martes, 24 de marzo de 2015

AYER, HOY, MAÑANA - VIÑETA 88

Ayer, hoy, mañana
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 24 de marzo 2015

La literatura es una, sus temas pocos, los libros muchos, pues como decía Borges, cada generación vuelve a escribir los propios.

También la tauromaquia es una, sus principios pocos, las corridas muchas, pues como sugería Ortega, cada generación vuelve y se retrata en las propias.

Y en una y otra, literatura y tauromaquia, siempre han concurrido verdad y mentira, fealdad y belleza, virtud y pecado. A veces en el mismo autor, en el mismo torero, en la misma página, en la misma faena, en la misma oración, en la misma suerte. Al fin y al cabo son artes. Creaciones y reflejo de lo humano, y lo humano es así, complejo, impuro, imprevisible. Hay que leer a Quevedo, hay que recordar a Paula, hay que mirarse al espejo.

La inconstancia es una constante. Ni todo tiempo pasado fue mejor, ni hoy se torea mejor que nunca !Mentiras! Todos los períodos, cada cual a su modo, fueron imperfectos, únicos e irrepetibles, incluidos el actual y los que vendrán.

Idealizar el ayer o el hoy, tergiversarlos para condenar uno u otro, ha sido trucó retórico de historiadores, literatos y taurómacos ligeros. No hay paraíso perdido, ni hallado. Sí utopías, y valientes que apuestan todo por ellas, y sus imposibles perfecciones.

Antes, ahora, después, Homero, Virgilio, Cervantes, Lorca, Romero, Paquiro, Belmonte, Manolete...  Cada cual con su verso, con su toro. Digno o indigno, grande o pequeño, vil o heróico en su momento y circunstancia.

Extraviar la realidad. Delirar en presente o en pretérito. Disfrazarse de Amadís, obsesionarse con el Grial, embestir molinos, quizá sea una bella locura (si es real), pero es una locura, y fingirla para desertar del hoy o repudiar el ayer, es una cobardía, una patraña. Predicar que todo está perdido, que nos rindamos, que ya no hay toros, relatos, toreros ni poetas, es como invitar a borrar la historia o a enajenarse con la auto complacencia del instante.

Que se recluya en la incierta memoria quien quiera. O que renuncie a ella quien prefiera. Que se vaya de la fiesta, quien le plazca, o que se quede con el cerebro pausado en la última escena quien desee. Pero que no pretexte la perfección para justificarse. No existe, no ha existido, no existirá. 

Quizá el misterio del arte consista en eso, en que un ser tan chapucero como el hombre pueda insinuarla de pronto con un pensamiento, una palabra, un gesto. Al menos es lo que siempre me ha maravillado en la tauromaquia.

martes, 17 de marzo de 2015

LA MISA NO EL CURA - VIÑETA 87

La misa no el cura
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 17 de marzo 2015
Trminó Castellón, comenzó Valencia, y ya colgaron carteles las dos plazas pontificias, las que dictan. Sevilla para todo el año. Madrid, "Comunidad" y "San Isidro" con sus fuera de abono y preámbulos domingueros.

La suerte está echada. La temporada en rumbo. Lo que venga, ferias, toros, toreros, dóndes, cuándos, cómos harán solo variaciones al tema. ¿Y cuál es el tema? El tema es el mercado.

Sonará rudo, perdón, pero así es. Para bien o para mal, hoy la fiesta es un negocio, gestionado por empresas que la hacen posible y también imposible. Un sistema cuya fuerza de gravedad es la ganancia y en el cual, dijo Manolo Chopera una vez en Viña P, siempre alguien anda tras el dinero de alguien. Así son las cosas. No es culpa ni mérito de nadie. La sociedad ha devenido en ello. Íntegra.

El viejo rito, entró al show bussines. Nuestro “anacrónico mundo del toro” se ha modernizado. Y ahora en él, como en todas las áreas del interés humano, campean el marketing, la propaganda, la oferta y la demanda con sus mediáticas posturas, idolatrías y cotizaciones. No nos engañemos.

Este año, de nuevo los anuncios han abierto el debate. También parte del paseo, pues convoca el interés e impulsa la venta. Entre más intenso mejor. Qué sí, qué no, qué cómo así, qué quién faltó. Pero es debate supino. Ya se sabe. Son las diez marcas de consumo masivo que con su monoencaste alternan entre sí, en las fechas de prelación, ponen y quitan el "No hay billetes", y al resto lo que se pueda.

Sin embargo, de pronto, como en Las Ventas el año pasado, por encima del tropel publicitario, salta un adolfo y desentraña lo auténtico, dos cinqueños encharcan el ruedo con sangre de tres modestos, y los victorinos y los miuras, invictos y ovacionados, reivindican la fuerza de la naturaleza ahogando los gemidos de la claque melindrosa.

Entonces, la fiesta vuelve a su hondo significado, a su eterna y dura verdad. La que bajo el ornato ha soportado por siglos, toda la estructura. Y el devoto intuye que lo esencial es la misa no el cura, y siente que aún hay salvación.

martes, 10 de marzo de 2015

¿NO SOMOS NADIE? - VIÑETA 86

¿No somos nadie?
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 10 de marzo 2015

En medio del clamor transatlántico por la no presencia en Sevilla de cuatro primadonas, y los adicionales gritos inconexos protestando la exclusión del paisano Fulanito, el querido Zutano, el publicitado Perencejo, ninguna voz ha extrañado la ausencia de todo un continente. Será porque parece obvia.

17 carteles de toros, y ningún espada suramericano. Un continente (hispano), con más de cuatrocientos millones de personas, donde la fiesta vive desde hace quinientos años. Cada vez más acorralada, cada vez más ignorada, pero batiéndose aún, y por tanto cada vez más necesitada de reconocimiento para mantener su frente y su siempre abierto mercado activos. ¿No merece acceso al templo?

Qué va, se dirá. El toreo es don personal y las empresas taurinas no son organizaciones de representación geográfica o política, como la ONU. Tampoco lo son de seguridad social. Son organizaciones con ánimo de lucro, y como tales contratan (si pueden) a quien les mueve la taquilla; punto.

Hemos de aceptarlo. En este “mejor de los mundos” la rentabilidad no es todo, es lo único. Pero aún así, resulta que el negocio es global y hay que cuidarlo, aquí y allá. So pena de muerte a la gallina de los huevos de oro.

¿Es que no hay un torero, sur acá del paralelo 20, que interese, aunque sea por contraste o curiosidad antropológica? ¿Uno que sea buena inversión, hoy o a futuro? Medio milenio de toreo, medio millardo de personas, una veintena de matadores que alternan en las ferias propias más que dignamente con los de otras latitudes, y nada. Ni siquiera con los muchos cupos que dejaron vacantes los raros (uno solo despreció cinco).

Cuesta creerlo, no doy nombres. Pero me consta que hubo quien, con aval, se ofreció públicamente para lidiar los toros que nadie quiere, los que todos rehúyen, si pueden. Y nada.

Solo dos novilleros, ambos peruanos, cruzarán El Arenal este año, fuera de feria. Pobre consuelo ¿Y cuando sean toreros, qué? Tendrán que preguntarse con los de ahora como el humillado Belmonte en la corrida del Montepío 1917 ¿Es que no somos nadie?

sábado, 28 de febrero de 2015

APOCALIPSIS NO - VIÑETA 85

Apocalipsis no
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 3 de marzo 2015

Hace años no voy a “La Maestranza”. Vieja plaza por cuyo ruedo, señalaba Mira, cruza el meridiano de la historia taurina, que también es la de España, explicó antes Ortega.

No he vuelto. Me pesa. Porque además en ella, como en los grandes templos, el rito adquiere magnitudes emocionales de sublimidad. Los milagros de Curro que presencié allí, por ejemplo, fueron actos de fe, colectivos arrebatos místicos increíbles en otro escenario, en otra dimensión.

Confieso que teniendo que dejar mis pacientes, mi familia y viajar 23.000 kilómetros ida y vuelta para elegir una entre las grandes ferias españolas, he optado por el racionalismo duro del San Isidro madrileño. Más corridas, más toro, más rigor. Más agonía y menos éxtasis.

Pero no me consuelo, y sigo todo cuanto concierne a Sevilla con amor lejano, siempre; y desde hace más de un año, también con malestar digestivo por ese asunto de las figuras que le niegan y reniegan su presencia. Presencia "divina" e "indispensable", para sus adoradores.

¿Qué tienen derecho a o no ir? Claro. ¿Quién puede objetarlo? Nadie. Pero sus pretextos, publicados por ellas mismas en los medios, ya son otra cosa. Y pese a las amenazas de "acciones legales" lanzadas por sus voceros parciales, EMTSA Y FIT, contra quien los vincule a un "boicot", los comentarios, las hipótesis, los análisis, también son un derecho. En libertad de prensa, digo.

Desde la distancia, me hago un recuento noticioso: A relance de unas generalizaciones de los empresarios Canorea y Valencia, cinco se chantaron el guante y se declararon ofendidas, anunciando su ausencia mientras la empresa Pagés regentara la plaza. Lo cumplieron, G5. Luego, dijeron que volverían previa disculpa pública. Cuando esta se les dio, menos Perera, dialogaron condiciones de contratación. El Juli dijo que no porque no estaban todos. Morante que sí pero con "otros posibles interlocutores", y Talavante que tampoco porque lo llamaron sin la presteza ni la reverencia debidas; coincidiendo los tres en que ni el oro ni el moro habían sido el obstáculo. Al final sólo Manzanares aceptó, G4.

¿Boicot? ¿La negativa individual pero conjunta de grandes proveedores de taquilla, condicional a la no continuidad de la empresa, podría llamarse tal? ¿Sería suspicacia imaginarlo? ¿Sería delito sugerirlo? No sé. Que lo digan los jueces llegado el caso.

Lo que sí sé es que nadie es imprescindible, y en la fiesta menos. En su momento, faltaron, los Romero, Costillares, Pepeillo, Paquiro, Cúchares, Lagartijo, El Guerra, los Gallo, Belmonte, Chicuelo, Manolete, El Cordobés, Curro... y ahí está la Plaza. Cuando en 1946, Livinio Stuick inició la feria de San Isidro, las figuras no fueron, y ahí está la feria.

Seguramente, mientras este conflicto dure, la suma catedral será hollada por menos fans y mermará ingresos, pero a cambio también disminuirá costos y ganará severidad. Lo uno por lo otro. No será el apocalipsis. Habrá toros, toreros y el toreo prevalecerá.

martes, 24 de febrero de 2015

EL INICIADOR - VIÑETA 84

El iniciador
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 24 de febrero 2015
 
Jorge Arturo Díaz aficionado
Suelto su mano y corro gradas arriba entre la gente, tras mi hermano. Curiosidad, emoción, ansia de llegar primero y ver qué hay. La plaza de madera se despereza y gime Sofocados por la risa y la carrera desembocamos al tendido. De un golpe se abren cielo, sol, colores, música, entusiasmo, fiesta, y un algo como temor de lo que pueda ser. Todos esperan.

Él nos alcanza. Me siento seguro y feliz. Es grande, fuerte, confiado, alegre. Mi primera corrida. Nuestra primera corrida juntos. Imágenes, no significados. Tanto por ver, tanto por saber, y esa sensación en el pecho. Es un pueblo. Quizás El Socorro, quizás Duitama. No sé, viajamos toda la mañana por montañas, en su camioneta de agrónomo, verde, International, con una enorme sirena plateada en el capó.

!El toro! !Uf! Corre. Ataca, el torero aguanta. Gritos. Regresa, el torero se quita. Burlas. ¡Cobarde! sonríe la señora del diente de oro. El asunto es no mostrar el miedo, parece. Yo escondo el mío. Hay que ser macho. Ya tengo cinco años. A ratos me distraigo con Jaime y jugamos. Es más pequeño. Yo estoy aprendiendo a leer, él no. El carrito que trajo en el bolsillo cae al fondo. Se pierde. Nadie se da cuenta. Nos miramos callados.

Plaza de Santa María. --Ese que lleva la montera en la mano es Antonio Ordóñez --me dice. Le acompaño en tertulias y tertulias. Recuerdan, exageran, presumen, comparan, juzgan. discuten, coinciden. El valor es el máximo valor. El arte rellena. Oigo y aprendo nombres reverenciados: Ortega, "Manolete", Arruza, Garza, Dominguín, Girón...

Pasan diez, veinte, treinta y más años. La vida. Corridas y corridas compartidas. Las escribo. Creo que me lee. No lo deja ver, no lo comenta. Lo miro, se ha puesto grueso, cano, y pausado. Tiene la frente más amplia, el rostro surcado, los hombros cargados, pero sus grandes manos de basketbolista siguen fuertes, y al estrecharlas aún dan seguridad. Siempre.

Enero seis de 1985. Cañaveralejo. Corrida del toro. Encierro de Pimentel; "Palomo", Manzanares, "El Cali", Ortega Cano, Víctor Méndes, Curro Durán, César Rincón. La disfruta y la sufre. Su manera. ¿Iremos a Madrid? No, por que poco después, el 18 de febrero, lunes, a la hora de la siesta, se duerme para siempre. Me llaman. Cruzo la ciudad aterrado. No logro despertar su corazón. Una, dos, tres décadas cumplidas... y sigue acompañándome a los toros. Era mi padre.

martes, 17 de febrero de 2015

VUELO NOCTURNO - VIÑETA 83

Vuelo nocturno
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 17 de febrero 2015

Arrastran el mansísimo del Paraíso. Muere la temporada. Salgo entre toreros por “cuadrillas”. Morral a cuestas, me voy despidiendo. Contenido por la multitud circundo media plaza. Cruzo la explanada. Trepo al puente, alto, largo, estrecho, congestionado, única conexión peatonal con el mundo. La Macarena es isla rodeada por locos autopistas y un río. Al extremo, la gente se precipita en cascada.

Me lanzo a la turbulenta San Juan. Las luces deslumbran, los motores rugen, sus ráfagas golpean. Gano la orilla. Peleo por un taxi a San Diego. La radio grita goles. Transbordo. Silencio, montaña, curvas. Alto de las Palmas. Rionegro. Aeropuerto José María Córdoba (héroe bolivariano asesinado por bolivarianos). Díez y media, frío, niebla. Último avión a Cali, lleno. Instrucciones-órdenes: inmóvil, atado, prohibido... Cierro los ojos y trato de recordar...

"Solterón" de Paispamba. Cali, Manizales, sol y lleno. Medellín, techo y cemento. Pastueños de González. Pastueños de Gutiérrez. Leñosos de Achury. Hermosos de Santa Bárbara. Postreros de La Carolina. Postrados de Rincón. Rincón abroncado. Rincón yéndose. Dos estocadas de Bolívar. Tres naturales del Cid. El Juli sobrado siete veces. Capote alegre, muleta baja, toro perruno. Talavante máximo en festivales. Talavante mínimo en corridas. Perera quieto. Perera fuera de cacho. Perera saliéndose. Fandiño con pintura de guerra. Castella sí, pero no. Adame versión ligh. Urdíales no visto. Roca Rey pinchando. Campuzano vigilando. Perlaza grana y oro, a su padre, último brindis. "Chiricuto" y "Granerito" asomándose. "Toronjo" y "Dalí" burlando. "Morante" mordiendo. Despuntados cayendo a rejonazos feos. Ventura y Hermoso idolatrados. Oles. Música. Pañuelos. Gritos. Pitos. Palcos. Orgasmos reales y fingidos. Orejas de buena y mala muerte. Vueltas y saludos. Concedidos y robados. Taquilla cara. Ray Bans y Rabanne. Sin alguacilillo ni cabestros. La fiesta en el filo. Álvaro Wolff muerto. Antitaurinos rabiosos. El amo de Las Ventas fumando. Sombreros, ponchos, botas. La juventud emparrandada. Los de siempre no siempre. Las mujeres, claro. Empresarios contentos. Tobón ovacionado. Jurados fallando y fallando. La Corte diciendo. Petro riendo…

El altavoz corta la duermevela. Damos contra la pista. En Palmaseca es casi media noche. Calor. Carreteo hacia el muelle. Suenan hebillas. Todos quieren irse. Pienso en Corrochano “edad de oro”. No tomaba notas, lo que no impresiona la memoria no merece contarse, decía.

martes, 10 de febrero de 2015

LA MUERTE DEL RENEGADO - VIÑETA 82

La muerte del renegado
Por Jorge Arturo Díaz Reyes 10 de febrero del 2015. 
Publicada por www.burladero.tv

Puerta 9. La Macarena, Foto: J. A, Díaz Reyes
Tenía sesenta y tres, era delgado, alto, calvo, parco, discreto, sólo, pensador. Blando en el trato, duro en las convicciones. Álvaro Wolff Idárraga, paisa  de ancestros alemanes y vascos, tuvo una profesión, educador, y dos aficiones; la guitarra y los toros.

Estas las cultivó con religiosidad. Llevó la primera del oído al alma y del alma a la interpretación, en la cual a fuerza de hábito alcanzó maestría. Tocaba para sí. Tanto profundizó que sin ánimo de lucro se hizo constructor artesanal. No quiso morir sin terminar la última. Hizo ambas cosas y después lo cremaron, sin pompa, como había pedido, como había vivido.

La otra le apasionó desde niño, jugando al toreo, alistándose  como acomodador en los tendidos de la vieja Macarena de Medellín para ver todas las corridas. Luego, adulto devoto, dejando por años un rastro de plata en las taquillas e incubando largamente un fundamentalismo ascético, que al final no encontraba toro, torero ni toreo suficientemente puros.

A comienzos del 2003, la demolición de la vieja plaza y la muerte de su padre y compañero de corridas marcaron la ruptura. Fue su última temporada. La idea que sublimó del rito llegó a serle incompatible con la realidad y decidió no volver. Nunca. 

Decía el gran "Guerrita" que resulta más difícil hacer un buen aficionado que una figura del toreo. Por tanto, perderlo también debería ser más doloroso, digo yo. Sin embargo no es así, el retiro y la muerte de las figuras sacuden la fiesta con estruendo. Se las llora y canta por siglos. Mas a los buenos aficionados, que igual se retiran (a veces) y mueren (siempre), se les ignora.

Álvaro fue mi amigo. En estos años de su ostracismo voluntario, nos encontrábamos las noches después de las corridas, me pedía que se las contara. Escuchaba paciente, callado, moviendo escéptico y tal vez nostálgico su cabeza de artista. Nada más. Últimamente habíamos dejado de vernos. No pudimos despedirnos pues abandonó la vida de pronto y en silencio, tal como doce años antes abandonó la devoción que le significó tanto.

Su muerte me duele, pero sé que no afectará la fiesta. Su apostasía sí, porque la culpa, la estigmatiza, la identifica con sus impostores, y sumada con la de tantos otros creyentes que hastiados de sufrirlos reniegan, podría llegar a destruirla. Primero que los antitaurinos.