martes, 15 de diciembre de 2015

COLOMBIA MEDIA PLAZA - VIÑETA 132

Colombia media plaza
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 15 de Diciembre del 2015


Plaza Vistahermosa de Bucaramanga. Foto: El Espectador

El mal partero le echa la culpa al culo. Fue una de las primeras enseñanzas que me impartieron los nativos del Baudó cuando recién salido de la universidad, lleno de información técnica, pero vacío de sabiduría les caí como médico rural.

Recuerdos lejanos de juventud a los cuales el presente me lanza en cada vuelta. Como ahora, cuando miro el panorama de la fiesta en Colombia, con cantidad de plazas rendidas, abandonadas. Plazas que hasta no mucho antes daban temporadas y ferias opulentas; Bogotá, Bucaramanga (la más grande del país), Palmira, Ibagué, Popayán, Armenia, Pereira (Cerritos), Duitama... para no mencionarlas todas.

Apenas Manizales y Cali con diez festejos cada una, Medellín con cinco, Puente Piedra con tres, Cartagena con dos, y unos cuantos pueblos leales aguantan la parada. Contracción que apesadumbra, tanto por su magnitud como por su velocidad. ¿Causas?

Definitivamente no jurídicas. A diferencia de otros países, aquí el estado protege la fiesta con una ley (916 del 2004) permanentemente refrendada por las altas cortes nacionales (Constitucional, Suprema y Consejo de Estado). Tampoco una repentina epidemia de amnesia cultural, de olvido masivo a la tradición ancestral. Menos aún, puede atribuirse a la hostilidad antitaurina que no por vil deja de ser inocua.

En todos los casos, excepto en el de la Santamaría bogotana, donde la invicta soberbia de un alcalde se ha impuesto a la justicia, las razones del cierre han sido internas, intrínsecas, propias del organismo taurino. La procesión va por dentro.

Los "anti" lo saben, y apremiados porque la paciente se puede morir antes de que la maten (arrebatándoles el crédito), fustigan a sus políticos por una pronta prohibición legal. Ya casi. Acaban de extremar en el congreso la ley de "maltrato animal" que da pisó conceptual a una posible derogatoria de la 916 ¡Y qué votación! Increíblemente los taurinos (obtusos) la celebran como triunfo, "porque fuimos excluidos”, “perdonados”, cuando en realidad tenemos todo el derecho a existir.

Lo que deberíamos hacer, es comenzar a reconocer que nuestras plazas fenecen porque la negligencia, desacierto, y extravío de los valores les han espantado la gente, las han deshabitado. Para qué echar culpas al culo.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

MONÓLOGO CÍNICO - VIÑETA 131

Viñeta 131

Monólogo cínico
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 8 de diciembre del 2015
Alegan los puristas que lidiar un toro en el ruedo, y luego, esconderlo en chiqueros para matarlo indefenso no es digno. ¿Pero por qué no, si salvamos las apariencias, y el negocio?

¿Al fin y al cabo no matamos a todos los animales igual? A mansalva, sin pompa, en inferioridad y sin oportunidad. A todos, menos al toro en esta vetusta corrida que aún honra la muerte ritual, honorable, cara a cara, como su razón de ser y justificación. Pero si queremos venderla más, a nuevos públicos, debemos cambiarla…

Ofende andar evocando a estas alturas, que alguna vez fuimos menos bribones y arriesgábamos de frente con el ser que pretendíamos devorar. Insulta recordar esa edad primitiva cuando éramos ecológicos (no ecologistas), cuando no avasallábamos la naturaleza y habitábamos en ella compitiendo con lealtad, y masticábamos carne mirándonos sin esa hipocresía tan chic, tan culta, tan “in”, que finge desconocer el crimen que la provee.

Ahora, cuando hemos progresado tanto y proliferado hasta no caber; aniquilando especies enteras, explotando y ensuciando el planeta, chupándole su más recóndita energía, cometiendo toda clase de iniquidades, tenemos que ponernos a tono con los tiempos.

Tenemos que civilizarnos, modernizarnos, atemperar también la vieja corrida. Superarla. Romper el paradigma. No más esa fiesta rancia, de sol y moscas. ¡Aire acondicionado señores! No más enrostrarnos la animalidad que nos avergüenza, y ocultamos con tanto esfuerzo. ¡Es insufrible! Los toros al matadero, a la carnicería, o a donde sea que no veamos quienes ni como los liquidan, quedémonos en el ruedo solo con la coreografía… posturas, música, rosas, velas... Innovemos.

Neguemos la muerte para que no exista. Valgan mentira, publicidad, política, legislación. Para eso somos el espécimen más racional, más calculador, y más rey de la zoología. Fuera esa bárbara liturgia de la muerte gloriosa, ese vestigio medioeval e incivil.

Si nuestro destino biológico es matar para vivir, desde bacterias hasta ballenas, pasando, claro, por los congéneres incómodos, y si hemos inventado como hacerlo sobre seguro, en masa, legitimando la vileza con la utilidad, para qué mantener cultos arcaicos. Para qué tanto riesgo, código, y ceremonia. Para qué seguir añorando la inocencia perdida. Para qué seguir negándonos a evolucionar y a lucrar más.

LEY ANIMAL - VIÑETA 130

Viñeta 130

Ley animal
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 1º de diciembre del 2015

En el Congreso colombiano ha tenido tránsito espasmódico un proyecto de ley que supone conceder “derechos” a los animales (porque son “sintientes”) y aplicar a los humanos condenas de hasta 3 años de cárcel y multas por 50 salarios mínimos (33 millones de pesos, unos 10.000 euros) en caso de “maltrato” (defina maltrato).

La inclusión inicial de las corridas de toros en el mamotreto forzó a discusiones y amputaciones por parte de la comisión primera de la Cámara de representantes.

Ahora, ya en punto de ser aprobado por la sesión plenaria, le surgieron más reparos. El partido político del expresidente Álvaro Uribe, muy aficionado a los caballos de paso y reconocido chalán, impidió su votación aduciendo que la (en ocasiones indispensable), castración de garañones colocaría en condición delincuencial a ganaderos, veterinarios, palafreneros, etc.

Me parece una objeción válida entre muchas de forma y fondo que podrían oponerse a la bestial propuesta. Y no pensemos en gustos o excepciones distinguidas, ni en la industria y el comercio pecuarios, ni en el sector alimenticio, ni en la macroeconomía, ni en la cultura, ni en la biología siquiera.

Pensemos en lo contradictorio que resulta pretender dar derechos, y a la vez, unilateralmente, imponer legislación a seres que ni lo han pedido ni han otorgado tal poder.

¿En ese orden de ideas, qué privilegio invocan los animalistas, para de motu propio, hablar, decidir y actuar a nombre de individuos o grupos naturalmente ajenos? ¿No será eso en sí mismo una violación?

¿Esta ley, como toda ley que se respete, implicaría universalidad e igualdad? ¿Se asignarían en consecuencia, deberes junto con los derechos a los semovientes legislados? ¿Cuánto de cárcel y/o de multa proponen si un perro muerde a un hombre, un gato caza un ratón, un sapo devora un alevín?

¿Tendrían los nuevos derechohabientes, libertad para optar, expresarse y proceder? ¿Se les respetaría la más elemental en toda sociedad equitativa: elegir y ser elegidos?

Entonces, entrados ya en animalidad democrática ¿Por qué no pedir también que borregos, vacas, burros y demás “sintientes” elijan parlamentarios de sus propias especies? Quizás no acepten, pero sería lo más justo.

Es inexplicable que los ponentes no hayan dicho ni mu al respecto. ¿Temerán por sus curules? Razones tienen.

lunes, 30 de noviembre de 2015

DARÍO - VIÑETA 129

Viñeta 129

Darío
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 24 de noviembre del 2015
 
Darío en "El cinco". Foto: J.A. díaz
Paisa, desparpajado, bigotudo, grandote, de vozarrón acallador, “Zuzurro” es hombre de campo, zootecnista, conocedor del toro y su crianza, pero sobre todo aficionado, duro y militante que ha convertido las inmediaciones de su barrera del “cinco” en el sector más bravo de La Macarena.

Por contra, su casa es un remanso de hospitalidad y afecto. La imponencia taurina vale cuando conlleva nobleza. Buen esposo, padre, amigo, anfitrión; bebedor alegre, cocinero exquisito, contertulio dicharachero y muy divertido, comanda una tropa de fieles contribuyentes a la taquilla, que desde hace años tallan como piedra en el zapato profesional de la fiesta medellinense. Pagan y exigen.
 
“Sin toro no hay nada”, gritan y flamean a veces en una pancarta
--!Cómo joden! --refunfuñan los contrarios, que también pagan. Cada uno con su tema y su derecho. Sin embargo, aquellos consideran que no hay derecho a defender “lo falso”, aplaudir “lo criticable”, premiar “lo punible”, y ahí viene Troya.
 
El viernes, cuando Cronicatoro.com publicó los carteles de la próxima feria de Manizales, Darío escribió, bajo la noticia, el comentario: “Las mejores ganaderías con los carteles más flojos y el último apología al pico, al destoreo y la indultitis”.
 
Se refería desde luego a los hierros de Mondoñedo, Santa Bárbara y Achury Viejo, que dan a la feria su contenido más torista, y por supuesto no están anunciados con las máximas figuras, y además a su poca fe en las tauromaquias de Ponce y El Juli quienes mano a mano cerrarán las fiestas con el escogido encierro de Miguel Gutiérrez, campeón de indultos en Colombia.

Bueno, esto no es nuevo, más bien es tradición, tanto que se ha hecho adagio; a torero modesto, toro grande y billete chico. Pasa desde que la corrida existe, y seguirá pasando, pues ella no solo representa la confrontación entre el toro y el hombre, la naturaleza y la inteligencia, la brutalidad y la gracia, la vida y la muerte, la fiesta y la tragedia, sino también, y de manera esencial, entre la mentira y la verdad. Los aficionados como Darío no lo dejan olvidar.

ANIMALIDAD - VIÑETA 128

Viñeta 128

Animalidad
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 17 de noviembre del 2015
En medio del dolor por la reciente masacre de Paris, me asaltaron dos recuerdos también crueles. Uno, el deseo expresado este año públicamente, por una concejal animalista española, de arrojar una bomba en el atestado tendido de la plaza de toros de Pamplona, y el otro, la mortandad causada por la que sí se hizo explotar en la plaza de toros de Medellín (Colombia) en 1991.

Es inhumano pero también demasiado humano invocar signos, ideas, mitos, causas para justificar atrocidades. Creer o hacer creer que una “verdad” es toda la verdad, la única verdad y por tanto avala el oprobio. Asumir una pose de superioridad moral para legitimar la violencia, el terror, la barbarie. Son modos de nuestra vergonzante bestia interior.  

Esa que llevamos dentro buscando siempre liberarse de las continencias con que la civilización ha tratado de domarla. Débiles continencias ensayadas a lo sumo diez mil años, por un animal que desde hace millones, tiene bien bruñidos los instintos feroces en el fondo de su ADN.

Es la vieja historia. La historia universal. “El hombre, lobo para el hombre”. Esta carnicería de Paris, "porque estaban reunidos centenares de idólatras en una fiesta perversa", no por terrible puede hacer olvidar que ha ocurrido antes y peor, infinidad de veces con infinidad de versiones y pretextos. En Troya, Roma, Cartago, Jerusalém, Tenochitlan, Varsovia, el oeste americano, Madrid, Londres, Auswichtz, Iroshima, Vizcaya, Rusia, China, Indochina, América Latina y África todas, Irak, EEUU, Kosovo, Siria… imposible hacer un lista, mejor sería preguntar dónde o cuándo no ha pasado.

Seguramente ya “los buenos”, dueños de otras verdades absolutas, claman de nuevo por un contraataque más brutal. También ha ocurrido siempre. Ojo por ojo, y si se puede dos o más. Es lo que somos.

Moralismo, intolerancia, maniqueísmo, nacionalismo, segregación, fanatismo; alegatos de la fiera parlante; reclamos de sus miedos rabiosos, de sus ansias de atacar... Performances de nuestra inocultable animalidad.

martes, 10 de noviembre de 2015

CALI 10 CARTELES

Viñeta 127

Cali diez carteles
Por Jorge Arturo Díaz Reyes. Cali, 10 de noviembre del 2015

Cali. Foto: Camilo Díaz, www.cronicatoro.com
Hubo años no muy lejanos en que la temporada caleña llegó a más de los 23 festejos entre abono y extras, entre preferías largas y mitacas, entre ferias de diez días y más con corridas a tarde y noche. Tuvo que ser así pues el aforo, vendido todo a largo plazo, no daba espacio a la creciente demanda.

Incluso se sacrificaron metros de ruedo para construir dos filas de callejón, las más costosas, y poder acomodar en ellas nuevos espectadores, delante de las inaccesibles barreras copadas por el notablato tradicional. Hacerse a un abono era entonces casi que imposible, y a dos contiguos un milagro.

Cañaveralejo no solo era la plaza más grande y confortable de Colombia sino la de más crédito, más clientela, más actividad y la que mejor pagaba toros y toreros. Mucho tuvieron que ver en ese auge de afición, o al menos de novelería, el acierto empresarial, la concurrencia de hierros españoles y mexicanos, y los grandes toreros de los sesenta. Década que abriera, el 3 de enero, en este ruedo, el primer mano a mano de Luís Miguel y Ordóñez tras el “Verano sangriento” con toros de Fuentelapeña y triunfo rotundo del rondeño.

Lo demás es historia. En aras de la concordia no vamos a escarbarla (hoy), cuando, pese a que se han venido tan a menos las cosas, la empresa se juega con valentía y anuncia para el domingo la primera de las diez funciones que conforman el ciclo 2015; una novillada sin picadores, dos picadas, y siete corridas de toros. Las cuatro iniciales, de ahí hasta el 6 de diciembre, y tras un receso largo, las seis últimas entre el 25 y el 30.

El 30 sí, porque otra de las cosas entrañables que perdimos por el camino fueron las fechas del 31 y 1º de enero que daban a la ciudad el privilegio único de cerrar y abrir el año taurino en el mundo. Pero en fin... ¡A los toros!

martes, 3 de noviembre de 2015

DE LO SACRO A LO BUFO - VIÑETA 126

Viñeta 126

De lo sacro a lo bufo
Por Jorge Arturo Díaz Reyes, Noviembre 3 de 2015

El toreo es cosas seria. Creo. El que por lucro los profesionales del show-business quieran transformar la corrida en comedia, los toreros en actores, el toro en comparsa, el público en claque, y todo en una bufonada me resulta sacrílego.

Y peor aún, que se haga bajo el fariseo pretexto de “salvar la fiesta”, cuando en realidad es la manera más infame de acabarla; degradándola, convirtiéndola en burlesco, en hazmerreír.

--¡Evolución! Nos hemos estancado. Cambiar libreto, coreografía y elenco. A la plaza hay que ir a reírse, no a otra cosa. Es lo que pide la sociedad actual, cansada de antiguallas heroicas –claman, ellos y sus voceros, que no son pocos, ni gratuitos.

Barrer la vieja liturgia, el rito de honor, el culto sacrificial (único real que conserva esta cultura promiscua del encanallamiento globalizado), pues la clientela que persiguen, moderna, joven, frívola, metrosexual, dicen, no traga ya los valores milenarios de la épica, la gallardía, la lealtad, la bravura, el sacrificio, la hombría.

Los encuentra “rancios”, anacrónico, repugnantes con su campero “sol y moscas”, con su Madrid, ese rompeolas insoportable y ventoso, con su Sevilla (¡Imagínense!), a la cual no redimen de su esencia sino un gran cómico y sus toritos de vodevil. ¡Ah! y el aire acondicionado, porque, agregan, a Dios también le gusta. ¿Le preguntarían?

Y mientras los esnobistas predican su “revolución”, las figuras aplican contemporizando sinfónicamente con la supresión de la suerte suprema en Quito, y vuelven a la cosa esa de burlar el toro en el ruedo y luego liquidarle (por tercera mano) a escondidas e indefenso en los corrales, cual matarifes. Por unos dólares más, claro.

Como aficionado viejo (caduco si gustan), no me cabe duda de que a la fiesta le va mejor con los que la combaten desde fuera y no desde adentro, los que quieren matarla en franca lid, los que de frente luchan por dejarla tendida en el campo de batalla, honorablemente sin ocultar sus dagas bajo el disfraz taurino.

Por cierto. Me indignó la reciente prohibición en Barcelona de unos carteles publicitarios, con el argumento de que eran toreros. Inquisitorial, insufrible... Ahora, que si la razón aducida por los censuradores hubiese sido la valedera, la higiénica, dado el contaminante mal gusto y la cursilería emética de la propaganda, yo, como médico, les hubiese comprendido. ¡Qué horror!