015


Plaza Vistahermosa de Bucaramanga. Foto: El Espectador

El mal partero le echa la culpa al culo. Fue una de las primeras enseñanzas que me impartieron los nativos del Baudó cuando recién salido de la universidad, lleno de información técnica, pero vacío de sabiduría les caí como médico rural.

Recuerdos lejanos de juventud a los cuales el presente me lanza en cada vuelta. Como ahora, cuando miro el panorama de la fiesta en Colombia, con cantidad de plazas rendidas, abandonadas. Plazas que hasta no mucho antes daban temporadas y ferias opulentas; Bogotá, Bucaramanga (la más grande del país), Palmira, Ibagué, Popayán, Armenia, Pereira (Cerritos), Duitama... para no mencionarlas todas.

Apenas Manizales y Cali con diez festejos cada una, Medellín con cinco, Puente Piedra con tres, Cartagena con dos, y unos cuantos pueblos leales aguantan la parada. Contracción que apesadumbra, tanto por su magnitud como por su velocidad. ¿Causas?

Definitivamente no jurídicas. A diferencia de otros países, aquí el estado protege la fiesta con una ley (916 del 2004) permanentemente refrendada por las altas cortes nacionales (Constitucional, Suprema y Consejo de Estado). Tampoco una repentina epidemia de amnesia cultural, de olvido masivo a la tradición ancestral. Menos aún, puede atribuirse a la hostilidad antitaurina que no por vil deja de ser inocua.

En todos los casos, excepto en el de la Santamaría bogotana, donde la invicta soberbia de un alcalde se ha impuesto a la justicia, las razones del cierre han sido internas, intrínsecas, propias del organismo taurino. La procesión va por dentro.

Los "anti" lo saben, y apremiados porque la paciente se puede morir antes de que la maten (arrebatándoles el crédito), fustigan a sus políticos por una pronta prohibición legal. Ya casi. Acaban de extremar en el congreso la ley de "maltrato animal" que da pisó conceptual a una posible derogatoria de la 916 ¡Y qué votación! Increíblemente los taurinos (obtusos) la celebran como triunfo, "porque fuimos excluidos”, “perdonados”, cuando en realidad tenemos todo el derecho a existir.

Lo que deberíamos hacer, es comenzar a reconocer que nuestras plazas fenecen porque la negligencia, desacierto, y extravío de los valores les han espantado la gente, las han deshabitado. Para qué echar culpas al culo.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

MONÓLOGO CÍNICO - VIÑETA 131

Viñeta 131

Monólogo cínico
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 8 de diciembre del 2015
Alegan los puristas que lidiar un toro en el ruedo, y luego, esconderlo en chiqueros para matarlo indefenso no es digno. ¿Pero por qué no, si salvamos las apariencias, y el negocio?

¿Al fin y al cabo no matamos a todos los animales igual? A mansalva, sin pompa, en inferioridad y sin oportunidad. A todos, menos al toro en esta vetusta corrida que aún honra la muerte ritual, honorable, cara a cara, como su razón de ser y justificación. Pero si queremos venderla más, a nuevos públicos, debemos cambiarla…

Ofende andar evocando a estas alturas, que alguna vez fuimos menos bribones y arriesgábamos de frente con el ser que pretendíamos devorar. Insulta recordar esa edad primitiva cuando éramos ecológicos (no ecologistas), cuando no avasallábamos la naturaleza y habitábamos en ella compitiendo con lealtad, y masticábamos carne mirándonos sin esa hipocresía tan chic, tan culta, tan “in”, que finge desconocer el crimen que la provee.

Ahora, cuando hemos progresado tanto y proliferado hasta no caber; aniquilando especies enteras, explotando y ensuciando el planeta, chupándole su más recóndita energía, cometiendo toda clase de iniquidades, tenemos que ponernos a tono con los tiempos.

Tenemos que civilizarnos, modernizarnos, atemperar también la vieja corrida. Superarla. Romper el paradigma. No más esa fiesta rancia, de sol y moscas. ¡Aire acondicionado señores! No más enrostrarnos la animalidad que nos avergüenza, y ocultamos con tanto esfuerzo. ¡Es insufrible! Los toros al matadero, a la carnicería, o a donde sea que no veamos quienes ni como los liquidan, quedémonos en el ruedo solo con la coreografía… posturas, música, rosas, velas... Innovemos.

Neguemos la muerte para que no exista. Valgan mentira, publicidad, política, legislación. Para eso somos el espécimen más racional, más calculador, y más rey de la zoología. Fuera esa bárbara liturgia de la muerte gloriosa, ese vestigio medioeval e incivil.

Si nuestro destino biológico es matar para vivir, desde bacterias hasta ballenas, pasando, claro, por los congéneres incómodos, y si hemos inventado como hacerlo sobre seguro, en masa, legitimando la vileza con la utilidad, para qué mantener cultos arcaicos. Para qué tanto riesgo, código, y ceremonia. Para qué seguir añorando la inocencia perdida. Para qué seguir negándonos a evolucionar y a lucrar más.

LEY ANIMAL - VIÑETA 130

Viñeta 130

Ley animal
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 1º de diciembre del 2015

En el Congreso colombiano ha tenido tránsito espasmódico un proyecto de ley que supone conceder “derechos” a los animales (porque son “sintientes”) y aplicar a los humanos condenas de hasta 3 años de cárcel y multas por 50 salarios mínimos (33 millones de pesos, unos 10.000 euros) en caso de “maltrato” (defina maltrato).

La inclusión inicial de las corridas de toros en el mamotreto forzó a discusiones y amputaciones por parte de la comisión primera de la Cámara de representantes.

Ahora, ya en punto de ser aprobado por la sesión plenaria, le surgieron más reparos. El partido político del expresidente Álvaro Uribe, muy aficionado a los caballos de paso y reconocido chalán, impidió su votación aduciendo que la (en ocasiones indispensable), castración de garañones colocaría en condición delincuencial a ganaderos, veterinarios, palafreneros, etc.

Me parece una objeción válida entre muchas de forma y fondo que podrían oponerse a la bestial propuesta. Y no pensemos en gustos o excepciones distinguidas, ni en la industria y el comercio pecuarios, ni en el sector alimenticio, ni en la macroeconomía, ni en la cultura, ni en la biología siquiera.

Pensemos en lo contradictorio que resulta pretender dar derechos, y a la vez, unilateralmente, imponer legislación a seres que ni lo han pedido ni han otorgado tal poder.

¿En ese orden de ideas, qué privilegio invocan los animalistas, para de motu propio, hablar, decidir y actuar a nombre de individuos o grupos naturalmente ajenos? ¿No será eso en sí mismo una violación?

¿Esta ley, como toda ley que se respete, implicaría universalidad e igualdad? ¿Se asignarían en consecuencia, deberes junto con los derechos a los semovientes legislados? ¿Cuánto de cárcel y/o de multa proponen si un perro muerde a un hombre, un gato caza un ratón, un sapo devora un alevín?

¿Tendrían los nuevos derechohabientes, libertad para optar, expresarse y proceder? ¿Se les respetaría la más elemental en toda sociedad equitativa: elegir y ser elegidos?

Entonces, entrados ya en animalidad democrática ¿Por qué no pedir también que borregos, vacas, burros y demás “sintientes” elijan parlamentarios de sus propias especies? Quizás no acepten, pero sería lo más justo.

Es inexplicable que los ponentes no hayan dicho ni mu al respecto. ¿Temerán por sus curules? Razones tienen.